Todo parece indicar que será la obra más discutida de Gabriel García Márquez, y que este debate insuflará nuevos bríos a la “Gabomanía” que, por cierto, hace ya mucho tiempo que no atañe tan solo a los latinoamericanos. El amor en los tiempos del cólera, por ejemplo,  tiene varios meses en las listas de los más vendidos en el New York Times Book Review y en el suplemento del Sunday Times de Londres. Y el profesor Brian Aldis, gran autoridad literaria de Norteamérica, incluyó a Cien años de soledad entre las diez obras de literatura fantástica más importantes de todos los tiempos. Más allá de sus audiencias naturales de América Latina, más allá del boom y del mecanismo promotor del Premio Nobel, las novelas de García Márquez han seducido por sí mismas a los públicos y círculos literarios del mundo entero.

Tal vez sea por eso, porque ya no pertenece en exclusividad a América Latina, por lo que su última obra El general en su laberinto parece más bien un clásico de la literatura universal. Cumple con las reglas de oro de los grandes clásicos y no interpone para nada sus inventos regionales, el realismo mágico, la imaginación desbordada, el barroco americano, la exuberancia poética y el disparate.

Por el contrario, el lector encontrará en estas páginas un absoluto dominio de las técnicas del melodrama europeo, de la gran novela romántica del siglo XIX.  Es, en su esqueleto, la historia de un personaje virtuoso abatido por su destino, contra quien no solo se conjuran el egoísmo, la incomprensión y la traición, sino también las fuerzas sentimentales que animan a la naturaleza.  El agobio interior del héroe es reforzado por las inclemencias del clima, las nubes oscuras, el sopor, las lluvias tormentosas, cabellos encanecidos, casacas sucias, soles implacables y todos los pleonasmos que hacen más feroces los efectos de la “torrente de mierda humana” que desborda las calles de un mundo en ruinas cuyas paredes injurian al protagonista.

Es clásico también en la manera de echar el cuento: los episodios y sucesos se encadenan nada más y nada menos que a ¡¡¡un viaje!!!. Un lugar de partida, una ruta, un destino y un fin. Un viaje cuesta abajo por un río, el Magdalena, un río como los de Manrique, van a dar a la mar.

Clásico como un espectáculo operático, en el que el espectador conoce más o menos la trama, y vuelve una y otra vez para disfrutar al intérprete. También en eso, El general… parece un homenaje al melodrama: el cuento del viaje garantiza el suspenso y la curiosidad, y los episodios conocidos crean seguridad y gratifican al público. Un poco de ánimo y esperanza en el penúltimo capítulo, para entonces desplomarnos de una vez por todas con los ojos húmedos y la garganta apretada.  Un prodigio de técnica y eficiencia narrativa.

Y no podía faltar la tos, el pañuelo ensangrentado, la fiebre y el delirio, pero la tos con sangre.  La gran enfermedad literaria del siglo XIX. La novela de Bolívar, el personaje romántico por excelencia no podía tener otro formato.

Su visión de Bolívar y de sus verdugos, sus travesuras ideológicas, sus venganzas secretas, los contrastes entre cachacos y costeños, y sus interpretaciones libres, les costarán a García Márquez un montón de nuevos denuestos de rabiosos académicos y políticos. Y esto ayudará a que esta sea la novela clásica latinoamericana más leída de todas las épocas.

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El general en su laberinto

Gabriel García Márquez

Editorial Oveja Negra

Bogotá, 1989


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