En Quaderno de Guanajuato, Horacio Biord Castillo nos enfrenta a la naturaleza desbordada que se convierte, por derecho, en la protagonista del poema. Es un libro de asombros que cautiva por la sonoridad del trueno, por la fuerza del viento, los surcos que horadan la tierra, las playas gélidas bañadas por el sol y la danza circular de los insectos. Sin embargo, no es un texto que se conforma en componer artificiosas descripciones del entorno físico para complacer ese afán de búsqueda de la belleza del lector. Todo lo contrario, a medida que pasamos la vista por las páginas de este poemario, hacemos nuestra la propuesta creativa de su autor que, inevitablemente, nos lleva a contagiarnos de esa cosmovisión ancestral de los hombres y mujeres que pueblan aquella tierra americana. Es imposible no traer a la memoria obras como el Popul Vuh, considerado la biblia de los mayas, donde el hombre es moldeado a partir del maíz proveniente de la región de Paxil. La serpiente emplumada y el jaguar esculpidos en la piedra lanzan una mirada inalterable sobre todo lo creado. Ellos están allí desde el principio custodiando los secretos.

La voz poética nos conduce a descifrar la historia a partir de los colores de la paleta de Diego Rivera. Aparecen, pues, los mendigos, los indios, los obreros que sostienen una hoz o un martillo. En sus murales se contienen la muerte y la fiesta. Ya, Sor Juana Inés de la Cruz había advertido el engaño que atesora la obra de arte en “Procura desmentir los elogios que a una poetisa inspiró la verdad que llama pasión”, catalogándola como: “Un afán caduco y bien mirado / un resguardo inútil para el hado”. Biord Castillo, respetuoso del lenguaje, emplea las palabras como la arcilla que el alfarero utiliza para moldear una vasija. Seguimos letras que suben, bajan, describen arcos poco pronunciados, o nos dejan caer de golpe en el blanco de la página. Esta apuesta por la experimentación cautiva al lector culto que no tardará en descifrar lo que ha sido deliberadamente tachado o escondido, o aceptará el desafío de subir, peldaño a peldaño, los ocho caracteres que componen, por ejemplo, la palabra ESCALERA. Aquí subyace un mérito incuestionable del texto, no tanto por lo que se dice, lo que se revela, sino por ese silencio que, a ratos, nos deleita manteniendo viva la flama del misterio, proponiendo incógnitas que, quizás, no llegan a “transgredir” las normas, pero que tampoco consiguen aceptar sin miramientos el “statu quo”.

La Virgen de Guadalupe amalgama la cultura española y la indígena bajo el cielo estrellado de México en el momento en que se produce la aparición a Juan Diego, y queda impresa la soberbia estampa de Nuestra Señora en la tilma usada para contener la prueba solicitada por el obispo Juan de Zumárraga, aquellas rosas de Castilla en invierno. Asimismo, este poemario nos acerca a lo religioso sin colocarle rótulos, sin aspavientos, descubriéndonos la verdad que está en el interior de los hombres, en su cultura y el amor por la tierra y sus tradiciones. He disfrutado mucho de la lectura de este texto, quedando gratamente impresionado por la cuidada edición que lo convierte, sin duda alguna, en un objeto artístico y pieza fundamental de cualquier biblioteca.

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Quaderno de Guanajuato

Horacio Biord Castillo

Academia Venezolana de la Lengua (Colección Académicos Actuales, 11)

Caracas, 2019

(Edición electrónica de descarga gratuita en la página de la AVL: avelengua.org.ve)


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