La preparación de este trabajo me llevó a revolotear como los pájaros de la poesía lazomartiana, no en la fruición de la fruta madura, sino en innumerables textos, a mi alcance: artículos de Blas Loreto Loreto; el magistral ensayo de Edoardo Crema; dos excelentes comentarios de José Ramón Medina; una tesis de grado titulada “Francisco Lazo Martí y su poesía”; “Concepto de la patria” de Coblenza Rodríguez de Hernández, textos de Paz Castillo; un discurso de su primo Rafael Loreto Loreto. En fin, todo aquello que pude encontrar. Menciono con especial jerarquía, el discurso de orden de la profesora Elisa de Belisario, en el aniversario del poeta.

Adentrarse en la obra y en el hombre que fue Francisco Lazo Martí es un proceso de exégesis, de análisis, extremadamente complejo. La primera reflexión o la mejor lección de Lazo es la absoluta adecuación de su posición de ciudadano alerta y consciente de los problemas de su tiempo con su obra literaria, fue la antítesis de aquellos escritores que buscan en la literatura un cómodo burladero –como se diría en lenguaje taurino– para esquivar el compromiso político y social, que en sus tiempos conllevaba, además, como de nuevo ahora, la posible lucha armada y el riesgo de la propia vida.

El gran poeta don Fernando Paz Castillo expresó:

“Lazo Martí, poeta del Llano, es uno de los grandes cantores que ha dado Venezuela. Cantor, sobre todo, porque su poesía es una intima exaltación de la naturaleza… Es el poeta del Llano, como Gallegos es el novelista. Eso basta. Ambos tienen un gran escenario. Por ello no se estorban, sino más bien se complementan. Ambos han creado el entrañable valor poético de su símbolo. El uno con el éxtasis de la palabra, y el otro con su acción. Este con la fuerza intima del poeta lirico, el otro con la pureza imponente del poema épico”.

“Y es lo más fuerte que tenemos hasta ahora; por la unidad de sus obras, acaso lo único, distintivo de otras naciones, y singular en la nuestra, en el mundo tradicional y siempre renovado, de la verdadera poesía nacional”.

Esta esplendida comprensión de Lazo Martí; poeta, orfebre de las palabras, mago del idioma, prestidigitador de las imágenes, que hace don Fernando Paz Castillo, contrasta, vivamente, con su absoluta incomprensión de Lazo Martí: el hombre, el ciudadano, el revolucionario, el guerrero, y por eso dice: “Lazo Martí compartió su vida entre la poesía y la medicina”.

Y en otra oportunidad afirmó: “Llevado por las inquietudes de la época, anduvo en guerras… Pero, con excepción de la poesía, ni una ni otras actividades dejaron huellas mayores para su biografía”.

Nada más inexacto, pero al mismo tiempo más comprensible, si en Lazo podemos admirar sin recelos al hombre y a la obra, en Paz Castillo es preferible admirar la obra y enterarse lo menos posible del hombre. Realmente, no es Paz Castillo un ejemplo digno de imitar en sus periplos ciudadanos; cónsul de Venezuela en Barcelona de España, durante la Guerra Civil, abandonó su cargo y se paseaba desesperado, envuelto en una bandera nacional, buscando el primer barco que pudiera sacarlo del puerto, mientras sus compatriotas, en medio de los sobresaltos del conflicto, buscaban afanados el auxilio y los consejos de su cónsul. Muchos años después, embajador de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en Lima, al ser interrogado por la prensa peruana, sobre el asesinato de Leonardo Ruiz Pineda, declaró, de la manera más innoble, que se trataba de un delincuente común. No pretendo con esto condenar a Paz Castillo, admiro y disfruto su poesía, simplemente doy una explicación de por qué al respetado poeta Paz Castillo le era imposible comprender los peligros, los azares, las vicisitudes por las que pasó el patriota Francisco Lazo Martí.

José Ramón Medina en cambio, entendió muy bien la realidad vivencial de Lazo, por eso afirmó, en su obra Los homenajes del tiempo, lo siguiente:

“El poeta no pudo, no podía ser, un contemplativo. Había demasiada pasión en su alma; pasión de la mejor, de la verdadera, de la que se construye. Pasión patriótica que se aproxima a la realidad para erguir su solicitud en deber… Su puesto estaba allí donde lo reclamaba el clamor de su gente, desasistida de esperanza, olvidada y sin remedio. Su personalidad tiene, así, el sello del luchador”.

El muy admirado maestro de escritores, don Mariano Picón Salas, a mi juicio el mejor prosista venezolano del siglo XX, se refirió a la obra de nuestro esclarecido conciudadano en estos términos:

“Versos trabajados con esmero clásico, versos que se afirman como pinceladas y donde cabe el rojo mediodía y la noche llanera con sus infinitas estrellas y sus misteriosos rumores. Pero la emoción que anima la obra, los símbolos que brotan de aquella naturaleza tan variada, hacen de la Silva criolla mucho más que un modelo de  poesía descriptiva”.

El excelente cuentista y novelista Arturo Uslar Pietri, en un logrado ensayo sobre Pérez Bonalde, integrado en su libro Letras y hombres de Venezuela, se refiere a Lazo Martí en los siguientes términos:

“El criollismo elevado de Lazo Martí fue una rica nota aislada”.

Gonzalo Picón Febres, Augusto Germán Orihuela, grandes figuras del pensamiento venezolano, han dedicado su atención y su análisis a la obra de este calaboceño de excepción. José Ramón Medina, que ha sabido vincular la actividad pública con la poesía, la cátedra con el ejercicio profesional y a quien ya hemos citado antes en estas palabras, afirma en una síntesis lograda: “El poeta, el médico, el político, y el hombre de armas parecen integrar, así, una sola y única experiencia humana, como no desligable sino distintas facetas de una misma personalidad llamada, por encima de todo, al servicio colectivo”.

Como es frecuente, en este país tan deficiente en cuanto a archivos, o memoria colectiva, por muchos años se tuvo como como verdad universal, que la fecha de nacimiento de Lazo era el 14 de marzo de 1864. Estudiosos y ensayistas como Julio Planchart, Mario Briceño Iragorri, Mariano Picón Salas, Edoardo Crema, J. A. Cova, José Ramón Barrios Mora, Oscar Sambrano Urdaneta, Pedro Díaz Seijas repitieron esa convicción. Fue la curiosidad intelectual del ya antes nombrado Dr. Rafael Loreto Loreto, la que permitió establecer la verdadera fecha del nacimiento de Lazo en los archivos de la iglesia de Las Mercedes, quedando asentado, sin lugar a dudas, que fue en 1869 el nacimiento del poeta, es decir, cinco años después de lo que se había creído hasta entonces.

Este hecho, que pudiera sonar baladí, tiene importancia, en cuanto a la evaluación de la obra lazomartiana y su ubicación dentro del movimiento literario venezolano y latinoamericano. En su excelente trabajo crítico, el erudito y muy recordado profesor Edoardo Crema, dice que Lazo llegó a establecer una teoría o filosofía del amor, siguiendo las ideas de Camilo Flammarion, y considerando el amor como el equivalente espiritual de la atracción newtoniana, para Lazo amar era vivir, dice don Edoardo, y añade más adelante: “Lazo Martí conoció del amor todos los aspectos y matices, desde la atracción que una adolescente ejerció sobre el niño”. Es evidente que se refiere el profesor Crema a la hermosísima primera crepuscular, a aquella turbadora imagen de:

“A través del discreto claro oscuro / mirábalo abultar bajo el corpiño / con la turgencia del anón maduro”.

Y cuando habla de una mujer desconocida, vista al pasar entre la muchedumbre, a la orilla de un río, evoca otras estrofas que todos conocemos y queremos.

Conviven, se sobreponen a veces uno a otro y otras veces se enfrentan en el alma del poeta, su formación científica, la influencia del movimiento positivista en el pensamiento de su tiempo y una fe raigal en el dogma católico. Diría, a través de lo que conozco de su vida y de las últimas obras de su producción, que al final, en esa difícil síntesis que hace el hombre después de transitar por los más variados caminos y desfiladeros de la vida, encontró esa luz de eternidad, que es la fuerza que nos sostiene en los momentos más duros de la existencia y que nos facilita el final desprendimiento: la fe. 

Virtudes y condiciones que todas ellas forman parte de lo que en un sentido superior y activo de la vida debe ser un verdadero cristiano.

Con su impecable cincel afirma el profesor Crema:

“Pero los elementos del Llano, las emociones amorosas y sociales, y las meditaciones y preocupaciones de carácter metafísico, carecen de originalidad, en la producción de lazo Martí, solo si nosotros le damos el valor de un simple objeto de la percepción y de la intuición, un valor completamente a estético; porque al darles, por el contrario, el valor que debemos darles en una obra artística y que brota de la elaboración a que lo sometieron la imaginación y la fantasía, debemos llegar a la conclusión opuesta, y al afirmar que Lazo Martí es poderosamente original en casi todas sus creaciones”.

“Lazo Martí ha repetido para Venezuela y América Hispana, el milagro que se encuentra en la raíz de todas las obras maestras de la literatura universal, y que consiste en aprovechar toda la materia prima de un determinado tema de inspiración, para elaborarla con la imaginación y la fantasía”.

W. H. Auden calificó la poesía, al igual que otros grandes vates de todos los tiempos, como indefinible. A Lazo se le quiso rotular como criollista o nativista. Algunos pretendían que su poesía se quedaba en una mera radiografía del paisaje y de la gente de su pueblo. Fernando Paz Castillo, rechazando estas afirmaciones, hablaba de que en la poesía de Lazo había “un nacionalismo lírico” que pudiera ser, dentro de la imposibilidad definitoria, una aproximación valedera.

Yo no me atrevería a intentar una definición personal, soy poeta y no crítico literario, pero quiero decir que Lazo Martí fue el primer poeta que me leyeron. Me lo leía mi madre cuando habitábamos en un agradable atelier de pintor, que le habíamos arrendado a nuestra gran cineasta, Margot Benecerraf, en la rue Oudinot de París y en donde vivíamos un exilio sobrio pero digno. Y cada vez que me leía una estrofa o una parte de la Silva criolla o que yo le pedía especialmente que me leyera el poema “Cual orores maduros”, que siempre me atrajo poderosamente. Oír la obra de Lazo y ver el Llano era una misma cosa, una representación plástica y musical de esta tierra ardiente y abierta, de este pueblo excepcional, que tan gloriosas páginas ha escrito en la historia de América Latina.

Por ello diría que Lazo Martí es el Llano, y es también el arquetipo de una manera de ser hombre, que respondía a los valores de la sociedad de nuestra tierra. Valores estrictos, a veces prejuiciados, con un culto a la honestidad, a la lealtad, a la amistad, con un sentido de la decencia sin medidas porcentuales, con una manera de ver la vida de frente, sin temor, una viril asunción del destino, entonces aún más azaroso y difícil que en nuestros tiempos. El alma del llano asolado por el caudillismo fue representada inmejorablemente en la obra de Lazo y sigue siendo un llamado válido para la juventud de nuestro tiempo:

“Es tiempo aun de combatir acude,

ven a luchar con juveniles bríos

por el bien de la raza cuyos lares

consagre el albo al sol junto a los ríos

y cerca de los próvidos palmares.

¡Por el bien de la raza que abandona el rincón sin azares. . .

Por amor a tu raza en desventura. . .

Por estos seres buenos y sencillos,

Por este pueblo amado,

que vive –noble victima– entregado

a la ciega ambición de los caudillos”.

Y digo que tiene valor para los jóvenes de nuestro tiempo, porque si en aquella época hombres bárbaros, a lomo lustrosos caballos, a la cabeza de peonadas inciviles, saqueaban y asaltaban, o buscaban la conquista del poder por la fuerza, para legitimarlo después con algún pomposo nombre, en nuestros días, hombres que ni siquiera han tenido el valor de afrontar el plomo de las balas, o de enfrentarse en la resistencia clandestina a las dictaduras, o de ganarse a pulso sus posiciones, sino medrando a la sombra de otros más altos y deslumbrantes que ellos, pretenden erguirse en caudillos de nuevos signos, en versiones modernas hollywoodenses, plastificadas, de mesías de utilería, de figuras oropelescas, que bajo la cortina de humo de un carisma prefabricado, quieren engañar a la juventud y al pueblo todo de Venezuela para que los sigan, como pretendidos salvadores, cuando en el fondo, lo que quieren es repetir el asalto a los bienes del común, el desorden y la rapiña que ya en otros tiempos protagonizaron.

Esperemos que el llamado de Francisco Lazo Martí, como el de otros próceres civiles de nuestro tiempo, dignos también, patriotas también, pedagogos del civismo también, tenga eco y que Venezuela sea capaz de rescatarse y no vuelva nunca a sucumbir a la tentación de entregar la voluntad colectiva al veleidoso capricho de un hombre o de una camarilla.

Lazo, lo dijo, con sus premonitorias palabras de poeta:

“Vivir para alumbrar, esa es tu suerte!

Guiar por la tiniebla, es tu destino!

Acudir sigiloso a nuestra muerte

y prestarnos tu luz para el camino!”.

No hay mejores palabras que las de Lazo para recomendar el esfuerzo creador y no el culto malsano que hoy por desgracia, tanto abunda, el halago, la zancadilla, a trepar y a deslizarse como resbaladizos reptiles por los caminos de la vida. Fue inequívoco: 

 “No más a los afanes de la corte

Humilles la altivez de tus instintos. . .

Deja que de los años la faena

Los palacios derrumbe…

(…)

Si es oro la lisonja al bravo y fiero

Señor –de cuantos míseros se humillan

Desprecia el arte vil por lisonjero,

En que nombres y almas se mancillan”.

Y termina en el último canto de su inmortal poema:

Es tiempo de que vuelvas!  Sin mancilla

te aguarda el viejo amor

Viva te espera del culto del hogar la fe sencilla”. 

Estas palabras, en horas en las cuales Venezuela sufre la peor diáspora de su historia, cuando más de tres millones de venezolanos se han visto impelidos a enfrentar penurias, humillaciones y pruebas inimaginables para huir del “paraíso socialista” engendrado por 20 años de chavismo, merecen mucho más que una reflexión y la merecen en el talante de Lazo, un hombre, con el valor y la entereza de quienes nos dieron libertad, esa que se conquista, al precio que sea.


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