El gobierno tiene que rectificar porque se enfrenta a una rebelión popular generalizada. Esa es la conclusión a la que llega el abogado Pedro Nikken: «No pueden seguir pateando las instituciones. No les importa nada, lo único que quieren es conservar el poder a sangre y fuego, sin piedad. 

¡Qué vergüenza para quien llegó a la vida política criticando los mismos males por los que ahora son repudiados! ¡Qué triste destino para un movimiento político que gozó de tanto apoyo popular!». 

Le impresiona la soberbia y el ensimismamiento de Nicolás Maduro y quienes le rodean. «Si no rectifican, les van a quitar el poder por la violencia. El pueblo de Venezuela está alzado y con razones», dice. 

Nikken ­ex decano de la Escuela de Derecho de la UCAB, juez y ex presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y miembro de la Comisión Andina de Juristas­ resta importancia a la polémica suscitada en las redes sociales sobre el encuentro organizado por la ONG Instituto para Transiciones Integradas realizado en Barcelona, España, al que asistieron personas de distinta procedencia política y académica, él entre ellos. 

«Nos invitaron para que cada quien presentara, a título personal, su visión de la crisis que vive Venezuela», indica. 

Asegura que «el gobierno en vez de abrir válvulas de escape las cierra todas», institucional y políticamente, por lo que incita a la violencia: «Venezuela es un país que ha perdido su sistema inmunológico, no tiene defensas para resolver sus propios problemas. Es un país que se está destrozando por la conflictividad interna, en el plano social y político. El gobierno se encierra, se aísla del pueblo». 

–¿Teme una guerra civil? 

–Una de las cosas que nos separa de la guerra civil es que el pueblo no está dividido. 

Aquí lo que hay es una rebelión generalizada en contra del gobierno que encuadra perfectamente en el derecho a la rebelión, porque se han cerrado todos los caminos. Yo no veo a nadie saliendo a la calle para dejarse matar por el presidente Maduro. 

–¿Qué salida vislumbra ante esta crisis?

–Es difícil pronosticarlo. El gobierno ha armado una trampa para amarrar el Estado y resulta que él es el que se ha amarrado y no tiene capacidad de acción. Si bien en cualquier salida que se tenga que buscar debe haber buena voluntad y disposición y flexibilidad de todos los involucrados, quien tiene la palabra es el gobierno para avanzar en esa definición. Hasta ahora cuenta con la Fuerza Armada Bolivariana porque es una institución disciplinada y obediente, pero no sabemos cuánto tiempo va a durar. Recordemos que era organizada y disciplinada también cuando Hugo Chávez dio el golpe de Estado en 1992. 

–¿Cree que la FANB pueda rebelarse?

–Yo no conozco las interioridades, pero ellos forman parte del pueblo de Venezuela y tienen que estar tan descontentos como la mayoría, aún más cuando están jugando el papel de villanos. 

–Hay quiénes piden la renuncia del presidente, ¿la ve viable? 

–No creo que esté dispuesto a renunciar. Ojalá lo estuviera, sería un gran acto de generosidad. Lo que debería es rectificar. El gobierno tiene que dar marcha atrás con la constituyente, con la negativa a que haya elecciones, liberar a los presos políticos, reconocer la competencia de la Asamblea Nacional y constituir un Tribunal Supremo que le dé confianza a todo el mundo. 

— ¿Y es posible una rectificación?

–Si Maduro quiere una salida para llegar a 2018, lo que tiene que hacer es aferrarse a la Constitución, darle cumplimiento cabal. Es suicida para el país y para el gobierno seguir el camino de la constituyente. De esta experiencia madurista no va a quedar nada bueno para recordar en la historia de Venezuela. Tendrían que ser fieles a sus postulados y resulta que están siendo tremendamente infieles. 

Terminaron siendo un grupo de gente enquistada que quiere mantener el poder y seguir usándolo para su propio provecho, sin importarle para nada el destino de Venezuela. Si Maduro se aferra a la Constitución puede tener un segundo aire. 

–La gente lleva 45 días de protestas en la calle. ¿Qué piensa que ocurrirá? 

–El gobierno tiene que retroceder, porque la gente no va a regresar a sus casas, así se lo mande el Papa o la Mesa de la Unidad. Es el único recurso que tiene para hacer oír su voz. Esto no es un movimiento opositor, es un movimiento nacional y puede manejarse si se abren válvulas de escape. Si se siguen cerrando y se aumenta la represión y el abuso de poder, va a aumentar la presión y eso va en desmedro de la estabilidad del gobierno y de la felicidad de los venezolanos, porque vamos a seguir en esto hasta quién sabe cuándo. 

Es necesario que haya un grado de rectificación unilateral del gobierno. Claro, sería una derrota política, pero es que se metieron en un problema que ya no pueden controlar. 

–¿Puede ayudar una mediación internacional? 

–La salida que se parezca a una solución debe implicar algún grado de entendimiento. 

La solidez de la salida está en si tiene un grado de consenso entre los interesados. Eso daría una amplia base política. 

La mediación de Naciones Unidas puede ser una opción, porque tienen una estructura y se han metido en muchos líos de conflictos internos. Otra posibilidad es algo como el Grupo de Contadora, que ayudó en el conflicto centroamericano en la década de los ochenta, con la participación de cuatro gobiernos que no estaban involucrados a favor de ninguna de las partes. La región debería tomar una iniciativa para ayudarnos a los venezolanos a encontrar una solución. 

–¿Un grupo de amigos, por ejemplo? 

–Sí, pero no como lo que plantea el gobierno. Hay maneras en que la diplomacia puede ayudar a buscar una salida, con herramientas que aún no se han jugado, pero debe hacerse muy profesionalmente. La representación de las partes debe ser de altura y capaz de comprometer. 

–¿No llevaría eso mucho tiempo? 

–El tiempo lo tenemos en contra y en cualquier momento las cosas pueden complicarse. Aun así, hay que seguir. 

Las negociaciones de paz en Vietnam se hacían mientras Estados Unidos lanzaba cantidades de napalm sobre Vietnam del Norte. Hay que buscar la paz aun bajo el ruido de los cañones. Ojalá que nunca tengamos que decir lo que el arzobispo Arnulfo Romero, poco después de que uno de sus colaboradores decidiera irse a la lucha armada: «Queda poco margen para soluciones pacíficas y racionales, y hay que urgir a todos los que puedan hacer algo para que esta solución pacífica y racional lleve adelante los cambios y no haya necesidad del baño de sangre que se ve venir». 

–¿Estamos cerca de algo así? 

–Yo creo que sí. El gobierno parece sentir que puede resolver esto con la represión y basándose ya no en el apoyo popular sino en la FANB, que puede inventarse una nueva Constitución y decretarla imponiéndosela a la gente. Piensa que con eso va a apaciguar al pueblo, pero la gente no se lo va a tragar. Eso fue lo que le pasó a Carlos Andrés Pérez, subestimó al pueblo y la situación le estalló en la cara. 

–¿Qué piensa del comportamiento de los estudiantes? 

–Se está construyendo una nueva élite política. Yo me siento bien contento y satisfecho de cómo estos jóvenes están luchando porque no ven futuro ante este desastre. Y esa fuerza es incontenible, no van a poder con ella. 


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