La posibilidad de ser detenido y apresado en una celda del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) de El Helicoide, amén de haber sido previamente destituido de su cargo como alcalde de Chacao, nunca fue una opción para Ramón Muchacho.

Con sospechas de que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) fallaría en su contra por permitir protestas en su jurisdicción en contra del gobierno del presidente Nicolás Maduro, tomó la decisión de resguardarse antes de las audiencias para las que lo citó la Sala Constitucional.

Sus suspicacias se basaban en hechos palpables. El 25 de julio el Poder Judicial había hecho lo propio con el burgomaestre Alfredo Ramos —Iribarren, Barquisimeto, estado Lara—, quien fue aprehendido en su despacho y posteriormente trasladado a El Helicoide.

“Consciente e inconscientemente fui haciendo un plan por si me tocaba emprender una huida: cómo y por dónde salir; adonde ir; cómo sobrevivir”, recordó Muchacho en declaraciones para El Nacional Web.

Y el 8 de agosto, una vez que la espada de Damocles del TSJ lo sentenció oficialmente a confinarse en una celda del Sebin, en su mente comenzó a correr una cuenta regresiva sobre lo que sabía serían sus últimas horas en Caracas.

“La última noche que estuve en la Alcaldía sentía cosas indescriptibles, como si estuviera en una película. Veía El Ávila y en mi mente solo intentaba fijar las imágenes de la montaña y de Chacao, como para nunca olvidarlas”, relató. 

Aunque no reveló por dónde abandonó el territorio venezolano, el dirigente de Primero Justicia sí aclaró que gobiernos “amigos de la democracia” se pusieron a su disposición para recibirlo pese a que ni siquiera tenía pasaporte —el Saime se lo anuló el 1 de julio cuando llegó a Maiquetía procedente de una gira por Sudamérica—.

Pedro Pablo Kuczynski, presidente de Perú, y Sebastián Piñera, ex mandatario de Chile, se pusieron a su disposición para facilitarle gestiones de asilo político. España también figuró entre sus opciones.

Pero sobre Sudamérica y Europa prefirió Estados Unidos, específicamente la ciudad de Miami, en el estado de Florida, para asumir su exilio.

“Había visitado ese país desde niño y cursé una Maestría de Administración en Atlanta. Además, influyó la presencia de muchos venezolanos y cadenas de medios de comunicación que nos abrieron las puertas”, rememoró.

De hecho, pudo reunirse con Mike Pence, vicepresidente estadounidense, a quien le denunció la persecución contra la disidencia en Venezuela. Asimismo, se reencontró con Gustavo Marcano (Lechería) y David Smolansky (El Hatillo), alcaldes exiliados por circunstancias similares.

Dos oposiciones y elecciones injustas en Venezuela

Lejos de sentirse tranquilo por el hecho de seguir en libertad, Muchacho manifestó su malestar con las directrices de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), especialmente luego de las elecciones regionales y de que cuatro gobernadores electos de tendencia opositora se juramentaran ante la asamblea nacional constituyente (ANC).

“Lamentablemente las elecciones no son una fiesta electoral, sino un arma para aniquilar a la oposición”, analizó el dirigente, haciendo referencia a los comicios municipales pautados para el 10 de diciembre.

Debido a las irregularidades que a su juicio cometió el Consejo Nacional Electoral (CNE) con el cambio de centros de votación; impedimentos para la sustitución de candidatos e incluso la posible manipulación de resultados, dio por sentado que la MUD saldrá derrotada indiferentemente de que acuda o no a las urnas.

“No hay escenario positivo, ni elecciones libres ni democráticas para hacer valer la mayoría. Hagan lo que hagan les irá mal”, sopesó.

Más allá de esa premisa, no ocultó las divisiones dentro de la MUD. Todo lo contrario: las reconoció y acusó a miembros de la alianza de velar porque Maduro siga en el poder.

“Hay dos oposiciones en Venezuela: una colaboracionista que no quiere ser gobierno y otra que está en resistencia, que no quiere convivir sino que quiere un cambio de régimen”, afincó.

Sostuvo que mientras los “colaboracionistas” velan por mantener gobernaciones y alcaldías como si fueran una especie de vaso de agua en el desierto, quienes “resisten” se arriesgan a terminar perseguidos, encarcelados o exiliados.

Acerca de las elecciones municipales, se mostró reacio a acudir a las urnas alegando que no hay condiciones justas. “Participar es hacerle el juego a Maduro”, remató.

Eso sí, exhortó a no satanizar a las personas que sufraguen, pues comprendió que haya personas en municipios históricamente antichavistas —Chacao, Baruta, Lechería, entre otros— en los cuales los habitantes prefieran preservar servicios en materia de salud, educación o de gestión dentro de policías municipales.

Sin expectativas por un acuerdo

A juicio de Muchacho, es imposible que el gobierno pueda respetar ni reconocer a la disidencia. “Son un grupo mafioso delincuencial que se hizo con el poder. No se puede convivir. No hay forma de llegar a un acuerdo mínimo de  convivencia”.

A contraparte, dirigentes oficialistas —los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez— y opositores —Julio Borges y Luis Florido— han insistido en que sostendrán un diálogo en República Dominicana pautado para el 1 y 2 de diciembre.

En el trajín, además de la salida del madurismo del poder, sobre Muchacho persiste el anhelo de finiquitar su exilio. “Cada día aspiro regresar a Venezuela”.


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