Rafael Guillén Chaderton, sobrino de Roy Chaderton, ex embajador de Venezuela ante la Organización de Estados Americanos (OEA), escribió una carta para expresar la opinión de su madre, ya fallecida, sobre la ideología de su hermano. La hermana del diplomático se mostró en contra de los gobiernos del fallecido presidente Hugo Chávez y Nicolás Maduro. 

Guillén Chaderton indicó, en una carta enviada en exclusiva a El Nacional, que su madre exigió que sus cenizas no sean repatriadas a Venezuela hasta que la democracia retorne al país.

A continuación la carta completa

Mi madre Helen fue una férrea antichavista. Para ella la revolución había sido una afrenta personal, un ataque a su venezolanidad. Un movimiento lleno de vulgaridad y castrismo. – Vamos a ser Cuba – fue lo que me dijo al ganar Chávez la presidencia. Estoy seguro de que hoy ella disfrutaría mucho la inminente implosión del chavismo-madurismo, dos años antes del 2021 tan esperado por un comandante eterno que no duró tanto.

Mi madre se tomó muy en serio la tarea de luchar, con sus limitados medios, contra el castro-comunismo. Para 1998 yo ya tenía dieciséis años fuera de Venezuela, pero gracias a la internet podía seguir de cerca sus andanzas contrarrevolucionarias. Y vaya que la mujer utilizó la internet agresivamente. Si alguna vez yo le preguntaba algo como “¿Cuántos cubanos hay en Venezuela?” inmediatamente recibía las cantidades precisas, juraría que estado por estado. ¿De dónde provenía la información? ¡No sé! El hecho es que yo recibía reportes completos sobre los Círculos Bolivarianos, los agentes iraníes, la merma de la producción agrícola, etc. En algún momento, me atreví a dudar de algún dato y la doña me llamó chavista “light”. No dude nunca más. 

Con el tiempo, Helen comenzó a somatizar su odio por Chávez. Temí por su salud, pues le hacía daño ver cómo el chavismo destruía irreversiblemente todo lo más sagrado para ella. En cada viaje de negocios a Venezuela, la notaba más preocupada, más endeble. No solo el conflicto político, sino la soledad fue haciendo mella; sus tres hijos vivíamos lejos y se había convertido en una madre huérfana.

Y en el 2006 ocurrió lo que tenía que suceder. Helen se fue a vivir a México junto con mi hermana. Venezuela se hundía inexorablemente bajo la mediocridad del chavismo, y ella no aguantó más. Pero otra razón poderosa la empujó a tan difícil decisión, y es que su adorado hermano se había convertido en un connotado colaborador del régimen. Nunca pudo entender la verdadera razón de esa dolorosa colaboración, colaboración que llegó a sufrir en carne propia cuando en una cadena de farmacias casi la golpea un obtuso al enterarse de sus apellidos, pues si bien mi madre se llamaba Helen, sus apellidos eran Chaderton Matos. ¡La dura antichavista era la hermana del Canciller de Chávez! Ironías de la vida.

En México, Helen se fue desconectando lentamente de la realidad venezolana. Por una parte, su habilidad cognitiva se deterioraba junto a su salud y por otra parte mucha de su energía se la dedicó a enfrentar una nueva amenaza: ¡López Obrador! Un Chávez con otro rostro que la amenazaba una vez más.

Ella aborreció al chavismo hasta el final. Su último acto de rebeldía fue el de prohibir la repatriación de sus cenizas hasta el retorno de la democracia, pues en uno de mis viajes a México le había comentado que, ya viviendo en Caracas, yo deseaba esparcir sus cenizas en el siempre leal Ávila. Si algo me consuela es que no vivió para ver a Venezuela arrasada por Maduro y la delincuencia organizada que le acompaña. No tuvo que ser testigo de la cobardía sin límites de aquellos que se empecinan en no dejar entrar comida y medicinas al país, mientras ellos comen en los mejores restaurantes del mundo o tienen acceso a hospitales en Cuba.

Tampoco le tocó ver a su hermano hacer apología de unos traidores que nos convirtieron  en una provincia cubana; unos hipócritas calculadores que han perpetrado una política de “Terrorismo” económico para enriquecerse sin trabajar, invertir o innovar. Todo esto mientras por los medios de comunicación que controlan mienten descaradamente, con un tergiversado bolivarianismo del Siglo XXI.

Ante el terremoto socio económico creado por ellos mismos, su grito de lucha pareciera ser: “Si la verdad se opone a nosotros, le caeremos a culatazos y haremos que nos obedezca” Como dije, pienso en Helen en estos momentos. Pienso en lo feliz que sería con el retorno de la democracia, con el fin de la tiranía. Ello sin dejar de querer a su hermano. Pienso que pronto sus cenizas estarán en Venezuela

Rafael Guillen Chaderton. Ingeniero Mecánico


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