Desde diciembre de 2017 el diario The New York Times mantuvo comunicación con Óscar Pérez, ex funcionario del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) asesinado el 15 de enero durante un operativo encabezado por las fuerzas de seguridad del Estado en la zona de El Junquito.

“Lucho por la libertad del país, la oportunidad de un mejor mañana”, dijo un mediodía a principios de enero a través una aplicación de mensajería. “El temor de [perder] la vida es lo menos que tengo ahora. No es el temor de la vida, sino el temor de fracasar, de fallar a la gente”, reseña el medio estadounidense.

Los mensajes de texto enviados en diciembre y enero, además de grabaciones y entrevistas realizadas durante el mismo periodo, representan algunas de las últimas palabras del hombre que llegó a ser el más buscado en Venezuela: un agente de policía renegado que había cautivado la atención de una nación y un luchador fugitivo que a veces parecía estar muy consciente de que sus días podrían estar contados.

La versatilidad de Pérez generó serias dudas en la sociedad venezolana, quien se llegó a cuestionar la veracidad del alzamiento del inspector, tomando en cuenta que también era actor y fue ignorado por el sector de la oposición.  

Después de su vuelo en el helicóptero sobre Caracas en junio de 2017, Pérez se convirtió en un símbolo de los crecientes agravios del país: un policía temerario que se había rebelado en contra del gobierno y había pedido a otros que hicieran lo mismo.

Sin embargo, Pérez dijo que si algo lo persiguió hasta el final es que esa rebelión nunca ocurrió.

“Nosotros esperábamos que ese día hubiera un llamado a la calle, para que se diera cuenta de que sí comenzó un movimiento”, dijo en otro de sus mensajes. “Pero lamentablemente no lo hubo”.

Pérez, quien prestó sus servicios de investigación en la policía venezolana hace quince años, podría haber sido solo otro detective, de no ser por su actuación en la película Muerte suspendida, que se estrenó en 2015. En ella interpretó a un inspector llamado Efraín Robles que rescata a un empresario venezolano de sus secuestradores.

El ex jefe de la Brigada de Acciones Especiales del Cicpc dijo que la idea de actuar en la película le llegó después de un operativo policiaco en un barrio pobre de Caracas, donde conoció a un joven a punto de unirse a una pandilla. Pérez no encontró la manera de convencerlo de no caer en una vida de delitos, pero notó lo influido que estaba por lo que había visto en televisión.

Pese a que Pérez se ganó la admiración y el respeto de muchos ciudadanos, también se mostró esa parte que lo señalaba como instrumento de distracción del gobierno en un camino en el que el funcionario se veía cada vez más solo en su lucha por lograr un cambio en el país.

Óscar Pérez soñaba con un cuerpo policial dotado de alta tecnología, análisis minuciosos de escenas del crimen y hombres con bata de laboratorios examinando resultados. Sin embargo, se encontró con otra realidad.

Antes de irse a dormir la noche en la que sería asesinado, Pérez envió de nuevo un mensaje a The New York Times.

“Te aviso…”, dijo, refiriéndose a una hora para la siguiente entrevista. Era pasada la medianoche.

En las primeras horas de la mañana del lunes, Pérez publicó un video en su cuenta de Instagram. Había sido hallado por las fuerzas gubernamentales.

En un video aceptó que su tiempo se agotó.

Lea la nota completa en The New York Times


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