En 1896 llega a Caracas el escultor catalán Angel Cabré i Magrinya (España, Barcelona, 1863 – Caracas, 1940). Vino contratado por el presidente Joaquín Crespo a ocuparse de unos encargos que le habían solicitado. Viene con su esposa y dos hijos. Uno de ellos fue Manuel Cabré – el más recordado pintor del Ávila. Al morir Crespo, el presidente Castro le contrata los mascarones (la comedia y la tragedia), del Teatro Nacional, y una de las tres esculturas de la Escuela de Música (hoy Escuela José Ángel Lamas). Dedicó toda su vida a la enseñanza de la escultura en Venezuela. Su arribo significó el inicio de una serie de escultores –que el país acogió–, que significaron un aporte a las técnicas escultóricas que se practicaban desde la colonia. Pocos habían tenido la oportunidad de salir a estudiar al exterior. Mucho menos escultura, que nunca tuvo el interés del gran público.

A Cabré i Magrinya le sucedería otro catalán, Ernesto Maragall. Y con ambos, se iniciaría la llegada de muchos artistas mayormente españoles, italianos, franceses, alemanes y holandeses. Este segundo grupo llegaría finalizada la Segunda Guerra Mundial. Siendo los más conocidos: Cornelis Zitman, Gego, Hugo Daini, Colette Delozanne, Biaggio Campanella, Jose Pizzo, Domenico Casasanta, Abel Vallmitjana, Biaggio Campanella, la trinitaria Valerie Brathwaite, el polaco Harry Abend y Giorgio Gori. Todos se quedaron para siempre.

Sobre Giorgio Gori (Francia, 1910 – Caracas, 1990) ha sido muy complicado conseguir mayores datos. Solo algunos críticos y conocedores conocen su obra. Y, sin embargo, tiene una impronta que es muy personal. No fue la clase de escultor que cuando hacía su obra personal lo hacía de una manera y cuando hacía estatuaria pública, lo hacía con otra huella –a gusto casi siempre del promotor– que no se identifica al mismo autor. Las piezas de Gori se reconocen de inmediato. En cuanto a su pintura tiene también su sello personalísimo.

Nacido en Francia realiza sus primeros estudios en Florencia y, posteriormente, entre 1929 y 1934, estudia en la Escuela Superior de Artes de París. Con gran éxito expone en varias galerías de Italia y Francia. Para 1949, decide emigrar a Venezuela. Fue pintor, escultor y vitralista. Si notamos que para 1954 se le concede el Premio Nacional de Escultura en el Salón Oficial e inmediatamente, al año siguiente, el Premio Nacional de Pintura en el Salón Oficial; inferimos, por este hecho, que fue muy apreciado en su momento. ¿Qué paso? ¿Por qué su obra pasó a casi el anonimato? Realmente es algo sorprendente. Preguntas que no pude responder. Pareciera que vivimos en un país antropófago que se come a sus mejores creadores.

Como pintor se le reconocen dos etapas: una de figuración, con formas estilizadas, con bordes roualtianos y mucha materia. Básicamente eran bodegones finísimos que recuerdan la composición de Morandi. Para los años 60, con el auge del informalismo, desarrolla su mejor etapa de pintor, con obras figurativas muy estilizadas, pero con tendencia a la abstracción, con mucha textura. Estructuras impecables y colores apastelados. En Gori nada fue estridencia. Una verdadera lástima que su obra no haya tenido mayor difusión.

Mucha más conocida es su obra escultórica. Hay dos piezas públicas muy interesantes en la Capilla de San Ignacio de Loyola (1973), en el Parque Central de Caracas: los hermosos vitrales de la Capilla y la pieza que se refiere a la figura de San Ignacio. Un espacio absolutamente conmovedor y poco conocido por los caraqueños. La pequeña ermita fue diseñada por los arquitectos Gerónimo Puig y Nicolás Sidorkovs, para la firma de arquitectos Siso & Shaw Asociados. A su alrededor, los jardines de Roberto Burle Marx hoy están abandonados. Solo queda la trama que revela la composición original.

La otra escultura es el Monumento a San Francisco de Asís (1980). Originalmente, estaba al comienzo de la Avenida Principal de las Mercedes. En una isla cercana al antiguo CADA de Las Mercedes. Las representaciones tridimensionales de Gori son muy interesantes. Son un tanto hieráticas, en sus manos y posturas. Hay algunas reclinadas que se sienten como levitando, en una actitud que no refleja la relajada posición y con manos tensas. Pero esa contradicción las hace irresistibles, en sus proporciones y su expresión. La del San Francisco de Asís revela la pobreza del Santo en una patina cobriza y texturada, que recuerda los colores y la austeridad de los hábitos franciscanos. Todas sus piezas tienen una lectura personalísima. La pieza fue removida de su sitio. Desconocemos su actual paradero. Como Gori no se casó, ni tuvo descendencia, no hay a quién preguntarle. Todos los años cambiaba de galerista. Y todas las galerías en las que expuso cerraron. El asunto es que los que hemos seguido su obra nos preguntamos a dónde la llevaron. Esa pieza es de la ciudad. Y la reclamamos. Esperamos que la Alcaldía de Baruta y del Instituto de Patrimonio cultural nos den cuenta de su paradero.

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Imágenes

(1) Imagen de Giorgio Gori representándose a sí mismo

(2) Sin título; 1960; acrílico y arenas sobre tela; medidas: 150 x 130 cm; firmada abajo izquierda

(3) San Francisco de Asís; ubicada originalmente en la entrada de la Avenida Principal de Las Mercedes, actualmente desaparecida


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