Occiso no es igual a otro muerto. Un occiso es alguien que ha sido asesinado, de manera violenta. Las bestias son monstruos. No son solo animales de carga, sino “seres” que llevan la ferocidad en su interior. En 1962, Fernando Irazábal (Venezuela, 1936) provocó reacciones con su exposición “Bestias y occisos”. Fue uno de los integrantes de El Techo de la Ballena. El Techo de la Ballena es hoy un mito. Pero un mito desfigurado. Han pasado casi sesenta años desde sus inicios y aún hay misterios por revelar. Pero se van aclarando porque es ahora, a la luz de los acontecimientos que vivimos, que se entienden en su cabal dimensión.

El Techo de la Ballena tiene un punto de partida que, a su vez, fue un punto de quiebre. El 24 de enero de 1959 se reúnen Rómulo Betancourt y Fidel Castro. Este último tenía apenas 23 días de llegar al poder. El encuentro duró dos horas y veinte minutos. Una reunión tensa. Solo estaban presentes ambos presidentes y el Embajador de Cuba en Venezuela. Trascendió que Castro vino a pedir trescientos millones de dólares de préstamo. O petróleo en condiciones favorables. Betancourt no podía dárselos. Las arcas estaban vacías. Castro tenía esperanzas en esa cita. Le confesó a Guillermo Cabrera Infante: “de esta reunión depende el futuro de Cuba”. Castro regresó a Cuba con las manos vacías y juró vengarse. Empezaron a penetrar las universidades. Iniciaron las guerrillas. Incitaron a los intelectuales a generar movimientos culturales.

Es así como El Techo de la Ballena nace como un hecho político. Una forma de presencia, a través de los círculos intelectuales. El grupo literario Sardio se había fragmentado. Y buscan integrantes más radicales conformados por jóvenes escritores, poetas o artistas. Algunos de ellos, aún hoy, continúan con ese pensamiento. Sin embargo, de ese movimiento surgieron talentos excepcionales. Unos artistas con formas novedosas de lenguaje, que eran denuncia y hecho plástico. Nacen los informalistas venezolanos –los había precedido Renzo Vestrini–. En Venezuela se conformó un movimiento que unía la política, el arte, la poesía y la literatura. Venezuela fue pionera en América Latina y, cronológicamente, coincide con los movimientos de protesta en Europa y Estados Unidos.

No se ha hecho justicia al momento de analizar la obra de Fernando Irazábal. En las crónicas se menciona su nombre, ciertamente, pero no como el artista que –después de Vestrini–, le inyecta el tinte político al lienzo. La obra de Fernando Irazábal es feroz, terrible, sin concesiones, plásticamente impecable. Durante toda su vida le encantó explorar las relaciones entre arte, ciencia y tecnología. Desentrañó la materia, el gesto, el azar. Sostenía que el hombre era el eje conductual y su presencia debía ser permanente.

Adorador de las texturas, los ensamblajes y la materia, sus obras son casi tridimensionales. Con “Bestias y occisos” alcanza la plenitud de su trabajo. La denuncia política estaba presente con unos “seres” amorfos o en telas, destrozados por las torturas. Son símbolos de masacre y de terror, que relaciona con la violencia.

Beatriz Sogbe: Háblame de tus inicios. ¿Qué te indicó que serías artista?

Fernando Irazábal: Nací en Barcelona, Estado Anzoátegui. Llegué a Caracas, de un año, por la plaza Capuchinos. Luego nos mudamos a Puente Hierro. Para 1944, nos fuimos a El Pinar, en El Paraíso. Era una casa con muchos muebles de madera. Un mobiliario que mi padre le encargó a una ebanista de nombre, Gertrudis Goldschmidt. Después se hizo llamar Gego, como artista. Desde niño la conocí. Mi padre me llevaba a su taller y pasaba horas ahí.

Estudié bachillerato en el Liceo Aplicación. Ahí, el profesor de Educación Artística era Miguel Arroyo. Me dijo que tenía talento para dibujar y era creativo. Me aconsejó tomar clases de pintura con un Señor Estévez, que nunca volví a ver. También visitaba la casa de mi primo, Perán Erminy. En la familia había un poeta amigo de pintores, Raúl Carrasquel y Valverde. Este era amigo de César Rengifo. Otra persona allegada era Alfredo Tarre Murzi, quien estaba casado con Maruja, hija de Fina Erminy Luigi. Todo ese peregrinaje me llevó a la inquietud por el arte.

B.S.: ¿Dónde estudiaste arte?

F.I.: Inicialmente estudié en la Escuela de Artes Plásticas, en Caracas. Después me fui a Estados Unidos. Allá terminé el bachillerato en la Academia Suffield, donde también recibía clases de arte. Viví entre New York y Connecticut. En New York aprendí técnicas de tinta china con un japonés. No recuerdo su nombre pero quedaba en la West 109 St. con Av. Broadway. De allí mis trazos y el conocimiento de la tinta china. También ahí aprendí un poco de fotografía.

B.S.: Estabas muy involucrado con la izquierda en ese tiempo. ¿Cómo llegaste ahí?

F.I.: Nunca pertenecí a ningún partido u organización política. Pero sí poseía ese espíritu de rebelión. Estaba en contra de la dictadura de Pérez Jiménez y siempre cerca de la UCV. Cuando cayó Pérez Jiménez andaba con una identificación en el brazo, de la UCV.

En el año 1959 fue mi primera exposición individual en la Facultad de Arquitectura de la UCV. Al año siguiente realicé otra exposición de dibujos en el Museo de Bellas Artes, de Caracas. Las piezas eran de gran formato. Había una pieza de 1,80 x 5 metros. Como no podía guardarla en mi casa le dije al carpintero jefe (Miguel Monjes), que me lo guardara en el depósito de la FAU de la UCV. Al año siguiente me llamó: “Irazábal, pase urgente por aquí”. Cuando llegué recibí la sorpresa. Unos estudiantes dividieron la pieza y sacaron 5 cuadros de 1,80 x 1,00 m, de los que solo uno estaba firmado. Después de un tiempo fueron apareciendo y sé los nombres de los arquitectos que los tienen. Uno de ellos un conocido artista plástico. En esos años se realizaba en la FAU la “Exposición Nacional de Dibujo y Grabado”, creada por el director o jefe de extensión cultural –Antonio Granados Valdés–. En 1959 me dieron el premio de dibujo y en 1960, el de grabado, de esa exposición.

B.S.: ¿Cómo te involucraste con El Techo de la Ballena?

F.I.: La necesidad de ir en contra de lo establecido, de transformar la sociedad. Esa actitud irreverente, a veces anti estética y de escándalo. Esto trajo una reacción de los medios de comunicación y sectores de la sociedad. Los artistas en general no podemos cambiar la sociedad, pero sí influir con ciertas ideas, con el espíritu de rebelión, de cuestionar todas las estructuras socialmente impuestas. En el hombre siempre hay violencia y más ahora, que el poder sigue en manos de una minoría. En aquel momento hicimos una mini revolución.

B.S.: Eras de los más activos y radicales del Techo, en el sentido de que tu obra posee denuncia y ferocidad.

F.I.: Cuando me propuse realizar la exposición “Bestias y occisos”, en el año 1962, en la Sala Mendoza, quería hacerla lo más radical posible. Deseaba una reforma profunda de lo que venía realizando hasta los momentos en materia plástica. Denunciar la violencia y el terror que existían a nivel mundial. La muerte, la tortura, el miedo, el sufrimiento. Por eso mis occisos en aquel momento, estaban confrontados a fotografías, murales de muertes violentas, campos de concentración, quemados, personas achicharradas. Eran obras para agitar, no para agradar. Hay una realidad en la cual vivimos todos y en mis catálogos encontrabas esa cosa radical, a la cual te refieres. Que ya venía desde el año 1959. También, en la de 1961, en el Museo de Bellas Artes. En el catálogo de esta exposición utilicé poemas que encomendé a cuatro amigos. Les pedí que escribieran sobre la muerte. Jesús Enrique Guédez escribió: Yo vi la marcha militar, las legiones con bastones blancos cojeando. Juan Calzadilla hizo Dictado por la jauría. También Edmundo Aray. Finalmente, Francisco Pérez Perdomo escribió: Una y otra situación extrema hubieran hecho inestable mi vida de cadáver.

Homenaje a la necrofilia

B.S.: Luego de la exposición de “los occisos” vino el “Homenaje a la necrofilia” de Contramaestre. Cuéntanos los hechos. Deseo precisar las fechas.

F.I.: La relación con determinados dramas contemporáneos es evidente en “Bestias y occisos”. Mucho de todo eso forma la realidad abstracta dentro de la cual vivimos. Si uno revisa los periódicos –en todo el planeta–, percibes que la vida está formada por occisos y bestias. La muerte es tarea de bestias y la muerte está conformada por occisos. En esa propuesta las obras estaban acompañadas de murales fotográficos.

Para la apertura de la exposición, recuerdo que, mientras los instaladores de la Sala Mendoza estaban allí, no se habían montado las fotografías en las palabras. En el momento que se fueron a cambiar las colocamos. Había desnudos de campos de concentración, cadáveres quemados, etcétera. Cuando regresaron y vieron lo que colocamos, no querían abrir la sala. Eran imágenes muy fuertes. Llamaron al director de la Sala –Justino de Azcárate– y le explicaron lo que sucedía. Había mucha gente en la puerta y no tuvieron más remedio que abrir. Fue un gran éxito e impacto. Al final del evento, nos fuimos Adriano González León, Carlos Contramaestre y yo, a tomarnos unas cervezas. En un momento dado, Carlos me dijo: “Fernando, qué buena esta muestra. Después de esto no queda otra que colocar carne cruda. Y sangre”. Tiempo después vino el “Homenaje a la necrofilia”. Pero ya yo no estaba en Venezuela. Me había ido a los Estados Unidos. A Carlos le fascinaba el tema de la muerte, tanto que yo, en una oportunidad, estaba haciendo un audiovisual sobre el Cristo en el cementerio y él me acompañó. Tomé fotos desde el “Cristo pepeadito bonito” hasta llegar a las tumbas destruidas, con cabilla y pedazos de cementos carcomidos. En esa búsqueda conseguimos una lápida en un ladrillo viejo y decía “Fernando Irazábal. Murió en 1920”. No lo podíamos creer. Entonces buscamos una cruz grande. Me puse con la postura de la crucifixión y Carlos tomó la foto. Nadie en la familia conocía a ese Fernando Irazábal.

B.S.: ¿Cuál fue la reacción del público ante “los occisos”?

F.I.: La reacción tanto del público como de la crítica fue muy favorable. Por ejemplo, a Sofía Ímber le encantó. Me entrevistó dos veces en su programa de televisión y escribió un artículo en la revista Páginas.

B.S.: ¿Y por qué Sofía nunca te hizo una exposición en el Museo, si creía tanto en tu trabajo? ¿No sería porque lo relacionaba con la izquierda?

F.I.: Porque yo me fui a Estados Unidos. De hecho, ella siempre la quiso hacer. Siempre fue muy entusiasta con mi trabajo.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!