Santiago Pol llama a su modo de afrontar el diseño “olfato visual”. Un oxímoron adecuado para quien rastrea estímulos sensoriales. Tiene la actitud de un sabueso gráfico comprometido con la comunicación directa y el conocimiento empírico y actual: “Siempre trato de tener un conocimiento que se comunique con mi público. Cuando hago un cartel no tengo ninguna pretensión histórica. Mi mensaje está hecho para ser comprendido de forma inmediata”. Él escucha las voces del entorno antes de trazar alguna línea sobre el papel. El diseño no comienza al interior de sus ideas, deseos o costumbres sino fuera; donde el ruido, los afectos y la velocidad de la urbe compiten por hacerse un lugar en la imagen.

El mundo –el concepto o el producto­– del cual hablan sus carteles es colectivo, lo comparte con la mayoría de la gente. Tal como hicieron en su momento El Bosco, Brueghel y algunos otros pintores del siglo XVI, utiliza refranes del imaginario popular. Así accede al germen de la cultura y construye un discurso digerible: “El inspector es una rata” en el cartel sobre la obra de Nicolás Gogol El inspector, “El Quijote es una vainita” para la muestra El Quijote gráfico, “Nos estamos comiendo un cable” en El paquete realizado para el Movimiento al Socialismo (MAS) o “Esto es un mango bajito” en uno diseñado para 18° aniversario de la Escuela de Cine y Televisión. Semejantes referencias expanden el mensaje del cartel más allá de su funcionalidad como medio de información: lo insertan en un imaginario local o global. Santiago Pol trabaja apegado a valores culturales y no a sujetos: por eso en los carteles casi no hay rostros sino cuerpos alterados, intervenidos, re-ensamblados. También animales, alimentos y signos gráficos. Si hace una pieza para una obra de teatro no toma como idea un personaje, un actor principal o un director. Tampoco lo hace si se trata de una película. Aprovecha los conflictos presentes en la historia y construye una expresión gráfica a partir de las tensiones dramáticas. Ello le permite dejar a un lado las perspectivas biográficas o las rememoraciones históricas.

Los carteles nunca proponen una lectura cerrada, homogénea. Tampoco hay historias mesiánicas ni voces dominantes, no hay trabajos sobre el poder. Cuando le ha tocado abordar temas políticos, selecciona la voz de la gente. Las imágenes no provienen de historias titánicas, ideologías totalitarias o grandes conflictos de la humanidad. Son fragmentos de vida, de lo atrapado en la calle cuando se está caminando; objetos de la vida común reorganizados alrededor de la paz, el amor, lo erótico, el medio ambiente, la cultura cinematográfica, la poesía, la alimentación, la salud, la música o el teatro.

Pol ha investigado el color como concepto, discurso cultural y vehículo de las emociones: “El color ocupa en mi obra un espacio tan importante como el dibujo”. Ha elaborado una iconografía propia sustentada en objetos paradójicos o ambivalentes, y en símbolos oportunos para sugerir múltiples lecturas: “En mi obra aparecen reiterados símbolos: las manos, los lápices y las huellas. No escapo, al igual que muchos creadores, de determinada simbología”. Ha utilizado diferentes técnicas como el fotomontaje, la ilustración, el collage, la escultura y la ilustración digital; siempre desde una orientación distinta. Su sensibilidad gráfica está adiestrada en los paisajes, olores y sabores criollos. Gusta de la imagen cocinada a fuego lento en las aceras de Caracas, San Felipe, Barquisimeto o cualquiera de las ciudades donde ha transitado. Los carteles están condimentados con lo extraído de la realidad, pero mezclados con una sazón propia; sin reducirlos o diluirlos. Sus imágenes pertenecen al mundo real. Sin embargo, las composiciones, sintaxis y recursos retóricos pueden dejarlas cerca de la ficción. Es el caso de los objetos imposibles.

Cada trabajo es un universo abierto a la duda y al capricho, al juego y a la participación. Los modulares están diseñados para compartir el proceso creativo, permitir la complicidad. ¿Cómo llegó ahí ese objeto? ¿Por qué usa de forma tan particular los recursos gráficos? ¿A qué se debe ese cromatismo tan intenso? ¿Por qué se agrupan así todas esas figuras? ¿Por qué comparte la composición con la gente? No hay respuestas literales: “A mí lo que me apasiona es precisamente en cada trabajo descubrir cosas que yo nunca sabía ni sospechaba que podía hacer”. Santiago Pol promueve la fantasía. Gusta de las formas ambiguas, fragmentadas o híbridas: objetos imposibles en las paredes del mundo físico de lo posible. Desproporciones que parecieran no estar a la vista, sino vociferándole a la gente desde su inconsciente, apelando a sus sueños y no a la razón. Los carteles mueven a la disputa, provocan el estremecimiento y a veces el disgusto.

El público de sus obras está conformado por ciudadanos abordados sin permiso, intimidados, chocados y sorprendidos repentinamente por la potencia de armonías cromáticas vehementes y figuras en tránsito hacia lo inverosímil: una claqueta alfombra voladora, un hombre puño, un lápiz “triki-traki”, un libro trompo o un pincel enchufe. Santiago Pol es un alquimista del color. Un diseñador de polifonías. También un agitador cultural dado al arrebatón creativo, al grito repentino, al fogonazo, a la bofetada gráfica. Sin embargo, no pierde de vista su misión, tampoco olvida sus deudas ni su responsabilidad: “Un artista de carteles tiene la obligación de interpretar en primer lugar lo que le pide un cliente y luego llevar ese mensaje a un público que debe comprenderlo de manera puntual y precisa”.

Los carteles no son sus obras plásticas –esto no es posible para un diseñador–, son provocaciones; una incitación a crear el mundo entre todos. Un llamado a la memoria común. El ciudadano no debe esconderse detrás del espectador. Tiene la misión de salir adelante y estar activo. Santiago Pol sabe, como el poeta Roberto Juarroz, que

“El mundo es el segundo término

de una metáfora incompleta

una comparación

cuyo primer elemento se ha perdido”.

Por eso, la invitación de Pol es a la complicidad: a buscar juntos, a transitar por su universo gráfico de forma colectiva.

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Aquí se puede ver el documental “Autojalada” sobre el trabajo de Santiago Pol:

https://vimeo.com/64391997


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