Como era de suponerse, el género musical nace con el cine sonoro, y se haría popular de inmediato. No solo los técnicos no estaban aún acostumbrados a trabajar con sonido, también los actores tuvieron dificultades para adaptarse. Muchos no tenían manejo de la voz y dicción, o tenían voces demasiado agudas, nasales, con acento, o incómodas. Los productores y directores empezaron a hacerse de entrenadores de la voz para aquellas estrellas que el público ansiaba seguir viendo ¡y ahora escuchando! Sin embargo otros optaron por buscar actores que ya tuviesen manejo de su voz: Hollywood miró a Broadway.

Los actores de teatro por lo general lo eran también de teatro musical y Hollywood se valió de estas destrezas para hacer surgir quizás el género más apegado al sonido (pues es nombrado, a diferencia de los demás, por su modo de ejecución). El estudio que tuvo más éxito con películas del género en la época fue la Metro Goldwyn Mayer, con la unidad del productor Arthur Freed. Entre los más destacados directores y actores del género están Busby Berkeley, Vincente y Liza Minnelli, Gene Kelly, Fred Astaire, Ginger Rogers, Stanley Donen, Judy Garland, Bob Fosse, Cyd Charisse, entre muchos otros. Es además, como la comedia, un género que es susceptible de hacerse híbrido, sobre todo con la animación (El rey león, Allers y Minkoff, 1994), pero también con la comedia romántica (Cantando bajo la lluvia, Stanley Donen, 1952), policíaca (Chicago, Rob Marshall, 2002); incluso el terror (Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet; Tim Burton, 2007).

En la cinta musical Vampiresas de 1933 (Mervyn LeRoy, 1933) se encuentra “Remember my Forgotten Man”, uno de los números más inusuales de su época. En él Carol, una aspirante a actriz, canta a los hombres –mejor a un hombre: el que entusiasta se fue a la guerra– que ahora se encuentran de vuelta y sufren las desgracias de la Depresión. You put a rifle in his hand/You sent him far away/You shouted hip-hooray/But look at him today (Pusieron un rifle en su mano/Lo enviaron lejos/Gritaron hurra, hurra/Pero míralo hoy), cantan las cazafortunas mientras el escenario se llena de soldados que, en cintas transportadoras que se mueven en sentidos opuestos, marchan de ida orgullosos y de vuelta en camillas. Un número sobre el despecho, la posguerra, las filas de racionamiento, el desempleo y la miseria, e incluso sobre la sexualidad ahora capada de esos hombres. Es de los más poderosos de la historia del cine musical, sobre todo al verlo junto al que abre la película, “We’re in the Money”, donde el único dinero es el del vestuario de las chicas que intentan sobrevivir la Depresión.

El teórico Siegfried Kracauer estudia lo que llama el ornamento de la masa. Señala cómo hay impulsos inadvertidos de las épocas que se ven en “las discretas manifestaciones superficiales”, y el cine musical de Busby Berkeley (Calle 42, 1933; Dames, 1934) funciona como ejemplo. Dice que las Tiller Girls de la época eran “complejos de muchachas sin solución de continuidad” a diferencia de su presentación individual anterior. Muchachas similares vestidas iguales que hacen los mismos movimientos mientras la cámara se desplaza entre sus piernas como parte de la coreografía, o montones de cuerpos que hacen posible, vistas desde arriba, figuras caleidoscópicas que cambian su forma. Kracauer relaciona esto con la llegada efectiva del nihilismo que haría posible el nazismo y, por qué no, también el comunismo. El cuerpo como parte de un todo y no como cuerpo, señala Kracauer, acerca estas construcciones de danza hacia un nihilismo en el que cada muchacha tiene sentido únicamente si forma parte de ese ornamento y no como individuo. Fred Astaire, el mejor bailarín del mundo, rompió con este estilo de grandes grupos, pues Astaire bailaba por lo general solo o en pareja. En Astaire está el individualismo, lejos de la construcción con partes de cuerpos anónimos de los números de Berkeley.


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