Y entonces retornaron a su tierra, y el regreso más intenso y renovador fue el de quienes habían permanecido en su hogar, en sus labores, y sentían que volvían sin jamás haberse ido.

Federico Vegas

***

RETRATOS DE BARCELONA

Me acerco a la biblioteca de la Pompeu Fabra en la Ciutadella. El campus ocupa tres edificios históricos del siglo XIX. Dos de ellos fueron cuarteles y el tercero, el llamado Dipòsit de les Aigües, como su nombre lo dice, era un depósito de aguas con el fin de regular el caudal de la cascada del parque de la Ciutadella. Entro sin mostrar el carné y pienso cuán diferente es el ingreso comparado con una biblioteca universitaria en Estados Unidos, en la que hubiera sido impensable colarse sin pasar una identificación por alguna máquina. Camino por un largo pasillo subterráneo. Observo esta construcción estilo romana que parece un laberinto de arcos de catorce metros de altura. Veo letreros que me guían a Aguas. Escojo un puesto, me siento a escribir y pienso que este espacio ahora está repleto de estudiantes, investigadores, libros, sillas, escritorios, enchufes y lámparas. Cierro los ojos y me imagino sumergido en un caudal de agua, contengo la respiración, las burbujas suben como pensamientos rebeldes. Abro los ojos, la luz solar cae desde diversos ángulos y el lugar toma un aire religioso, casi que puedo oír cantos gregorianos. Escribo y siento una libertad inusual, como si mi cabeza pesara menos.

Pedro Plaza Salvati

***

COMUNICACIÓN POSHUMANA

Con la crisis del humanismo moderno en general y de la definición del ser humano en particular, el homo sapiens pasa a ser homo sapiens demen y la neurocomunicación le propina una segunda herida mortal a la razón iluminista y a la distopía habermasiana. No somos tan racionales como creíamos.

El sujeto de la comunicación ya no es el hombre sino el centauro tecnológico de Ortega y Gasset sin esencialismo técnico, ni de ningún tipo. Desde el transhumanismo y el feminismo se nos habla de cíborgs que han roto con todos los dualismos. Las prótesis biónicas, moleculares y simbólicas nos permiten enunciar una ontología cíborg que conlleva también la profusión de redes sociotécnicas, más que sociales a secas. El teléfono móvil celular y los asistentes digitales son las nuevas extensiones del ser humano. La internet de las cosas indica el creciente papel del umwelt. El Alter de la comunicación será comúnmente un dispositivo de inteligencia artificial (IA).

Las prótesis biónicas interactuarán con el resto del cuerpo biológico por lo que la comunicación poshumana no solo ha de reconocer la interacción con formas de IA sino también, paradójicamente, la biosemiosis.

Carlos Colina

***

¿Es el hombre bueno o malo por naturaleza? 1) Si el hombre es “bueno” por naturaleza, ¿qué lo ha hecho malo? La envidia, la ambición de poder, las guerras ¿dieron acaso un vuelco a nuestro estado inicial de bondad? 2) Si en cambio el hombre es “malo” por naturaleza, ¿cómo se explica que hayamos disfrutado de largos períodos de paz, de normal intercambio material y de ideas, el deseo de construir instituciones y de preservar el patrimonio? ¿Cuáles han sido los incentivos que han canalizado nuestro egoísmo innato?

Diversos pensadores políticos han ensayado respuestas. Hoy quiero focalizar un aspecto específico, es decir, las visiones del Estado que se derivan en función de que exploremos la opción 1 o la opción 2.

Tomemos dos ejemplos: para John Locke, el hombre es por naturaleza bueno. En un “estado de naturaleza” (que no equivale a un estado de barbarie, sino a la mera ausencia de un poder superior) el hombre vivía en armonía con sus iguales. Según Locke, la justicia en este estado consistía en que cada quien se arrope hasta donde puede, y que deje suficiente para el resto. En este estado natural ¿para qué un Gobierno, un Estado? Como su necesidad es solo instrumental Locke sostiene que el Estado debe ser un ente regulador un mero vigilante que supervisa pero no se entromete.

Para Thomas Hobbes, al contrario, el hombre es “malo” por naturaleza; no exactamente malvado sino egoísta. El “estado de naturaleza” hobbesiano es por tanto una situación de permanente conflicto, real o potencial, pues “el hombre es el lobo del hombre”. Frente a tal escenario el Estado no es un mero “remedio” que vigila, sino una necesidad. Su rol es crear los mecanismos de contención a nuestra naturaleza: las leyes, la propiedad, la policía, la justicia y hasta la religión son todos diques políticos al conflicto humano.

Considero que si bien Hobbes tiene una visión más realista de la naturaleza humana, prefiero el estado silencioso y vigilante de Locke. A ese estado “mínimo” me dedicaré en la próxima entrada.

Paola Romero

***

Buscar en Albert Camus unas cuantas líneas que ayuden a soportarlo todo o casi todo, lo que se pueda. Esa magnífica correspondencia titulada Cartas a un amigo alemán resultaría de mucho apoyo ahora cuando el terror, la masacre, se ciernen sobre el país y se siente que es poco lo que puede hacerse sobre todo si no se está dispuesto a empuñar un arma. Uno se niega porque no sabría cómo. Lanzarse directamente al terror, ir desquiciado tras los cuellos y las cabezas de los opresores: abrirse a la guerra que han propugnado y fomentado siempre, desde que están allí. Desde que están blandiendo sus “hierros” frente a nosotros, matándonos abiertamente, a plena luz. Y entonces pretender con Camus, con un autor, que podemos hallar un palmo de equilibrio, algo de lucidez en el desastre, para digerirlo, asimilarlo, empequeñecerlo, tal vez domeñarlo. ¿Podrá hacerse?

Hay demasiada furia, cólera, como dice Camus en esas cartas. Y no intuimos si sabremos conciliar la cólera con la inteligencia, a ver si la combinación nos salva o nos da alguna posibilidad de salvación.

Estamos en medio de la desgracia más abyecta, otra vez el corazón de la oscuridad. Nos mata la bala y nos aniquila la imposibilidad de conjurarla.

Samuel González-Seijas

***

18 DE OCTUBRE DE 2010

Tortugas gigantes en Las Azores.

Un sueño bello. Había cachalotes y las calles (incluidas las vías para los coches) eran de azulejos.

Dicen que allí se sienten las cuatro estaciones en un mismo día. Mi sueño fue así.

En el sueño el cielo estaba despejado y azul y de pronto llovía, la lluvia se transformaba en granizo y luego nieve. Entonces el manto blanco que cubría el piso se volvía dorado… eran hojas. Soplaba la brisa y las hojas daban vueltas sobre sí mismas y se convertían en rosas. Fue un sueño mágico.

Lena Yau

***

LA VACA

Un hombre atacó a una vaca con una piedra, otro hombre hizo lo mismo y luego otro y otro. La piedra fue el vestigio de la premodernidad, hombres voraces llevados al extremo salvaje de la rapiña. El ojo de la vaca quedó abierto, pero no muerto, pudo ver lo que hacían con el resto del cuerpo: los versos sangrientos de un matadero. La historia del hombre es también la historia del sacrificio. Caín y Abraham supieron enseñarnos la piel.

El hombre, los hombres, los harapos de sus manos desgarraron la carne, la res ajena, desmembraron los huesos. La turba se hizo cuento de Kafka, ese de una ciudad asolada por la desesperación y un gobernante escondido tras las cortinas.

Pienso en la vaca y en su desgraciado destino, pienso en el hombre que tiró la primera piedra, ese a quien le dieron hambre por utopía. Los bramidos de la vaca moribunda me empujaron a escribir su tragedia, el suelo rapiñado me hizo comprender la desolación de todo un mapa.

La cortina permanece cerrada.

Carolina Lozada

***

TIEMPO DE SÚPLICA

Tiempo de inmovilidad, la oscuridad. Los olores resaltan como señales. La crueldad se purifica, se muestra pulida. Más allá de la luz está lo espeso, lo urdido por las pesadillas. La palabra muerte está vacía, la palabra miedo también, odio es otra palabra vacía. ¿Cómo nombrar lo que está vacío? Esto ya es retórica, ripio.

Ahora tu mundo solo alcanza lo que deja ver esa llama de la vela. Ya no es del tamaño de lo que puedes nombrar.

Similitudes: Casa tomada, el despojo, la invasión. Nido de víboras, la locura, la curación, la lucidez.

María Antonieta Flores

***

NIMIOS (I)

Seda. Tal vez por esa manera tan simple y económica de plantear la historia, tal vez por eso, atrae tanto esta pequeña obra. Y no solo la historia y sus maneras de desenredar largos lapsos de tiempo y sobre todo el modo de encarar las distancias geográficas: los sucesivos viajes desde el pueblo francés de Lavilledieu hacia algún remoto pueblo del Japón. Eso es lo que hace Hervé Joncour, personaje de Seda, novela fragmentaria y breve de Alessandro Baricco. La simpleza y cómo se nos muestra el amor y el deseo, todo, a través de la comercialización de huevos de gusanos de seda. Hervé pudiera ser, salvando las dimensiones, un Ulises del siglo XIX. La diferencia es que a este personaje lo esperan dos “Penélopes”, la que lo espera en el pueblo francés y la otra dama oriental de rasgos occidentales y enigmáticos, aquella mujer que solo se nos revela en la constante mirada que ambos se cruzan y en una cortísima interacción sexual y especialmente erótica, que el autor resuelve en un solo párrafo, minificcionalmente, en la penumbra de una habitación japonesa.

Néstor Mendoza


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!