De verbo duro y ajado, a Marcel Granier, el periodista que irritaba a Hugo Chávez por sus críticas contra el «mar de la felicidad», le duele Venezuela. La decadencia, la escasez, la violencia. Pero sobre todo, lo que le duele es la falta de futuro. El deterioro de la vida en Venezuela, azotada por la violencia y la miseria, ha llevado al país al borde del conflicto. La polarización es evidente y cada vez más tenebrosa: «La situación es tan mala que nos estamos acercando a un desenlace», advirtió quien fuera director general del extinto Radio Caracas Televisión (RCTV), el canal de televisión cerrado por el Gobierno en 2007. Con una inflación disparada, que oficialmente fue de 180,9% en 2015, pero podría alcanzar 800% a final de año, tres ciudades entre las 10 más violentas del mundo y problemas para adquirir alimentos, suministros y productos básicos -«Ya estamos teniendo algunos problemas con la electricidad y el agua»-, la tristeza parece apoderarse del mañana. «La gente sale temprano con mucho miedo, y en la noche, con la oscuridad, tiene aún más miedo. Se va reduciendo el espacio de tiempo en el cual la gente puede vivir», explicó Granier. Y de este, la mayor parte se consume en interminables colas. «La gente está abrumada por la miseria, por la falta de alimento, por la cantidad de horas que tiene que pasar en una cola (…) La tentación de caer en un sistema de tarjetas de racionamiento y de ordenamiento de la miseria es grande», apuntó el periodista y empresario. La «crisis humanitaria», a la que aludió Granier, se traduce en un rechazo social a las violaciones, las injusticias, a la falta de libertad y a «ese discurso militarista que está en todo». Porque ante cualquier dificultad, el Ejecutivo de Nicolás Maduro propone una solución militar. Un alto mando para afrontar una crisis de raticida. «La tentación de ellos -los militares- de afincarse en el poder es muy grande», aseguró Granier. «Son muy poderosos, controlan negocios lícitos, como 11 industrias claves, entre ellas la petrolera, e ilícitos, como el contrabando de gasolina y el tráfico de drogas», agregó. Por eso, la derrota en las elecciones parlamentarias del pasado mes de diciembre no ha hecho más que alimentar los recelos de las facciones más duras del chavismo.  «Ni los militares, ni los cubanos, ni los civiles en el poder han aceptado el resultado», remarcó el periodista tras participar en la conferencia sobre derechos humanos «College Freedom Forum», organizada por la Human Rights Foundation en Guatemala. Tras una fase inicial de «sorpresa» ahora han entrado en una etapa de «negación» intentando «desconocer a la Asamblea», sirviéndose de una Justicia sumisa y recurriendo incluso a la violencia: 7 diputados fueron agredidos recientemente. ¿Cómo reaccionará la sociedad? «Me gustaría decir que la gente se va a rebelar, que va a resistir, pero no sé si tendrán la fuerza para hacerlo», respondió Granier, para quien los sectores jóvenes y algunos nuevos sectores políticos son la gran esperanza para la «resistencia». «Venezuela depende muchísimo del apoyo que sienta desde fuera», y de lo que ocurra en Cuba, puesto que son estos los que ejercen un «control muy grande sobre la sociedad», sobre los sistemas de registro, de ventas y de seguridad, reveló Granier. Por ello, el aperturismo en la isla y el desbloqueo de las relaciones con Estados Unidos «va a afectar indudablemente» a Venezuela. «No sé como será la negociación, si los norteamericanos les pedirán que se ocupen mejor de Venezuela, lo cual sería trágico para nosotros, o le pidan que se retiren de Venezuela, lo cual sería muy complicado», reveló. «Estamos en un juego de perder-perder. Si se van los cubanos, que son muy malos y muy corruptos, caemos en manos de los militares que son tan malos y tan corruptos como los cubanos y menos hábiles en el manejo de la política. Yo creo que entonces vendría un endurecimiento de la línea política y habría mucha confusión», añadió. Granier recordó que Maduro no es Chávez: «Es un prisionero de los cubanos por un lado y por otro de las bandas narcomilitares». Un secuestro que, en su opinión, está arrastrando a todo un pueblo. «Un pueblo al que no sé a qué está esperando el mundo para rescatar». agregó.


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