Por JOSÉ ANTONIO PARRA

La década de los años 60, e incluso principios de los 70, constituyó un período de esplendor para la televisión. Algunas de las producciones de esa época revisten una dimensión tan de culto, que en ciertos casos han aparecido referencialmente en piezas de Quentin Tarantino. Por ejemplo, en Pulp Fiction (1994), está acotado en el guión que la franela que lleva el personaje Lance –el dealer– es de Meteoro, el corredor de autos de la serie de dibujos animados japoneses lanzada en 1967.

No es la única referencia a este período que hace Tarantino en la icónica Pulp Fiction. Eso también ocurre hacia el final del largometraje cuando están Jules (Samuel L. Jackson) y Vincent (John Travolta) en una fuente de soda que es atracada por una pareja. En ese punto Jules encañona al asaltante, pero simultáneamente es encañonado por la atracadora. Entonces, el propio Jules expresa que deben estar cool, “como tres pequeños Fonzies”, aludiendo al protagonista de Happy Days (1974-1984) que se caracterizaba por ser el paradigma de lo cool, una palabra anglosajona que denota estar tranquilo o relajado.

Siguiendo con las referencias a producciones de antaño, ello también ocurre en el pasaje de Pulp Fiction cuando Jules decide dejar el mundo del hampa y le dice a Vincent que de ahí en adelante será “como Caine en Kung Fu”, apuntando a la serie protagonizada por David Carradine desde 1972 hasta 1975 en la que se narran las aventuras de un monje Shaolin que recorre el Oeste norteamericano. La trama está ambientada en el siglo XIX y Kwai Chang Caine –el personaje encarnado por Carradine, también llamado “Pequeño Saltamontes”– huye permanentemente de la ira del emperador de China por haber matado a su sobrino, luego de que este agrediera al maestro predilecto de Caine; el ciego y sublime Maestro Po.

Kung Fu posee varias peculiaridades en cuanto a su arquitectura. Los guionistas estaban muy familiarizados con el taoísmo. Asimismo, la hibridez de personajes de la serie constituía un verdadero pastiche donde se podían hallar desde chinos hasta escoceses, pasando por tribus nativas norteamericanas y grupos del estilo de los cuáqueros y huteritas.

La estructura total de la producción es circular. El protagonista era hijo de un norteamericano y una china y fue educado en el referido monasterio. Luego inició su huida del país asiático hasta que en definitiva halló a su familia norteamericana, después de sortear toda una diversidad de peripecias e intentos de homicidios por parte de villanos locales norteamericanos y sicarios enviados por el emperador. Cada capítulo, por su parte, responde a la receta aristotélica en cuanto a un arco narrativo que sube hasta una tensión máxima y luego esta es resuelta con su correspondiente efecto catártico.

También resultan interesantes en dicha serie algunos guiños a ciertas experiencias de magia y hechicería de la antigua China, como las de los monjes taoístas de la Dinastía Han. La producción tuvo momentos literalmente de culto, como la escena donde Kwai Chang declama el capítulo XXV del Tao Te King, así como el cierre del capítulo “Himno de batalla”, en el que José Feliciano, Cannonball Adderley y el propio Carradine llevan a cabo un jamming con guitarra, saxo y flauta respectivamente.

Pero hubo otros tipos de exotismos en las series de los 60. El caso de La novicia voladora (1967-1970) constituye una interesante producción muy imbuida de lo à gogo y con una trama de fondo un tanto transgresora. Protagonizada por Sally Field en el papel de Sor Bertrille y Alejandro Rey como Carlos, en esta trama se narran las peripecias de una monja que vivía en un convento en Puerto Rico y que además podía volar. Por su parte, Carlos era un célebre Playboy local dueño del casino “Carlos A-Go-Go” y quien ayudaba siempre a Sor Bertrille y al convento en general. El hecho es que bajo esa apariencia de normalidad había una cierta tensión erótica soterrada entre Carlos y Sor Bertrille.

Hay otros dos casos icónicos en cuanto a sitcoms de los años sesenta; Hechizada (1964-1972) y Mi bella genio (1965-1970). Hechizada fue protagonizada por Elizabeth Montgomery en el papel de Samantha, una esposa y ama de casa que además era bruja. Su marido fue consecutivamente personificado por Dick York y Dick Sargent. Relevante resultó el papel de la suegra, Endora, representado por Agnes Moorehead con su exuberante peinado y maquillaje. El argumento de Mi bella genio es en cierto modo análogo, puesto que ese trata de una genio (Barbara Eden) que es encontrada por un astronauta (Larry Hagman) en una botella, luego de lo cual constituyen una familia a la usanza de la familia norteamericana de la época, justo en el período de los programas espaciales Gemini y Apollo.

Aquí encontramos un punto que es leitmotiv en los sitcoms de entonces. Esto se refiere a que mediante estas representaciones televisivas se le procuraba al televidente un escape o fuga mundi respecto de la realidad mundial de esos años: la Guerra del Vietnam y la Guerra Fría en general.

Esta fuga mundi, no obstante, llegó a una apoteosis con las series producidas por Irwin Allen (1916-1991): Viaje al fondo del mar (1964-1968), El túnel del tiempo (1966-1967) y la mítica Perdidos en el espacio (1965-1968). Perdidos en el espacio presenta, aparte de las singularidades propias de las escenografías y toda una gama de seres extraterrestres, al actor-personaje por excelencia: Jonathan Harris en el papel del Dr. Smith.

Adicionalmente de los elementos mencionados sobre la arquitectura de estas series, hay que añadir que la dirección de arte de las mismas era de gran depuración, al igual que las bandas sonoras utilizadas. Sin lugar a dudas estas producciones son fundamentales en la historia de la televisión, un medio que bien podría estar en su ocaso dada la aparición de nuevas tecnologías.

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Jamming de José Feliciano, Cannonball Adderley y David Carradine en el cierre del capítulo “Himno de batalla”, de la serie Kung Fu:


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