Soy un hombre absolutamente innecesario

Luis Moros

“Venimos de la noche y hacia la noche vamos” advierte el verso de Vicente Gerbasi en una clara alusión al ciclo fugaz de la existencia y a las desmesuradas dimensiones de lo inmaterial. Sus palabras apuntan a lo fugitivo y a lo inmanente, al movimiento y al reposo, a lo físico y a lo metafísico. A los múltiples aspectos de la vida, que pueden suceder o no, y al inevitable itinerario del destino. “Atrás el tiempo queda como drama en el hombre: engendrador de vida, engendrador de muerte”.

El relato de la vida está tejido por la ficción. Es un texto narrativo: una serie de sucesos concatenados por el lenguaje. Lo único absolutamente real en él es el movimiento, el tránsito inexorable de la noche hacia la noche: lo demás es apariencia, simulacro. Al interior de ese desplazamiento, de oscuridad a oscuridad, la vida está hecha de fragmentos. Ellos son ordenados por la memoria gracias a múltiples sistemas y códigos.

Los días, los meses y los años son en verdad conjuntos asimétricos de emociones y experiencias. Materiales que las palabras y las imágenes apenas pueden reunir con dificultad y sesgo. Narrarlos es enlazar sensaciones efímeras, creencias insólitas, alegrías que se extrañan y momentos de escepticismo. No aparecerán líneas rectas ni momentos diáfanos en ese relato pues la noche, situada a los extremos de la vida, no lo permite. El universo estético de Luis Moros es así: un laberinto lleno de trampas visuales, desviaciones sospechosas, referencias contaminadas por las ideas y discursos aparentemente inconexos. También de seres insomnes, nocturnales y curiosos como él.

Artista, semiólogo, periodista o profesor son algunas etiquetas adheridas a la valija de un hombre entregado a la investigación y la creatividad. Su trabajo parece seguir una premisa de la poética de Antonin Artaud: el pensamiento deviene del “desmoronamiento central”. En sus obras colapsan los sistemas de poder y emerge una sensibilidad ambigua, compleja, por momentos brutal; esencialmente estética.

Moros se obsesionó con lo efímero de los significados atribuidos a los objetos y sistemas de signos, y lo permanente de la interpretación. Cada imagen hecha por este artista es una constancia de la fragilidad humana, una observación silenciosa de los procesos donde el sentido de las palabras y las imágenes es elaborado, y sufrido. En suma, son exámenes hechos sobre los límites de la verdad y los amores incómodos. Él fue un hombre angustiado, sin embargo sus obras no tienen la misión de cambiar el mundo. No están hechas para salvar a nadie –los laberintos de su insomnio digital carecen de salidas–, solo quieren demostrar que lo dado por cierto, por real, es un simulacro. Cada byte en sus imágenes pareciera gritar la máxima de G.I. Gurdjieff: “no creas en nada, ni siquiera en ti mismo”.

Descontextualizar, reubicar, desmaterializar, re-ensamblar, decodificar, ofuscar, oscurecer y forzar los significados hasta despedazarlos son operaciones habituales en el trabajo de Luis Moros. Fotografías, páginas y objetos intervenidos en procesos digitales están acompañados de rastros de pintura y escritura. Lo importante no son los átomos o los bytes sino las relaciones complejas donde coinciden: su andar a través de subterráneos, jaulas, fantasmas y escenas de video juegos.

Este artista hizo de la transgresión una vía para exhibir realidades alternativas y poéticas, atrapadas a medio camino entre lo visible y lo invisible. Para estimular el colapso de lo establecido en la sociedad y la historia, en las leyes y los hábitos, y en lo aparentemente definido por las disquisiciones de la razón.

Luis Moros fue un “operador creativo”, también un minotauro electrónico encerrado en la soledad de su insomnio digital. Su trabajo no es sobre lo real sino sobre su colapso, contaminación y desmoronamiento al llegar la noche. Él sabotea los egos e infringe lo socialmente aceptado. La inserción provocadora de claves gráficas, lingüísticas y fotográficas en sus obras lo demuestra: “1917”, “Menschlicheverunreinigungen”, “5↑5↓” o “2+2=5”.

La vida de los seres humanos está llena de estructuras –sintaxis– dadas por ciertas: leemos líneas de textos, composiciones gráficas, concatenaciones de planos fílmicos, listas de normas y catálogos de tendencias. La percepción transita inocente a través de esas trampas. Acepta sus sistemas dominantes: arquetipos y clichés. Luis Moros lo sabía, lo sufrió, fue un estudioso del discurso y sus fraudes. No aceptó el juego seductor de los sistemas dominantes. Se ocupó, a lo largo de “una carrera que pretende haber sido permanente y silenciosa”, de elaborar filtros poéticos –antídotos semióticos–, para limitar los embates del poder sobre la conciencia de las personas.

El arte digital de Moros genera situaciones particulares, le da paso a lo inadmisible. Lo hace al trastornar los materiales de la vida diaria y al boicotear la memoria. Sugiere lecturas alternativas para incitar trastornos. Le devuelve a la realidad una oferta compleja, rebelde, elaborada desde la sin-razón: un laberinto digital donde el Minotauro es un rehén de sus propios delirios, de su insomnio.

La exposición inaugurada este año en el espacio Sofía Imber del Centro Cultural UCAB da cuenta de ello. Ahí, como afirma Lorena Rojas Parma, “esa fiebre nocturna, de las tierras dionisíacas, de la aurora de los tiempos, esos ensueños del insomnium, han quedado plasmados en las redes del dios de nuestros días, el dios digital. Reafirmándonos, una vez más, como lo han hecho los espíritus superiores, la vieja y eterna verdad filosófica de Heráclito, todo es uno”.

_____________________________________________________________________________

Humberto Valdivieso es licenciado en Letras, magíster en Comunicación Social por la UCV y doctor en Humanidades. Investigador de cultura visual. Profesor de Semiótica y Teorías de la imagen en la Escuela de Comunicación Social y en la Maestría de Publicidad en la UCAB. Miembro del comité editorial de la revista Comunicación del Centro Gumilla.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!