El padre jesuita Luis Ugalde no se va por las ramas. Sus planteamientos son directos y concisos, pues considera que la situación es tan grave en Venezuela y la crisis se acelera tanto cada día que ya no se puede hablar con eufemismos, como bien ha señalado en sus artículos de opinión. Hoy compara la situación del país a la de un enfermo grave que agoniza. De allí su exhorto a todos los sectores a actuar sin dilación para que la nación no perezca.

En febrero de este año el padre Ugalde ingresó como individuo de número de la Academia Nacional de la Historia, y entre 1990 y 2010 fue rector de la Universidad Católica Andrés Bello. En este momento es de la opinión que la crisis política tiene posibilidades expeditas de resolución, pero el descalabro económico, que tiene un profundo peso sobre la población, tardará mucho más en solventarse. “Proponer abiertamente las vías de solución no es delito, pero sí lo es ocultar con cinismo, disimular con el silencio y agravar con la inacción”, puntualizó.

—Usted ha propuesto como salida a la crisis la renuncia del presidente Nicolás Maduro, ¿hasta qué punto es viable su planteamiento?

—Toda renuncia es inducida salvo que el gobierno, si fuera razonable, admitiera que es un desastre. Para inducir la renuncia se requiere de cuatro cosas: un consenso internacional de los demócratas; el malestar de la inmensa mayoría de los venezolanos; la unión y movilización en función de los liderazgos no solo políticos, sino también de la sociedad civil, los gremios y el empresariado; y, por último, la Fuerza Armada. En los dos últimos elementos está la falla. La Fuerza Armada tiene que rescatar su misión de defensa de la Constitución. Que los militares también hablen; no pueden mirar para otro lado porque los cuarteles están peor que nosotros. En el momento en que coincidan estos cuatro elementos y el grito sea uno solo, negociamos la salida.

—¿Tiene asidero luchar por unas elecciones libres en las actuales condiciones?

—El 20 de mayo no hubo elecciones, eso fue negado por el gobierno. La gran unidad nacional que propongo es la de todos los venezolanos que coincidimos en tres cosas: la votación fraudulenta de mayo no legitimó la prolongación de Maduro seis años más, la violación sistemática del artículo 2 de la Constitución hace que Maduro no tenga legitimidad de ejercicio y la convicción de que la inhumana situación actual de Venezuela no es prolongable, significa defender la muerte y eso es lo que está diciendo el gobierno. El hambre de la gente es hoy mucho mayor que el 20 de mayo y mañana será peor. Hay que atacar ya la hiperinflación, no después de que tengamos un nuevo gobierno democráticamente elegido. La realización de elecciones libres tiene que ir precedida de la restitución de la Constitución y con esto vendría la eliminación de la constituyente, los cambios en el CNE, la liberación de los presos políticos y la validación de los partidos y de los dirigentes.

—¿En qué se sustenta la ruta que propone para la reconstrucción del país?

—La actual realidad de muerte, con votaciones o sin ellas, es causada por la insensata política impuesta por el gobierno que ha fracasado en todas las áreas. Frente a la tiranía, todos, civiles y militares, estamos obligados a actuar para restablecer la Constitución. Luego de la renuncia de Maduro y la salida de la vicepresidente (Delcy Rodríguez), correspondería un gobierno de transición presidido por el presidente de la legítima Asamblea Nacional y la integración de una junta de gobierno civil con participación militar y representación empresarial y trabajadora, para tomar de inmediato las medidas de ayuda humanitaria, frenar la hiperinflación, y establecer las condiciones y garantías jurídicas para la reactivación económica. Es un enfermo que se nos muere y nadie puede estar actuando como está, ni siquiera la Iglesia.

¿Cómo se alcanza el consenso cuando todos los sectores, en especial en la oposición, tienen una agenda propia?

—La casa está ardiendo y no pueden estar cinco partidos y nueve asociaciones discutiendo cómo quedan. Solo cuando apaguemos el incendio podremos ir a elecciones. ¿Qué es lo que falta para que los partidos se pongan de acuerdo? El repudio de la población. Ellos deben estar conscientes de que la población está harta porque tiene una urgencia. No se trata de cuotas de poder ni de protestar en Quinta Crespo por harinapan. Los problemas no se resuelven mientras no cambiemos el modelo y mientras no renuncie Maduro. Hay que conectar la organización social con la movilización. Todos somos una organización distinta, pero en esto nos unimos todos.

—¿Por qué cree usted que Maduro cierra las puertas a la ayuda humanitaria?

—Maduro tiene un empeño en no admitir que hay crisis humanitaria y en no permitir el ingreso de la ayuda. En la teoría política se dice que el buen gobernante busca el bien común y el bien común está establecido en la Constitución. Cuando un gobernante se convierte en el mal común, pasó de legítimo a tirano y eso es Maduro, y él lo sabe, no hace falta que se lo diga yo.

—Maduro considera que las excarcelaciones de algunos presos políticos abren la vía para la pacificación en el país.

—En la pacificación de Caldera quienes estuvieron en la guerrilla se les permitió ser diputados, ministros, embajadores y hasta rectores de universidades. Se les permitió integrarse a la sociedad. Esa voluntad no la hay, el gobierno libera con condiciones a unos presos y al mismo tiempo amenaza a Julio Borges si vuelve al país. El gobierno les dice que piensen diferente, pero sometidos a mí, y eso es totalmente inaceptable. Solo estamos sometidos a la carta magna. Sin embargo, el  gobierno está alzado contra la Constitución.

—¿Por qué el gobierno no ha liberado a presos como Leopoldo López o Raúl Isaías Baduel?

—Las excarcelaciones son para legitimar al gobierno, lo dijeron los cardenales y estoy de acuerdo. Los presos políticos que valen mucho los mantienen como rehenes. Aquí no hay ningún diálogo, sino un intento de lavarse la cara y afortunadamente ni dentro ni fuera del país se lo creen. Ni siquiera las familias de los excarcelados que han sido tratados como ciudadanos de segunda al imponerles medidas cautelares, como la presentación periódica ante el tribunal.

—¿Por qué el Papa no ha sentado una posición más enérgica sobre la situación en Venezuela?

—El Papa ha mantenido la distancia diplomática que debe tenerse sobre Venezuela. Considera que son los cristianos, los obispos y los curas venezolanos quienes deben intervenir en los asuntos internos. Estoy en desacuerdo con quienes cuestionan al Papa. La gente cree que él debe venir y resolver esto, pero es responsabilidad nuestra. El Papa bendice la maravilla de trabajo de la Conferencia Episcopal a través de los obispos, al igual que está sucediendo en Nicaragua. Ha hablado de forma directa sobre lo que ocurre en el país. No se puede callar cuando se está entre la vida y la muerte. Cuando un gobierno se convierte en un gobierno de muerte, no queda más remedio que meternos.

“La actual realidad de muerte, con votaciones o sin ellas, es causada por la insensata política impuesta por el gobierno. Frente a la tiranía, todos, civiles y militares, estamos obligados a actuar”

Padre Luis Ugalde

 


Sin derecho a la vida

El principal derecho violentado en el país es el derecho a la vida, afirmó el padre Luis Ugalde. Sostuvo que el gobierno vulnera el artículo 2 de la Constitución,  según el cual Venezuela es un Estado democrático, de derecho y de justicia; y la preeminencia de los derechos humanos. Como consecuencia de esto, aseguró, toda la carta magna se convierte en letra muerta. 

“La constituyente ilegítima se inventó precisamente para quebrar la Constitución. Se convirtió en la supraconstitucional, como lo dijeran los dictadores.  Por eso la inmensa mayoría de los 30 millones de venezolanos debemos unirnos para invocar el artículo 333 para el restablecimiento de la vigencia constitucional”, indicó Ugalde.

El sacerdote jesuita puntualizó que urge una Fuerza Armada decidida a restablecer la carta magna y los derechos humanos violados. “La prisión política de cerca de 200 militares, sin respecto a sus derechos humanos, revela que a la tiranía le queda la represión como último recurso y que la Fuerza Armada quiere cambio”.


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