“Levántese y vístase: estamos aquí para devolverlo a la cárcel de Yare III”. El temor de escuchar unos golpes en la puerta de su apartamento, para que de un momento a otro lo devolvieran a su celda, no dejaba dormir por las noches al abogado Marcelo Crovato, preso desde abril de 2014 cuando se desarrollaron las protestas de lo que se denominó “La Salida”.

Cuando era de día tampoco se sentía satisfecho. Aunque desde febrero de 2015 gozaba de una medida humanitaria de casa por cárcel, permanecer confinado en su casa sin el privilegio de ver crecer a sus hijos más allá de cuatro paredes tampoco era sinónimo de felicidad, a pesar de la compañía que le brindaban sus seres queridos.

En los últimos cuatro años la vida del jurista transcurrió en tensa calma. Estaba tranquilo mientras veía partidos de Boca Juniors u ocupado ayudando a sus hijos con las tareas del colegio, pero esperaba ansioso los traslados a tribunales que se tradujeron en más de 30 diferimientos de la audiencia preliminar. Permanecía recluido sin que le refutaran su inocencia.

Cansado de los aplazamientos, a mediados de marzo decidió darle un vuelco a su vida y huir de Venezuela, aunque ello significara arriesgarlo todo si lo llegaban a pescar en su trayecto hacia la frontera con Colombia.

En un primer lote partieron su esposa y sus dos hijos, por lo que al momento de echar cerrojo a su puerta, apenas echó un vistazo a las fotografías y las cosas que decoraban su sala, sin saber cuándo podría regresar.

“Fue triste y duro dejar el que fue mi hogar por mucho tiempo. Habían objetos que me evocaban recuerdos: ‘en esa cama dormían mis hijos; en este cuarto dormía con mi esposa’. Lo dejé todo, por lo que comprendí a los cubanos cuando huyen a Miami solo con ropa y recuerdos”, rememoró Crovato en declaraciones exclusivas a El Nacional Web.

Deseoso de subir una última vez a El Ávila, adonde hacía excursiones en sus tiempos de Boy Scout, o de dar un paseo por la Universidad Central de Venezuela —casa de estudios en la que se graduó como licenciado en Derecho— tuvo que hacer resistencia. Tampoco pudo despedirse de sus parientes o amigos, como lo hacen a diario quienes se van de Venezuela debido a la crisis que afecta al país.

Con una maleta que contenía un par de camisetas y una computadora, puso en marcha un plan del que solo tenía conocimiento su esposa, pues ni siquiera el resto de sus familiares tuvieron un anticipo por temor de que se filtrara la información.

“No quisimos hacer partícipe a nadie porque este gobierno (con o sin motivos) puede interceder a cualquiera. Tampoco queríamos que algo llegara a los oídos equivocados”, aseveró.

Encomendado a “La Fuerza”

Una vez que Crovato arribó a la frontera, pese a hallarse a solo unos metros de territorio colombiano, vivió sus momentos de mayor tensión durante todo el trayecto.

En las inmediaciones del Puente Simón Bolívar avizoró a efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana y otros cuerpos de seguridad, que de manera aleatoria paraban a transeúntes para revisarles su equipaje y documentos.

“Iba como uno más conversando con la gente. Mentalmente me sentía como un jedi (protagonistas de la zaga de StarWars) pensando la frase ‘no me van a detener’”, revivió.

Llevó su susto. No solo por la cercanía con los miliares: “Detuvieron al que iba a mi lado para preguntarle quién era pero no me pararon a mí”, relató.

Pero el tormento llegó a su fin. Repentinamente mientras seguía su paso notó un cambio repentino en la fachada del edificio que tenía enfrente. Ahora los uniformados eran soldados colombianos y se hallaba, oficialmente, dentro de los límites pertenecientes a Cúcuta.

“Se me aguaron los ojos y me emocioné al notar que volvía a ser libre”, reconoció.

Ahora lo mejor estaba por venir. Por primera vez en cuatro años volvió a caminar con su familia por las calles, compró medicinas para tratamientos médicos que no había podido obtener en Venezuela y dejó de sentir que lo perseguían.

“En un día caminé más que en todo este tiempo y desapareció el stress de estar preso o de que tocaran mi puerta en madrugada para llevarme a un calabozo”.

Detenido por ejercer su profesión 

Marcelo Crovato permaneció preso desde la madrugada del 22 de abril de 2014, cuando acudió en condición de abogado a la residencia de un vecino al que agentes del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) le allanaban su apartamento y su lavandería, por presuntamente organizar las “guarimbas”.

Poco después de que ejecutaron el procedimiento, el Cicpc inculpó a Crovato en el caso de sus clientes, por lo que lo encerraron en un calabozo de la Brigada de Acciones Especiales (BAE) en San Agustín del Sur para luego llevarlo a tribunales, donde lo acusaron de instigación pública, asociación para delinquir, obstrucción a la vía pública y desobediencia de las leyes.

Una semana después lo enviaron a la cárcel de Yare III, donde convivió por nueve meses con presos comunes implicados en presuntos crímenes como asesinato, extorsión y secuestro. Allí permaneció hasta que le otorgaron arresto domiciliario.

De su experiencia con el sistema de justicia, el abogado lamentó la manera en como actuaron jueces y cuerpos policiales: “Vi a quienes ejercen la ley imponiendo una línea de acción distinta a la que el Código Penal establecía”.

El Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la Organización de Naciones Unidas consideró el 17 de enero de 2018 que la detención de Crovato fue arbitraria. Previamente hizo lo propio la ONG Amnistía Internacional, que lo calificó como “preso de conciencia”.

Fustiga que los tribunales hicieron oídos sordos a las solicitudes de los organismos internacionales.

“Eran cosas obligatorias que debían contestar pero uno leía la ley y los jueces ignoraban las solicitudes para no tener que dar respuesta”.

Futuro en Argentina

La estadía de Crovato en Colombia no fue definitiva. Apenas duró poco más de 48 horas, pues luego de completar su huida de Venezuela arribó a Argentina, donde vivió en su juventud y posee doble nacionalidad.

Lejos de olvidarse de Venezuela, ansía colaborar con los presos políticos venezolanos en lo que esté a su alcance, al tiempo que alista reuniones con diputados y no descarta asistir al Congreso de la Nación para dar una ponencia o verse personalmente con el presidente argentino, Mauricio Macri.

“Me encantaría hablar con Macri, no solamente sobre qué se puede hacer para ayudar a Venezuela sino a los venezolanos en Argentina para apoyarlos, porque la mayoría son profesionales, tienen experiencia y capacidad para apoyar a este país que les está abriendo las puertas”, agregó.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!