Ni la intimidación ni las amenazas de quitarles las bolsas de comida callan el descontento de los habitantes de La Quebradita y La Vega. En esas zonas populares del municipio Libertador las protestas son por falta de alimentos, y de eso culpan al gobierno. 

«¿Me puede regalar una empanada?», preguntó un niño a una señora que compraba chicha a un vendedor informal en La Vega. El puesto está frente a una escuela. Justo allí, el 2 de junio, los vecinos protestaron para exigir comida. Fueron reprimidos por la PNB con gases lacrimógenos y perdigones. 

La señora le regaló lo que tomaba al niño y después contó: «La gente bajó de La Veguita, Los Bloques y el Bulevar. 

No por un partido, fue porque no hay comida». A pocas cuadras hacían cola frente al Mercal para comprar la bolsa de alimentos. 

Los CLAP no llegaban desde marzo y aparecieron después de la protesta. Los habitantes se quejaron de que apenas les alcanzan para dos semanas. 

«Llegan los CLAP cada dos meses, pero uno lo que desea es ir a la bodega y comprar lo que quiera. Aquí hay descontento, la gente no está conforme con esto», manifestó otra señora. 

«Territorio chavista» se lee en un grafiti en una pared en La Vega. A pocas cuadras, un señor que compraba mangos aseguró que era chavista pero que ahora en su casa no había comida. «El gobierno no quiere entender que no estamos bien. Dicen que somos terroristas, pero no. Queremos soluciones», expresó. 

En La Quebradita vecinos decidieron que había llegado la hora de protestar. El martes en la noche trancaron la calle, querían comida. La PNB reprimió no solo a quienes protestaban, sino a todos los habitantes de la zona, lo cual provocó indignación. 

Ahora ­afirman­ los vecinos­ se sumaron más a la protesta, que agregó otro cariz: rechazar la represión. «¿Por qué tienen que maltratarlo a uno de esa manera por el derecho de protestar? Creo que eso más bien va a agudizar las protestas», dijo uno de los manifestantes. 

Los habitantes denunciaron que los amenazaron con quitarles las bolsas CLAP si volvían a cerrar calles. 

«A pesar de la represión la gente se está incorporando. 

Hay un despertar de conciencia. Antes nos lanzaban piedras si protestábamos, ahora se unen», indicó una vecina de El Valle, que ha visto llegar la represión de la PNB y GNB primero que la comida. 

«Aquí no hay garantía de nada. Hoy como una arepa, mañana no sé si comeré. Me preocupan los carajitos», señaló un residente de un edificio adyacente a un centro de distribución de los CLAP. 


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