Fueron ráfagas interminables. Resultaba imposible distinguir si eran bombas lacrimógenas o perdigones. Hace un mes, los intentos de que entrara en Venezuela la ayuda humanitaria fueron reprimidos violentamente por la Policía Nacional y la Guardia Nacional Bolivariana, que lanzaron bombas lacrimógenas en las localidades fronterizas de Ureña y San Antonio, donde, después de los choques iniciales, se desplegaron colectivos armados que sembraron el terror con disparos de bala.

El sábado 23 de febrero dos de las ocho gandolas que transportaban cargamentos de ayuda humanitaria desde Colombia hacia Venezuela ardían en llamas en Tienditas, el puente que conecta la ciudad de Ureña con Cúcuta, alrededor de las 3:00 pm, en territorio venezolano. Mientras, Nicolás Maduro anunciaba la ruptura de relaciones con el gobierno de Iván Duque.

Los insumos ardían en los camiones, y aun el dolor de quemarse las manos no impidió que una multitud de personas corriera para intentar salvarlos. Eran cobijas, comida, pequeñas cajas blancas que contenían jeringas y otros insumos y medicamentos. Se luchaba para salvar del fuego las donaciones, mientras algunos lloraban petrificados por la frustración.

Los choferes de las gandolas que transportaban los insumos no querían dejar los vehículos. Volteaban y pedían ayuda mientras una lluvia de municiones caía a su alrededor. Solo podían protegerse con retazos de camisas y su único escudo era agacharse para evitar que los impactara algún proyectil. “Vamos para delante, no retrocedas”, fue el grito de un manifestante dentro del cuarto camión, que llevaba como estandarte una figura del Libertador Simón Bolívar.

Los voluntarios luchaban contra los fuertes efectos de los gases lacrimógenos para intentar mover los camiones, mientras que los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana realizaban disparos secos, horizontales y con dirección a los rostros de quienes exigían que se permitiera la entrada de los insumos en el país.

Al grupo de policías y guardias, que se confundían entre uniformes grises y verdes, se sumó otro: el de las camisas rojas. Esos últimos no pretendían quedarse en filas, y bajaban y se escondían entre la maleza, cerca del río, para disparar perdigones y hasta balas contra quien se atreviera a cruzar aunque fuera una caja de la ayuda humanitaria. Usaban escudos de la PNB, pero su identificación principal eran los pasamontañas que cubrían sus rostros: “¡Son colectivos!”, gritaba la gente.

Hubo 315 heridos producto de los enfrentamientos en los pasos fronterizos. 4 personas fueron asesinadas en los límites del país y más de 5 resultaron heridas de perdigón en los ojos. Luego de ese episodio, a pesar de los cuidados médicos, padres de familia, jóvenes y personas mayores no han podido recuperar la visión por el ojo dañado.

Funcionarios de Nicolás Maduro se dedicaron a repeler la entrada de medicinas y alimentos dirigidos a 300.000 ciudadanos en situación de riesgo. Los oficialistas rechazan de forma categórica la llegada de la ayuda a través de la frontera, pues la interpretan “como una injerencia de Estados Unidos”.

La iniciativa impulsada por Juan Guaidó, presidente interino del país, y que había movilizado a miles de simpatizantes en las fronteras, no logró concretarse. La dinámica de la entrega, pese a ser complicada, fue una respuesta urgente a una emergencia humanitaria en Venezuela, y también formaba parte de la estrategia de quiebre de la unidad de los militares.

La situación forzó al menos 1.000 deserciones en la Guardia Nacional Bolivariana, la Policía Nacional e incluso en las Fuerzas de Acciones Especiales, FAES. Agentes y oficiales, que en algunos casos se encontraban de servicio cerca de la frontera, se entregaron a las autoridades de Migración Colombia y pidieron refugio en el país vecino.

A un mes de que la ayuda humanitaria quedara atrapada entre las llamas, diputados a la Asamblea Nacional aseguran que están preparados con una nueva estrategia para que los insumos puedan ser ingresados en el país. Por su parte, Maduro ordenó reforzar el bloqueo en el puente de Tienditas, que une las localidades de Cúcuta y Ureña. Instaló 16 contenedores cargados de piedras y arena que obstruyen los 3 carriles, para reafirmar su mensaje al mundo de que en Venezuela “no existe una crisis humanitaria” y que la ayuda “no pasará”.


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