Transcurrían los primeros días de enero del 2000, cuando mi mamá me gritó desde el cuarto, luego de haber atendido el teléfono, “tienes que ir mañana a una entrevista en la Fundación Polar con el Profesor Rodríguez Campos”. “¡Por fin, por fin!”, exclamé: era la oportunidad que tenía años esperando; conocer al profesor ya jubilado de la Universidad Central de Venezuela y coordinador de aquel invalorable proyecto que marcó los estudios de historia en nuestro país: el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar.

Aquel martes en la mañana me encontraba en el edificio de Fundación Polar, esperando ser atendido por el “profesor”, tal como lo llamó su asistente. Desde ese momento comenzó una importante relación con quien sería por casi una década mi superior en la Fundación, maestro en el área de historia, un referente de lo que era el amor por la familia y, sobre todo, un amigo.

Manuel Rodríguez Campos se desempeñaba como coordinador del Diccionario de Historia de Venezuela. Le había tocado continuar la labor desarrollada por su predecesor, el historiador Manuel Pérez Vila, dirigiendo esa obra paradigmática de nuestra historiografía como lo es el Diccionario de Historia, el cual había aparecido en el año de 1989. Motivado al éxito de esta edición la Fundación continuó con el proyecto, bajo la dirección del profesor, y en el año de 1997 se publicó la segunda edición ampliada.

Compartí muchas conversaciones con el profesor Rodríguez Campos durante más de quince años de trabajo en conjunto. Se enorgullecía siempre de sus orígenes barloventeños, ya que había nacido en Cúpira el 19 de julio de 1930. Me contó que su padre estuvo destinado en aquel poblado como Jefe Civil. Luego de trasladarse a Caracas, estudió Contaduría Pública en la UCV, donde se graduó en 1960. A los 37 años de edad continuó su pasión por el estudio y se inscribió en la Escuela de Historia para alcanzar su sueño de ser historiador. En 1975 obtuvo el título de licenciado en Historia y en 1980 concluyó la maestría de Historia Contemporánea de Venezuela, en la misma casa de estudios.

Esta doble formación académica determinó y sustentó su línea de investigación: la historia económica. Sus principales trabajos estuvieron enfocados en reconstruir y explicar el accionar de los factores y las ideas económicas que determinaron la realidad material de Venezuela durante distintos procesos y coyunturas de su historia. A lo largo de su carrera escribió obras de referencia sobre la economía venezolana como fue el libro Venezuela 1902: La crisis fiscal y el bloqueo. Perfil de una soberanía vulnerada, galardonado con el premio anual a la investigación otorgado por la Asociación de Profesores de la UCV, en 1977. En esta misma línea escribió Venezuela 1948-1958. El proceso económico y social de la dictadura. Y, para hacer honor a sus antepasados canarios, publicó La libranza del sudor. El drama de la emigración canaria en Venezuela entre 1830 y 1859. Además de estos libros emblemáticos, se cuentan decenas de artículos y ensayos aparecidos en revistas especializadas de Venezuela y del exterior.

Para el profesor Rodríguez Campos el trabajo era la esencia de la vida. Por ello siempre hacía referencia a su larga experiencia laboral de la que recordaba con emoción sus años como profesor de las Escuelas de Contaduría y Administración y de Historia en la UCV, así como su ingreso al Instituto de Estudios Hispanoamericanos desde 1976, del cual fue también su Director. Allí permaneció hasta que se jubiló como profesor titular. Con anterioridad, había sido Subdirector de Administración y Director de la Escuela de Administración y Contaduría; recordaba igualmente con especial entusiasmo haber sido Director de la Biblioteca Central de la UCV.

En el año de 1997 se incorporó como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia. Su discurso de incorporación se tituló: “Antonio Leocadio Guzmán en la economía venezolana”. En esta corporación ejerció el cargo de Vice-Director Administrativo.

El recuerdo más importante que me llevo de este personaje y amigo fue el amor inconmensurable que tuvo por su familia. Estuvo casado con Elia Isabel Ridell Rondón y de esta unión nacieron siete hijos: Florelia, Ruth, Vicente, Raúl, Gustavo, Rafael y Juan Carlos. Todos los días en la oficina llamaba por teléfono a uno de sus hijos o a su esposa. Los apoyó y acompañó en todo momento con mucho amor.

La más importante enseñanza que me dejó el “profe”, fue en Madrid, cuando compartíamos una copa de vino, en casa de su hijo Juan Carlos. En un momento de la conversación, ante mis angustias académicas y económicas me indicó: “sea feliz Gustavo, sea feliz en cualquier momento y circunstancia”. Tremenda lección profesor, es la que he decidido aplicar en mi vida; estoy en eso, haciendo el esfuerzo.

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Gustavo Adolfo Vaamonde es historiador; profesor de la Escuela de Historia de la UCV; Individuo de Número, electo, de la Academia Nacional de la Historia.


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