Nicolás Maduro se jugó las cartas marcadas y juró este jueves por segunda vez la presidencia de Venezuela, tal como se había anunciado que iba a ser en el Tribunal Supremo de Justicia y no en la Asamblea Nacional, como lo determina la Constitución de ese país. 

De allí partió veloz al Fuerte Tiuna (una de las instalaciones militares más reconocidas de la ciudad de Caracas), donde una parada militar de casi 5.000 soldados le juró “lealtad absoluta” por exigencia del ministro de Defensa. Allí el político le ordenó a los altos mandos del país alistar ejercicios militares dentro de un mes, al tiempo que pidió una ‘revolución’ de las Fuerzas Armadas.

Estos actos protocolares, entre el reto y la pomposidad cumplieron con el objetivo formal de investirlo de un poder que no es reconocido por el Parlamento venezolano, que es de mayoría opositora y declarada en desacato por el TSJ, ni la mayoría de la comunidad internacional, que este jueves salió en gran cantidad a declarar su ilegitimidad para este segundo mandato e instarle a la realización de unas elecciones libres y justas.

Lejos del entusiasmo que produce todo inicio de periodo presidencial democrático, el de Maduro comenzó con las ciudades del país militarizadas, lo que no pudo acallar las protestas que ocurrieron en algunas zonas de Caracas, Mérida, Barquisimeto y otras localidades del país, y con largas explicaciones sobre por qué la juramentación debía considerarse legítima.

Unas 150 personas se manifestaron frente a la sede del consulado de Venezuela en Miami, Florida (EE.UU.), contra la «usurpación del poder» por parte de Nicolás Maduro. (Foto: EFE).

A la clásica retórica antiimperialista apenas destelló un llamado a sus filas a cesar la corrupción y el “burocratismo” y un pedido especial: “necesitamos nuevas energías para un nuevo comienzo de la revolución”.

“Soy un presidente demócrata de verdad”, dijo Maduro durante su discurso. “Aquí estoy, listo, de pie, para democráticamente llevar las riendas de nuestra patria hacia un mejor destino (…) hemos cumplido y seguiremos cumpliendo con la Constitución, con la democracia y con nuestro pueblo”, prosiguió el chavista entre los aplausos de sus simpatizantes. 

Pero la «revolución bolivariana» está en el vórtice de una crisis existencial. Marchaban los soldados frente al gobernante cuando el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, anunció que el Parlamento venezolano declara formalmente la “usurpación del cargo de la Presidencia de la República”. 

Una tónica que repitieron, durante el día, los gobiernos que integran la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Argentina, Brasil, Panamá, Chile y, especialmente, Paraguay, que rompió relaciones con Venezuela minutos después de que a Maduro le pusieran otra vez la banda presidencial, y Perú, que llamó a consulta a su encargada de Negocios en Venezuela.

En una reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), convocada este jueves para discutir una resolución presentada por Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, EE. UU., Perú y Paraguay, tampoco se reconoció la legitimidad de este segundo mandato y tras una votación de 19 miembros a favor, seis en contra, ocho abstenciones y un ausencia, se instó a sus miembros a adoptar medidas que permitan contribuir al restablecimiento del orden democrático en ese país. 

El aislamiento del régimen venezolano quedó también patente en el primer discurso de Maduro, pues al acto de juramentación solo asistieron un puñado de presidentes y delegaciones representantes de Rusia, China y Turquía, con quienes Maduro se jacta de tener “grandes” acuerdos comerciales. Pero a pesar de sus exigencias de respeto hizo un guiño a los gobiernos latinoamericanos, a los que llamó a participar en una “cumbre presidencial” con el objetivo de discutir el “tema Venezuela”.

Poder para hacer

A pesar de la usurpación del cargo anunciada por el presidente de la Asamblea Nacional, este no asumió la Presidencia de la República tal como le exigían algunos factores de la oposición y como lo pide la Carta Magna. 

En cambio, convocó para este viernes a un cabildo abierto en la capital venezolana “para que se conozca la ruta para el cese de la usurpación” e hizo un nuevo llamado a la Fuerza Armada del país a “dar un paso al frente” para el rescate de la Constitución. Aseguró que no es tiempo de decisiones precipitadas.

“Estamos en una situación de fuerza, en una dictadura y es duro reconocerlo. Yo entiendo y siento el desespero de que queremos que sea hoy, pero debemos luchar y por eso los convocamos a que nos acompañen en la calle”, dijo Guaidó ante la prensa.

Para el politólogo y profesor universitario Michael Penfold, el llamado de Guaidó tiene un objetivo claro: “Creo que lo que intenta la Asamblea Nacional (AN) es crear una coalición con respaldo nacional lo suficientemente fuerte para poder tener un poder efectivo que se traduzca en la capacidad de ejecutar decisiones. Ese es un reto fundamental para la AN y para la oposición en general. En Venezuela, la Constitución está disuelta y cualquier discusión constitucional –sobre usurpación o vacío de poder y quien debe ocuparlo– es relevante en la medida que tiene un sustento fáctico sobre el poder”, afirmó.

Penfold destaca que a pesar de que la juramentación marcó un hito en la ruptura democrática de Venezuela, la posibilidad de un cambio político no se abrirá de un día para otro. “Estamos en un proceso muy incierto”, detalla.

“La gran incertidumbre ahora es cómo se metaboliza todo lo que está ocurriendo en el plano doméstico y entre tres actores clave, la AN, la Fuerza Armada y las facciones internas del chavismo. Sin el concurso de la Fuerza Armada es imposible que haya un cambio en la balanza de poder porque ellos se han convertido en el único árbitro”, concluye.

El director de Diálogo Interamericano, Michael Shifter, advierte desde Washington que para Maduro se cierra el margen de maniobra para gobernar, “con una situación interna económica y social en deterioro y un aislamiento regional y global que va en aumento”, pero que todavía cuenta con apoyos como el de Rusia, China y Turquía. 

“Es difícil predecir lo que sigue, pero sería un error subestimar la longevidad del régimen. Con una oposición débil y fragmentada no existe aún la suficiente presión para una transición negociada. Maduro sigue desafiante y al parecer decidido a hacer lo que sea para mantenerse en el poder”, afirmó Shifter.

En la calle, a pesar de la tensión, los venezolanos se debaten ahora entre la participación junto a la Asamblea Nacional ante la perspectiva de que comience una nueva ola represiva a la disidencia. Las heridas del 2017, con más de 140 personas asesinadas y otras 3.500 arrestadas, todavía están muy frescas.

La crisis sin freno

Mientras tanto Maduro piensa continuar con renovados bríos, según dijo. “Los bolivarianos estamos aquí, victoriosos, con el poder político viendo al futuro”. Este lunes, ese futuro puede ver consecuencias concretas con un nuevo paquete de anuncios económicos prometidos por el gobernante, que asegura que la hiperinflación que atraviesa su país es “inducida” por quienes quieren acabar con la revolución. 

Durante los dos últimos días, el precio del dólar paralelo sobre el que se suele hacer marcaje de precios ha duplicado su costo generando una incertidumbre sin precedente entre la población. De poco más de 700 bolívares soberanos por cada dólar que marcaba el martes, este jueves terminó marcando 2.500 bolívares soberanos.

Para Penfold, estos elementos, además de la renovación fraudulenta del mandato, tienen una consecuencia directa y es el previsible aumento de la oleada migratoria de venezolanos. En el mediano plazo, esa salida incesante de la fuerza laboral del país puede repercutir también en la capacidad de la oposición de organizar un verdadero músculo político que pueda retar al poder de facto de Maduro.

Con el cambio del cono monetario y la pérdida de los cinco ceros, 500.000 bolívares (izq.) terminaron convertidos en cinco bolívares soberanos (der.). Aun así, este billete no alcanza para un café. (Foto: AFP).

Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio Venezolano de la Universidad del Rosario, afirmó que con el nuevo periodo de Maduro, la relación con Colombia tendrá un terreno difícil. “Colombia debe estar preparado porque vamos a seguir teniendo el fenómeno migratorio. Es un proceso de integración social que nos va a costar trabajo (…), pero si lo logramos, podemos tener futuro e incluso se pueden solucionar algunos de los procesos estructurales de Colombia”. 

“No podemos darnos el lujo que se da Perú o Paraguay de desconocer completamente el Estado venezolano. Nosotros tenemos una relación de vecindad y así el vecino sea incómodo, molesto, nos toca lidiar con ese vecino”, afirma Rodríguez. “El mensaje que hay que enviarle al régimen es que va a tener que pagar por lo que es la violación de derechos humanos”, concluyó Rodríguez.


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