(Para Cristina)

1.

En la oportunidad en que le preguntaron a Johann Wolfgang von Goethe por qué la imagen del mundo que ofrecía en su obra poética era tan elegíaca, respondió:

―No hace falta más que asomarse a la ventana cuando los barrenderos entran en acción y una vez que han limpiado las calles, apreciar la presencia de los niños con sus juegos y sus voces. Pues bien, esos son los dos símbolos de la destrucción constante del mundo y de su eterno rejuvenecimiento, casi simultáneamente. Destrucción y rejuvenecimiento.

Eran los tiempos “del agua va”, que hacía tan difícil el tránsito por la calle del hombre de a pie. Los de mejor pasar lo hacían en carruajes, sin mucha consideración por lo que depositaban las caballerías en la calzada, hasta que la situación la remedió el motor de combustión.

Sobre la destrucción a la que se está sometiendo al planeta como hábitat humano hablan hoy voces muy autorizadas. Yo voy a tratar de hacerlo desde el punto de vista del rejuvenecimiento, teniendo en cuenta esa consigna de que, “a la historia le horroriza el vacío y los seres humanos raramente se sienten satisfechos con lo que tienen”.

Goethe es el poeta emblemático de Alemania. Fue considerado en su tiempo como un maestro de la vida y gozaba de una memoria fotográfica, eso que los psicólogos llaman eidetismo.

Pero en medio de la destrucción y el rejuvenecimiento se encuentra, como puente, la transitoriedad, lo pasajero, lo efímero y, si me acompañan, quiero emprender este recorrido cruzando ese puente, a partir de la época en la que se produce el movimiento conocido como el humanismo hasta nuestros días, época en la que con la invención de la imprenta aparecen la opinión pública, la inversión diametral de la autoridad y el gran avance hacia la ciencia experimental. La puesta en marcha en 1936 de la inteligencia artificial (AI) en sus tres fases hasta el que se anuncia como el transhumanismo, del que se ocupa el físico Max Tegmark en su escalofriante libro Life 3.0 (Vida 3,0), deja una puerta abierta para un nuevo renacimiento.

2.

En 1923, Nicolás Kondratiev, que era el director de la oficina de estadística de Moscú, escribió un artículo que fue traducido en 1928 al inglés con el título Business Cycles (Los ciclos de la economía) (1). De acuerdo a este artículo, los ciclos de la economía se repiten cada 50 años en dos fases: la fase A es de crecimiento, la fase B, de recesión. Esto funcionó como si fuera un metrónomo hasta que se produjo la llamada segunda muerte de Kondiatrev. Murió, de hecho, en 1938.

Para dar una ejemplo de cómo funcionan los ciclos de Kondiatrev, la constatación fue la siguiente: entre 1948 y 1973 se produjo la fase alta de uno de los ciclos; de 1984 a 1977 la fase baja y la alta debería haberse producido desde entonces hasta 2027. Un siglo antes la apreciación había sido la siguiente: de 1849 a 1873 se aprecia una fase de crecimiento; de1873 a 1897 se produjo una gran recesión y una nueva fase de crecimiento después de 1898 a 1923. Todo iba funcionando con la regularidad, como dije, del metrónomo que marca en la música los tiempos, y en ese sentido hasta el 2020 la etapa debería haber sido de intenso crecimiento, pero en el 2008 se produce la quiebra de la Banca Lehamns Brothers y se genera una crisis con características muy peculiares, que Thomas Piketty señaló en su obra, Las desigualdades mundiales. Si las diferencias entre pobres y ricos en lo que se refería a ganancias había sido un 25% durante los últimos cincuenta años, la crisis iban a incrementar esta diferencia entre ricos y pobres hasta en un 100%. O sea, que la crisis hizo mucho más ricos a los ricos y mucho más pobres a los pobres.

Y lo peculiar de la crisis es que se produce en la época en que se habla de homo digitalis o la época en que comienza a funcionar cada vez con mayor consistencia la inteligencia artificial.

Iniciemos, pues, el recorrido.

En 1936, se produjeron dos hechos, a mi manera de ver de suma importancia, en dos de los campos del saber humano. En el terreno humanístico, aparece la obra de Jorge Luis Borges titulada La historia de la eternidad. Más filosófica que literaria, esta obra de Borges admite como paisaje crepuscular la concepción de Plotino en La quinta Enneada sobre la cuestión implícita: ¿cómo sabemos lo que sabemos? o dicho en otras palabras, en qué consiste la teoría del conocimiento.

Como es sabido, Borges no fue un amante, ni siquiera un admirador de la literatura clásica española. Lo fue de la sajona. Cuando la Corte Suprema Argentina declaró, algún tiempo después de la muerte de Borges, a María Kodama, heredera universal de los bienes de Borges, entre los que se contaban el apartamento donde habían vivido, la biblioteca y, naturalmente, los derechos de autor, me encontraba yo en aquellos días de paso por Buenos Aires y tuve la oportunidad de entrevistar a María Kodama. Al finalizar la entrevista, le pedí que me permitiera echar un vistazo a la que había sido la biblioteca de Borges. A una primera inspección, vi El Quijote, algo de Quevedo, pero de repente me extrañó encontrar en la parte donde estaban reunidas las obra inglesas, La conversión de la Magdalena, de Pedro Malón de Chaide.

―Es un autor que le gustaba a Borges, dijo María Kodama, cuando le comenté sobre mi extrañeza.

Ella sabía como yo que justamente La historia de la eternidad comienza con una cita de casi media página de La conversión de la Magdalena. De manera que la especulación estaba servida: ¿por qué este aprecio de Borges por Malón de Chaide?

Una de las razones tenía que ver con el estilo. La otra razón podría haber sido que Malón de Chaide es uno de los primeros autores españoles que da entrada en esta obra al humanismo de Marsilio Ficino. La obra de Malón de Chaide no solo maneja el sentido musical de la prosa con una sonoridad heredada de una intensa lectura de la poesía de Virgilio, el poeta romano bucólico por excelencia. De hecho, cuando le preguntaron a Azorín en una oportunidad que cuál era el mejor verso de la literatura castellana, no dudó en responder: es de Malón de Chaide y dice así: Al cordero que mueve con el cándido pie el dorado asiento.

Pero, por otra parte, uno de los libros que mayor influencia ejercieron sobre Malón de Chaide fue la traducción que Marsilio Ficino había hecho por encargo de Cósimo de Medici del Corpus hermeticum de Hermes Trismegistro.

Malón de Chaide no quiso publicar su obra en vida porque sabía lo que había ocurrido con su maestro y hermano de hábito Fray Luis de León a quien la Inquisición persiguió con tanta saña; pero conocía también por sus estudios en el Trilingüe de Salamanca que había dos maneras bastante polémicas de interpretar la morfología y la fonética del idioma griego: la erasmista y la reuchiliniana.

De esa manera entra en contacto con Johannes Reuchlin y su obra, uno de los artífices del humanismo, obra y autor bastante desconocidos fuera de Alemania, por cierto.

El Corpus hermeticum había llegado a Florencia de manos de uno de los monjes huidos de la toma de Bizancio en un códice que no corrió el triste destino de los 900.000 que según cálculos fueron reducidos a cenizas en esta segunda quema de la biblioteca de Alejandría.

Sobre la razón de aquella quema, se cuenta que Amr, el hombre al cargo después de la caída de la ciudad en manos de los turcos, ante la pregunta de qué es lo que debía hacerse con aquella biblioteca, el sultán Oman tardó veinticuatro días en responderle, y al fin de este tiempo, su argumento fue el siguiente: “Todo libro habla bien o mal del Corán. Si habla bien, es inútil y si habla mal hay que quemarlo”. Palabras cuya resonancia no parece haberse extinguido ni en las llamadas fake news o en las falacias y sofismas con las que se trata hoy de razonar sobre cosas contradictorias a un mismo tiempo.

El Corpus hermeticum concluye la primera página con unas palabras con las que el espíritu que se le aparece en sueños a Hermes, le conmina: ¿qué es lo que quieres saber, ver, conocer y aprender a través del conocimiento?

3.

Cuando en una de las visitas que como abogado imperial tuvo que hacer a Roma Johannes Reuchlin, con una parada obligada en Florencia para encontrarse con Pico della Mirandola, este, después de que el griego Agriopulos hubiera constatado el gran nivel del manejo del idioma griego que ostentaba el visitante, proclamando en consecuencia: “Hoy el griego ha atravesado los Alpes”, dio, no obstante, a Johannes Reuchlin todavía un consejo más: “Es preciso que te inicies en el estudio del hebreo por todo lo que significa el problema de los números”. Con el tiempo, esa cultura y el idioma hebreo se convertirían en la tercera pata del trípode del que se sirvió Johannes Reuchlin para fundamentar el movimiento humanista.

De la cultura grecolatina derivaron los humanistas tres principios de acción: una nueva interpretación de la autoridad, la creación de la opinión publica (al alcanzar las obras de Lutero 600.000 copias) y la fuerza del poder que tiene la información. Para ello, se hacía necesario dar un vuelco a la concepción de la autoridad y en este sentido había que divinizar al hombre y humanizar a Dios: el homo divinus y el deus humanus. El escritor israelí Yuyal Noah Hadibi ha publicado en estos días, con el el título de Homo deus, una de las obras de mayor resonancia mundial, de éxito y de ventas.

Esta ansia por el conocimiento de que en La historia de la eternidad de Borges es ostensible, a todas luces, la necesidad de conocimiento del ser humano para comprender su condición temporal. Plotino habló del nous como un trascendental fuera de la realidad humana del que deriva el conocimiento humano que se produce por iluminación de ese nous. Se conoce esa doctrina como la teoría del iluminismo que matizarían después San Agustín y la Escolástica. San Agustín situaba en Dios la fuente del conocimiento como sol de los espíritus. La Escolástica sentó el principio de que nada hay en el intelecto sin que antes hubiera estado previamente en los sentidos.

El segundo acontecimiento, de igual o todavía mayor importancia que el anterior, ocurrido también en 1936, lo protagoniza un joven matemático inglés al poner en marcha la inteligencia artificial, la IA, que abre definitivamente el camino hacia un nueva etapa en la que las consecuencias no son todavía previsibles: “Todas las estructuras que existen matemáticamente, existen físicamente”. ¿Qué significa esto?

Allan Turing, matemático de Cambridge, demostró que, en principio, un sistema matemático que ahora se conoce como la máquina universal de Turing puede llevar a cabo todos los cálculos posibles. Turing fue contratado por el servicio secreto británico y durante la Segunda Guerra Mundial logró descifrar los códigos secretos de la llamada operación enigma de la Wehrmacht o ejército nazi. Aseguran los historiadores que esta operación acortó en unos dos o tres años la duración de la guerra. Turing se dedicó a trabajar durante el resto de la década de los 40 para construir un modelo físico aproximado de su máquina, contribuyendo así al diseño del primer ordenador o computador en Manchester en 1948. La idea era que este artefacto se pudiera desempeñar como IA, como inteligencia artificial. Un neurólogo Warren Mac Cullock y el matemático Walter Pitts se aliaron con Turing, publicando un artículo con el título: Un cálculo lógico de las ideas inmanentes en la actividad nerviosa. Se sirvieron de la lógica proposicional de Bertrand Russell y de la teoría de la sinapsis de Charles Sherrington. Era el apagado o encendido de las células cerebrales en analogía con el verdadero o falso de la lógica proposicional. Se creía entonces que el lenguaje natural puede ser reducido a la lógica.

Es así como nace la inteligencia artificial.

El próximo paso, en 1950, fue el de los lenguajes de programación de las nuevas máquinas virtuales. A finales de la década de los 50, se produjo el hecho de que una máquina llamada Samuel logró ganar en el juego de damas al inventor de la misma. A finales de la década de los 50, se crea la Máquina de la Teoría Lógica que logró demostrar los 18 teoremas lógicos principales de Russel y no solo eso, consiguió una prueba más elegante para uno de ellos. A esta máquina le dio el nombre de GPS, o Solucionadora General de Problemas.

Uno de los problemas que resolvió fue el de los misioneros y los caníbales. Tres prisioneros y tres caníbales se encuentran en la rivera de un río que deben que atravesar. Disponen de una barca con capacidad solamente para dos personas. ¿Cómo puede cruzar el río todos sin que el número de caníbales sea mayor del de misioneros en cada una de las riberas? (2).

Cuando murió Johannes Reuchlin, Erasmo de Rotterdam, su compañero en la tarea de la expansión del humanismo en Europa, escribió una bella oración fúnebre que comenzaba con las siguientes palabras: “Al principio fue un rumor, pero ya ha sido confirmado que uno de los 6000 humanistas activos ha fallecido”.

Pues bien, el campo de la inteligencia artificial en sus tres frases no solo debe ser seis mil, sino que el número de especialistas dedicados a la AI podría estar multiplicado ya por diez.

Tanto los chinos como los americanos están hoy al frente de los avances más significativos en AI. Este no es el caso de los europeos que avanzan un tanto a remolque de lo que aquellos han logrado. A fin de corregir esta desventaja, se ha propuesto la creación del Laboratorio Europeo para el Aprendizaje y Desarrollo de la AI, en las siglas correspondientes sería el Ellis. Ya había sucedido algo parecido con el EMBL, el Laboratorio Europeo de Biología Molecular el cual cuenta con un Premio Nobel otorgado a uno de sus miembros. Los países que participan en el Ellis a través de sus institutos más importantes de investigación son Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza y adicionalmente Israel. El INRA de París, las universidades de Tubinga y el Max Planck, el Tecnológico de Zúrich, Cambridge y Oxford y la Universidad de Jerusalén son las instituciones que más resaltan.

La idea es reclutar estudiantes de posgrado para que bajo la tutela de expertos en la materia puedan iniciar una avance estratégico lo más pronto posible y con los recursos necesarios tanto para la investigación como para la financiación académica de quienes participen en el Instituto.

Europa ha sido pionera en muchas otras empresas científicas y no quiere perder el juego de la comba.

4.

Max Tegmark (3) que dirige el departamento del Futuro en el Instituto Tecnológico de Massachusetts ha dicho hace poco que la conversación más importante del momento (científicamente hablando) es la de la inteligencia artificial. Tegmark es profesor de física en el Instituto Tecnológico de Massachussets y uno de los especialistas mundiales de mayor prestigio en Inteligencia artificial, publicó recientemente un libro, traducido ya al castellano con el título Vida 3,0. Augura en este libro una tercera edad llamada vida tecnológica. No es fácil definir la vida, según Tegmark, pero hay dos aspectos determinantes en los que se manifiesta, son la complejidad y la reproducción.

Cuando una bacteria, cuya aparición data de hace cuatro millardos de años, según cálculos, hace un copia de su DNA, no crea nuevos átomos sino que un conjunto de ellos se organizan de igual manera en que lo están en el original. Esto autoriza a decir que la vida de estas bacterias es un sistema de información de su auto reproducción, cuya información (software) determina el conjunto de su comportamiento y la imagen de su hardware.

Como el universo está en constante evolución, la vida también evoluciona en complejidad e interés, de tal manera que se puede clasificar en tres niveles. El 1.0, 2.0 y 3.0. En el 1.0 en el que aparecen las bacterias hace cuatro millardos de años, software y hardware simplemente evolucionan.

En el 2.0, evoluciona el hardware, pero el software ha sido diseñado previamente. El software equivale al aprendizaje mediante el cual el hombre ha llegado a reunir una sabiduría colectiva. Corresponde este estadio a la vida humana. En el 3. 0 es el estadio en el nivel tecnológico en el que tanto el hardware como el software se diseñan a sí mismos.

No hay una ley de la física, dice Tegmark, que impida a un ordenador superar al cerebro humano. El Sunway Taihu Light, el más potente ordenador que existe tiene ya una capacidad superior en algunas funciones. Su costo ha sido de 300 millones dólares. Si se produce esa fusión entre el hombre y la máquina estaríamos hablando de un fenómeno que una palabra que habrá que utilizarla con mucho cuidado, la trashumanización.

Recientemente, ha aparecido en Francia bajo el título: Es necesario decir que los tiempos han cambiado (Crónica febril de una mutación inquietante), sin aparato alguno de diseño en portada, la obra de Daniel Cohen, director de Departamento de economía de la Escuela Normal Superior en París. El título es por demás expresivo, como lo es la urgencia y precisión con la que ha sido escrito. Uno de los puntos de este libro sobre el cambio que está en marcha habla de un paralelismo con lo que sucedió hace 500 millones años en la llamada explosión cámbrica en la que se produjo el big bang de la vida en la tierra, en cuyo curso las formas de vida se han multiplicado. Si las máquinas pudieran compartir sus conocimientos con otras máquinas –con los ordenadores cuánticos de los que ya se habla– el cambio revolucionario significaría algo que escapa a nuestra imaginación actual.

Pues bien, el el libro de Daniel Cohen concluye con estas palabras: “Es necesario sobre todo reinventar una crítica social y artística que abra una brecha en la manera en la que el nuevo imperativo de crecimiento encuentre una vía de configurar nuestras vidas”. Y continúa, citando a Aldo Schiavone: “Necesitamos un nuevo humanismo a fin de construir una realidad integrada y global a la medida de nuestras responsabilidades”(3).

Cuando apareció el humanismo, que tuvo una duración de 89 años, se necesitaron dos siglos para que en el siglo 18 se diera a aquel movimiento, por los cambios que supuso (sin excluir guerras como la de los Treinta Años, que ocasionó más muertos, solo en Alemania, que la Segunda Guerra Mundial), el nombre con que lo conocemos hoy de “el renacimiento”.

Dentro incluso de este mismo siglo, según Max Tegmark, los hechos que ya están ocurriendo tendrán una entidad compleja y el nombre que le corresponde, es el de trashumanismo. Teniendo esto en cuenta, a quien esto escribe le parece oportuno alertar que estamos a las puertas de un nuevo renacimiento, con igual o tal vez más acentuada incertidumbre que la que Johannes Reuchlin y sus contemporáneos experimentaron frente a lo que ellos mismos habían desencadenado durante aquel glorioso período.

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Notas

(1) Cfr. Boden A. Margaret: Inteligencia artificial (Traducción de Inmaculada Pérez Parra). Madrid: Turner, 2016.

(2) Cfr. Cohen, Daniel: Il faut dire que les temps on changé. Chronique (fiévreuse) d’une mutation qui inquiete. París: Albin Michel, 2018.

(3) Cfr. Tegmark, Max: Life 3.0. Nueva York: Alfred A. Knoph, 2017.

(4) Cohen, Daniel, o.c., pág. 239.


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