Si bien El Helicoide fue originalmente un proyecto privado en sintonía con el capitalismo internacional, el arribo de la democracia ató el proyecto más al Estado y a su lógica de gobernabilidad. En 1985, luego de múltiples intentos de convertirlo en sede de diversos museos y ministerios, sus dos niveles inferiores fueron entregados en comodato por quince años a la Disip.

Conocida popularmente como la “policía política”, la Disip fue fundada en 1969 por el entonces presidente Rafael Caldera para reemplazar a la infame Dirección General de Policía (Digepol), la cual a su vez había reemplazado a la igualmente nefasta Seguridad Nacional. Tal como aquellas, la Disip mantuvo una larga historia de violaciones de derechos humanos, siendo el caso más notorio el ataque terrorista contra el vuelo 455 de Cubana de Aviación en 1976, en el que también fueron implicados varios exiliados cubanos anti-castristas vinculados a la CIA.

En un principio, solo las unidades de Comandos y Operaciones Especiales de la Disip se instalaron en oficinas improvisadas en El Helicoide. Sin embargo, ya para 1995, durante el segundo periodo presidencial de Rafael Caldera, se hizo un esfuerzo para instalar allí al resto de este cuerpo policial. Es difícil explicar el porqué se decidió trasladar a la policía política a un centro comercial trunco, pero el paisaje económico y político del momento suministra algunas pistas. Los años 80 y 90 en Venezuela señalaron una ruptura en el pacto petro-populista que había apuntalado la soberanía del Estado desde mediados del siglo XX, aunque no carente de conflictos y violencia. El colapso del bolívar en el “viernes negro” de 1983 marcó la mayor crisis económica en la historia moderna de Venezuela, y el gobierno se declaró en bancarrota. Durante los años 80 incrementó brevemente la actividad guerrillera, y en 1989 tuvieron lugar las revueltas de El Caracazo, en las que la oposición popular al incremento repentino de los precios del transporte generó amplias protestas, saqueos, y una fuerte represión policial. En los años 90, la clase media se redujo de 28,9% a 4%. Y, en 1992, dos golpes militares fallidos amenazaron la continuidad electoral establecida después del fin de la dictadura militar en 1958.

En este turbulento contexto de un pacto democrático erosionado y creciente agitación social, las detenciones y la tortura se convirtieron en hechos comunes. Aun cuando ningún cuerpo policial está exento de abusos a los derechos humanos, la Disip adquirió la reputación de ser el peor de todos. Participó en las masacres más significativas de los años 80, incluyendo las de Cantaura (1982), Tazón (1984), Yumare (1986) y Amparo (1988). Durante El Caracazo la Disip detuvo y torturó a insurgentes militares, activistas sociales y estudiantes, repitiendo prácticas similares en los golpes de 1992. El Helicoide se convirtió en una sede de vigilancia, detención y tortura durante la misma década en que sucedieron estos crímenes y atrocidades estatales.

La estructura de El Helicoide sirvió para detener e interrogar a prisioneros, así como para repeler ataques de insurgentes. Varias fuentes conectadas a la Disip durante esos años niegan que el traslado del cuerpo policial resultara de un plan más amplio del Estado; sin embargo, reconocen el valor estratégico del edificio. Uno de ellos destacó a El Helicoide por “tener mucha privacidad a la hora de conducir operaciones [de inteligencia],” y por ofrecer “excelentes posibilidades de defensa contra ataques armados”. En efecto, su ubicación daba rápido acceso tanto a la Universidad Central de Venezuela, un centro de agitación política de larga data, como a Fuerte Tiuna, vía la Avenida Nueva Granada. No sorprende, entonces, que El Helicoide fuera uno de los blancos militares del golpe fallido de Hugo Chávez en febrero de 1992, ni que las Fuerzas Aéreas rebeldes bombardearan las oficinas de la Disip en El Helicoide en la segunda intentona en noviembre del mismo año.

En 2007, durante la inauguración de la Urbanización Terrazas del Alba en San Agustín del Sur, Chávez anunció que El Helicoide debería transformarse en un complejo educativo. “Tenemos que comenzar a buscarle una nueva sede a la Disip,” declaró. “Quiero que tomemos El Helicoide, que es una maravilla arquitectónica, y lo incorporemos a un proyecto. Podríamos hacer un complejo educativo y deportivo allí”. Sin embargo, dos años más tarde, poco había cambiado. El 4 de diciembre de 2009, durante una ceremonia para inaugurar la recién creada Policía Nacional Bolivariana (PNB), Chávez anunció un plan diferente: El Helicoide conservaría su función como sede policial y penal, pero, siguiendo la política de rebautizar como “bolivarianas” a la mayoría de las instituciones estatales, la Disip ahora pasaría a llamarse Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin). Desde ese entonces, a la presencia del Sebin en El Helicoide se le añadieron otras fuerzas e instituciones de seguridad, tales como la PNB, la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada (Unefa), y la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES), aunque esta última se trasladó a su sede en Catia en 2014. De este modo, las fuerzas de seguridad no solo continuaron ocupando El Helicoide, sino que su presencia aumentó notablemente en el icónico edificio.

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Luis Duno-Gottberg es Director del departamento de Estudios Latinoamericanos de Rice University. Autor de Solventar las diferencias: La idea del mestizaje en Cuba (2003) y editor de La política encarnada: Biopolítica y cultura en la Venezuela bolivariana (2015).


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