El día en que lo detuvieron, el 8 de abril de 2017, Larry Aparicio salió junto a una prima para comprar unos zapatos en el centro comercial Sambil, pero se encontraban cerrando la tienda debido a una protesta que ocurría cerca.

De regreso a su casa, Larry se encontró con su hermana, con quien abordó un taxi. Minutos más tarde, varios funcionarios de la PNB los interceptaron y los obligaron a subirse en motos. Los trasladaron a la sede del Cicpc de la avenida Urdaneta.

Antes de que lo detuvieran y lo acusaran por los delitos de agavillamiento, daños violentos e intimidación pública, Aparicio tenía apenas tres semanas de haber llegado a Venezuela desde Suiza. “No tenía ni un mes en el país. Hacía dos años que no nos veíamos”, contó Josibel Albiare, madre del joven de 23 años de edad.

A las 12:30 am del día siguiente, Josibel recibió una llamada de un funcionario, quien le notificó que sus hijos y su sobrina habían sido privados de libertad a las 5:30 pm del 8 de abril. “Cuando los vi al día siguiente, en la mañana que fui a llevarles desayuno, un funcionario me dijo: ‘Ellos son los terroristas”.

Los habían culpado de participar en los destrozos causados a la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, acto por el que también fueron aprehendidas otras seis personas.

“Yo le pregunté a mi hijo: ‘¿Qué sucedió?’ Y me dijo: ‘No sé, mamá, nos agarraron. No sé ni por qué estamos aquí”.

Días después, la prima y la hermana de Larry fueron liberadas; a él lo torturaron -denunció la madre- con el fin de coaccionarlo para que grabara un video en el que dijera que había participado en el acto vandálico. Josibel Albiare afirmó que no existen evidencias que relacionen a su hijo con ningún crimen.

“Los primeros días nos dijeron que era un mes de adaptación. Le impidieron llamadas y visitas. Lo encerraron en una celda con 25 personas más. Eso lo deprimió y enfermó. Tuve que conseguir medicamentos intravenosos para que se los pusieran”, señaló la madre de Aparicio.

Posteriormente, fue trasladado a la cárcel 26 de Julio, en San Juan de los Morros, donde las condiciones de reclusión son inhumanas: “Ha tenido hasta tres días sin comer. En una oportunidad se desmayó porque se sentía mal. Justo ese día los funcionarios lo querían sacar al patio y él les dijo que no se sentía bien, no le creyeron y entre ocho personas lo maltrataron”.

Durante su primera visita en la cárcel, Larry le confesó a su mamá que dentro del centro penitenciario no realizan ningún tipo de actividades, que todo es un “parapeto”. “Todo aquí es una mentira”, le dijo, y le confesó que tienen que sacar las manos por una abertura de la celda para recoger agua de lluvia y tomársela. 

Luego de cuatro meses detenido, los familiares desconocen de cuánto será la condena que le impondrán a Larry Aparicio por los delitos que se le acusan.

“¿Mamá qué te han dicho, cuánto tiempo voy a estar aquí? ¿Qué está pasando?”, la interroga, desesperado, el detenido. “Estoy igual que tú, de brazos cruzados. Nunca pensé vivir algo como esto”, es lo que le responde su madre.


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