Hace un año, las calles de la ciudad de Charlottesville se llenaron de supremacistas blancos. Agitando antorchas, la turba gritaba “los judíos no nos reemplazarán” y ondeaban banderas confederadas. Era una manifestación para proteger la estatua del General esclavista Robert E. Lee, que el gobierno local había decidido retirar. Rápidamente, la manifestación “Unite the Right” (https://es.wikipedia.org/wiki/Manifestación_Unite_the_Right) en un choque violento: de un lado, supremacistas nacionalistas, del otro, el ala beligerante de la izquierda norteamericana, conocido como “Anti-Fa” (antifascista).

Así, la ilusión de una Norteamérica post-racial, con un Presidente negro a la cabeza, quedó hecha añicos. En lugar de reconciliar la sociedad con ella misma, los Estados Unidos jamás han lucido tan divididos. Después del mirage Obama, la cruda realidad del racismo ha vuelto a asomar su cabeza. Un presidente soez, sin ninguna clase, capaz de molestar mujeres e insultar mexicanos, con un manejo del inglés que no pasa del segundo grado; es la encarnación de todas las fobias y complejos que los norteamericanos reprimieron durante ocho años.

Es difícil entender las tensiones raciales en los Estados Unidos. Es un país que masacra a su juventud afroamericana de manera ostensible y abierta, (https://www.nbcnews.com/health/health-news/police-killings-hit-people-color-hardest-study-finds-n872086) mientras el Ejecutivo indulta escoria humana como Joe Arpaio (https://es.wikipedia.org/wiki/Joe_Arpaio). Vale la pena entonces hacerse la pregunta, ¿cómo llegaron los Estados Unidos hasta acá?

Una de las respuestas que podemos dar desde la trinchera literaria es la excelente novela The Bottoms de Joe Lansdale. El autor, de pluma afilada y precisa, nos transporta a un pequeño pueblo del interior hacia los años treinta. Combinando una trama policial con ciertos elementos de suspenso y horror, Lansdale ofrece una radiografía del racismo que llega hasta el Ku Klux Klan.

Las sociedades esconden, detrás de sus códigos legales, la verdadera jerarquía social. Es la política-en-práctica, aquella máxima no-escrita que conocen todos los venezolanos: si usted tiene un problema con un militar, va a perder. Poco importa que usted tenga razón, que su automóvil no haya causado el accidente: si a usted le destroza el parachoques un general gordinflón de esos que pululan en el Fuerte Tiuna, vaya pidiendo dinero prestado para las reparaciones.

Es el diferendo que opone al policía local al resto de la población de The Bottoms. Un idealista que cree que todos merecen justicia, enfrentado a un pueblo para quienes “los negros siempre se están matando” y no deben ser atendidos.

La novela empieza con las presentaciones de rigor, donde aprendemos las duras condiciones de vida de los campesinos norteamericanos en los años treinta. Su familia, sobre todos sus dos niños, hacen avanzar el relato al encontrar un cuerpo colgado y torturado, como suele hacerlo el Klan. Hasta allí, nada que inmute a la población:

“Los ‘colorados’ (colored) y los blancos somos diferentes. Usted sabe eso. En el fondo, lo sabe. Hay cosas que los colorados no pueden evitar, y yo creo que la gente se equivoca al culparlos por la forma en la que se comportan”, explica uno de los personajes.

Para la población, un violador en serie negro, que viola y mata mujeres negras, es poca noticia. Es algo “inevitable” que debe dejarse entre la gente de color. El problema, claro está, aparece cuando se ventila la posibilidad de que el violador empiece a atacar mujeres blancas:

“No te entiendo”, dijo Papá. “¿Tú crees que un colorado que mata a un colorado, está bien?”. “Sí, lo está”. “Y no te importa si se hace algo al respecto. Pero ahora me estás diciendo que tengo que atrapar a este asesino, porque puede matar a una mujer blanca. ¿Entonces, importa o no importa?”. “Solo digo que una negra no es una pérdida”. “¿Y si el asesino es blanco?”. “Igual, no perdemos mucho”, dijo el señor Nación. “Pero resultará ser un negro, ya vas a ver. Y todas estas muertes no se van a quedar dentro de la población negra”.

El libro de Lansdale es un tour frenético por la intolerancia racial americana que acaba de volver al centro de la palestra con el presidente Trump. En el pueblo de The Bottoms, un doctor no es más que un negro y vale menos que el borracho local. A pesar de la postura progresista del policía y de sus hijos, no pueden evitar que el Ku Klux Klan siga aterrorizando a la población, o incluso que humille a la gente de color:

“Me apenaba ver a ese hombre de color tener que actuar así. Era grande y fuerte y hubiese podido arrancarle la cabeza a Doc Stephenson con un solo tirón. Pero de haberlo hecho, estaría guindando de un árbol antes del anochecer, con toda su familia colgando a su lado, así como cualquier otro colorado que tuviese la mala suerte de pasar por allí cuando el Klan hiciera su entrada a caballo”.

El libro de Lansdale está lleno de intrigas, hijos bastardos, razas mezcladas y bastante violencia. Es una novela deliciosa, extremadamente importante en la época de Black lives matter (https://es.wikipedia.org/wiki/Black_Lives_Matter)

La población afroamericana contemporánea se ha ido de bruces denunciando maltratos y violencia policial. Sin embargo, igual que en The Bottoms, la respuesta del establishment es replicar Blue lives matter, es decir, la policía también importa. Escrito de otra forma, pobre policía inofensivo, miren cómo ese negro le rompe la matraca con su cara. Qué injusticia.

El trabajo de Lansdale se une a muchos libros más que exploran las tensiones raciales estadounidenses. Así, si usted es fanático de los libros policiales, de suspenso o de horror; y tiene curiosidad por el debate racial contemporáneo al norte del Río Bravo, The Bottoms de Joe Lansdale es un libro que no podrá dejar pasar.


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