El 23 de marzo de 2018, falleció el escritor británico Philip Kerr. Autor de la célebre y premiada trilogía Berlín negro, Kerr se convirtió rápidamente en una referencia para el género de novela negra. Sin embargo, hace unos años sorprendió a todo el mundo con una nueva trilogía inspirada en el fútbol.

La serie Scott Manson comprende tres novelitas deliciosas alrededor del balón pie. Sin alejarse demasiado del género policial, el autor nos introduce al mundo ficticio del equipo London City. Es el contexto ideal para que Kerr explore los problemas del fútbol moderno, con sus excesos monetarios y sus financistas internacionales, alrededor de los cuales se teje un complicado asesinato.

La trama sigue al entrenador suplente Scott Manson, quien se convierte en director técnico del equipo tras la extraña muerte del entrenador principal. En la trilogía, Kerr juega con los límites de la ficción y la realidad. El entrenador asesinado, Zarco, es un “portugués de cabello cenizo”, que no ríe ni se inmuta en los partidos. Imposible entonces no pensar en José Mourinho. Igualmente, el británico invierte muchas páginas en la descripción de partidos que nunca ocurrieron, donde su equipo inventado juega contra equipos reales. Lo que queda claro es que Kerr se está divirtiendo: a principios del primer libro, el propio autor aparece en el estadio y es descrito como un “maldito perdedor” que nunca falta a un partido.

Sin embargo, lo más interesante de la trilogía es su visión del fútbol contemporáneo. El asesinato de Zarco sucede en medio de rumores de una compra del equipo por parte de inversores de Qatar. Los fanáticos del París Saint-Germain pueden identificarse con esto por completo: a pesar de firmar a Neymar y antes a Zlatan, el equipo carece de alma y pierde en la Champions. El fútbol es más complicado que la contaduría.

De hecho, Kerr nos pasea por las apuestas económicas que, para algunos, han “desvirtuado el deporte”. Todo es cuestión de matemáticas. ¿Recuerdan cuando Mourinho, entrenando al Manchester United, dijo que no le interesaba ganar la Copa UEFA (https://www.mirror.co.uk/sport/football/news/jose-mourinho-8835354)? Nos explica Scott Manson, sobre la Copa de Inglaterra:

“A pesar de lo que creen los fanáticos ávidos de títulos, el dinero habla. Quedarse en la Premier League significa hacer entre cuarenta y sesenta millones de libras por año. Llegar a la Champions aporta veinticinco millones, así no ganes ni un partido. La Copa de la Liga no vale una mierda. Con esa copa, a veces es mejor ser eliminado rápidamente del torneo. La Copa de la Liga era tóxica”.

En el estado actual del deporte, las finanzas son rey. La trilogía de Kerr nos pasea por los enfrentamientos entre oligarcas rusos dueños de equipos (como el Chelsea de Abramovitch), multimillonarios corruptos (el Milan AC de Berlusconi) y consorcios de inversión (el grupo qatarí). La arena física, del fútbol como deporte, queda desplazada a favor de aquel con los bolsillos más profundos.

Como bien dice el personaje de Kerr:

“Había ciento cincuenta puestos ejecutivos en London City. Por 85.000 libras –el precio más bajo–, obtienes una habitación cómoda, con cocina y baño. Hay puesto para quince sillas, y cada espacio ejecutivo dispone de promotoras y camareras, televisores y hasta centros de apuesta. El precio aumenta, igual que la talla del espacio, mientras más te acercas al mediocampo”.

Philip Kerr tomó a todo el mundo por sorpresa con esta trilogía. Lejos de los códigos de las novelas policiales que lo hicieron famoso, el autor se estaba divirtiendo. Su pluma es precisa y fresca, lo cual hace que la trilogía Scott Manson sea una excelente opción para fanáticos de toda índole.

Después de terminar los libros, me dio la impresión de que el viejo Kerr estaba apuntando a la transformación del fútbol en un money ball de apuestas económicas alejadas de lo deportivo. Su corazón de fanático se rebela, a lo largo del libro, contra el fútbol-marketing carente de autenticidad. “Nuestros fanáticos no vienen acá para divertirse”, dice en el segundo tomo, La mano de Dios:

“Pagaron setenta, a veces hasta cien libras para ver un partido. Pero el fútbol vale mucho más que eso para ellos. Para muchos de estos hombres y mujeres, el equipo es toda su puta vida. El resultado del partido significa el mundo entero para ellos”.

El crimen más grande que sucede en la trilogía Scott Manson no son los asesinatos de los personajes. Es, si le creemos a Kerr, la mercantilización de una expresión cultural para reducirla a su valor de compra-venta. Lamentablemente, el autor no estará aquí para ver la Copa del Mundo en Rusia, con sus truculencias putinescas. Peor hubiera sido someter al pobre Kerr a la desgracia de la Copa del Mundo en Qatar, donde atletas multimillonarios patearán un balón en un estadio construido por esclavos. El autor inglés no hubiese soportado eso. Es probable que comparta la opinión de su personaje:

“Pienso que la única razón para ver el Mundial es porque los Estados Unidos son tan malos jugando al fútbol. Es la única ocasión en la cual verás a Ghana o Portugal ganarle a los Estados Unidos en algo. Aparte de eso, debo decir que odio el Mundial de Fútbol. (…) Lo odio porque el fútbol jugado es una mierda, porque los árbitros son una basura y porque las canciones oficiales son hasta peores; lo odio por las mascotas, por los jugadores que se lanzan a la piscina, lo odio por Brasil (sí, por Brasil), lo odio por todo el optimismo inglés de que ‘ahora sí podemos’, lo odio por todos esos desgraciados que no saben nada de fútbol pero que quieren igualmente dar su opinión, y lo odio especialmente por todos los políticos que se suben al autobús del equipo con una bufanda de Inglaterra mientras siguen dando sus discursos de mierda”.

Dicho esto, el fútbol es el fútbol. Detrás del dinero sucio, de la explotación de los fanáticos y la comercialización de absolutamente todo, sigue habiendo deporte. Así que lo siento, Philip. Disfruté mucho tus novelas, pero veré este Mundial con la esperanza de ver a alguien como Suárez marcarle dos goles a Inglaterra y poner a todo tu país, Reina incluida, a llorar. Así es el fútbol.


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