Hay unanimidad entre quienes se ocupan de cualquier motivo de nuestro acervo escrito en que: “Sin exageración puede decirse que la tarea llevada a cabo por Pedro Grases ha hecho posible la reconstrucción de la historia cultural de Venezuela (…)” (1). Su impresionante bibliografía, reunida en 21 volúmenes y publicada por Seix Barral entre 1981 y 2002, da cuenta de las varias preocupaciones intelectuales que inquietaron su atareada vida: la filología, la historia de las mentalidades, el mundo de los primeros impresos, la lengua. De allí que Antonio Scocozza afirme que no es “fácil sintetizar en pocas páginas el aporte de Grases, metodológico, documental, sistemático y bibliográfico, a la fundación de los estudios de historia de la cultura en Venezuela”. No obstante, continúa Scocozza:

“[Hay que reconocer en Grases] (…) dar definitivamente el justo rol que tuvo el humanismo liberal hispanoamericano compendiado en la obra de Andrés Bello; el esfuerzo de organizar una apropiada documentación de archivo y en consecuencia editar colecciones críticas de autores americanos, el estudio sistemático del pensamiento hispánico del siglo XVIII, con un conjunto de trabajos sobre crítica e historia. Prácticamente, aparte de la obra literaria propiamente dicha –narrativa y poesía– (…) su tema privilegiado de investigación ha sido la historia de las ideas y la difusión de la cultura. En este campo, además de Andrés Bello, del que es el mayor intérprete, su aporte a la compresión de los acontecimientos culturales venezolanos en particular e hispanoamericanos en general es de fundamental importancia. Cómo olvidar sus estudios, únicos en su género, sobre la historia de la imprenta y del periodismo en Venezuela o de las ediciones de las obras de personajes fundamentales en el pensamiento de lengua española y la recopilación siempre acompañada por estudios críticos de los hombres que contribuyeron con su labor y pensamiento a la formación de la nación venezolana (…)” (2).

Ya se ve, el carácter medular de la dilatada obra de Grases tiene como orientación la búsqueda de las fuentes originarias –escritas– del pensamiento que dan cuerpo a las ideas sobre lo venezolano. Su formación universitaria contribuiría con esta empresa y serviría para establecer redes de conocimiento en las que la enseñanza de sus métodos de trabajo repercutió de manera casi inmediata en los círculos intelectuales del país desde los años cuarenta.

Llega a Caracas en 1937. En la alforja trae un par de doctorados: en Filosofía y Letras y en Derecho, y la experiencia literaria adquirida en el trato con sus colegas peninsulares contemporáneos. De inmediato se integra al medio (3) y comienza a producir textos de investigación donde resalta algo poco probado entre quienes solían escribir sobre literatura, porque Grases:

“Estaba rompiendo la tradición altisonante de la pedagogía oratoria. La reemplazaba por el trabajo arsenal de la bibliografía, de la documentación, de la consulta de referencias y de la elemental elaboración de fichas que soportaran el trabajo posterior. Combatía el facilismo de ciertos ‘ensayistas’ que revoloteaban por los problemas intelectuales sin apoyo documental” (4).

Esta declaración de Domingo Miliani evoca, mutatis mutandi, las prescripciones de la crítica literaria: la necesidad de adscribir los juicios a pruebas documentales y, sobre todo, a un método y a unos insumos teóricos que posibiliten generar conocimientos. Restringiendo la actividad de Grases al asunto que nos ocupa, la valoración de textos literarios, diremos que una de sus primeras publicaciones caraqueñas la constituye un minucioso y denso artículo: “La singular historia de un drama y un soneto de Andrés Bello” (5). En él Grases expone su batería erudita y brinda una lección donde combina literatura comparada (comparatística) con historia literaria y análisis textual. Esto es, muestra algunos de los entresijos que deben acompañar el estudio de una pieza creativa o de cualquier fenómeno concerniente al modo de representación del arte escrito.

Otro ejemplo de crítica literaria rigurosa nos lo ofrece Grases en uno de sus más celebrados libros concebido recién llegado a Venezuela: La épica española y los estudios de Andrés Bello sobre el Poema del Cid (6). Se trata de un enjundioso análisis respecto de la manera como Bello alcanzó a elaborar una brillante interpretación del famoso cantar de gesta (sobreponiéndose a las más adversas condiciones de trabajo), pero al mismo tiempo de una puesta al día –por mano de don Pedro– de las variadas aproximaciones histórico-literarias y filológicas relacionadas con aquella obra fundacional.

Así pues, queda claro que el modelo de valoración ejecutado por Grases se convirtió en una suerte de escuela analítica que lograría formar los primeros críticos literarios profesionales allí donde le tocó dictar cátedra, como en el Instituto Pedagógico de Caracas, o mediante la recepción de sus argumentos en un radio más amplio gracias al potente vehículo de las columnas periodísticas o de los libros. Para decirlo de una vez: sin el magisterio de Pedro Grases respecto del manejo de las herramientas teóricas (recordemos su sólida preparación lingüística), el uso obligatorio de fuentes documentales primarias, el paciente cotejo de todos los informes sobre el tema examinado y, por último pero no menos importante, la exposición clara y metódica de las demostraciones, no hubiesen sido posibles las personalidades críticas de, entre otros, Manuel Bermúdez, Pedro Díaz Seijas, Alexis Márquez Rodríguez, Domingo Miliani y Oscar Sambrano Urdaneta (ni de otras más recientes que, por fuerza de la tradición, aquellos a su vez educaron).

Es imposible rastrear exhaustivamente, tanto más en el mínimo espacio de un artículo como este, la inmensurable actividad crítica de Pedro Grases. Sin embargo, no podemos pasar por alto la sección “I. b) Temas de crítica” del tomo 2 de las Obras del maestro; ahí pueden leerse paradigmáticas piezas como “La Oda al Anauco, de Bello”, “La elaboración de una égloga juvenil de Bello”, “La silva ‘Agricultura de la zona tórrida’”, “El soneto ‘Lleno de un susto un pobre cabecilla’”, “Víctor Hugo y Horacio en una imitación de Andrés Bello” (7). Tampoco debemos olvidar aquellos textos considerados clásicos en nuestros anales críticos: “‘Mi delirio sobre el Chimborazo’, de Bolívar” (8), “Juan Antonio Pérez Bonalde (1846-1892)” (9), “Manuel Díaz Rodríguez (1871-1927). Su último libro” (10), “Luis Correa (1886-1940)” (11), “Ángel Miguel Queremel (1899-1939)” (12), “De la novela en América” (13).

La puntualidad crítica de Grases rezuma también en los prólogos y estudios introductorios que colocó en cada una de las compilaciones que hizo para rescatar la obra comprensiva de autores específicos o de importantes períodos del saber nacional. Así, Escritos del Libertador (14), Juan Vicente González (15), Los libros de Miranda (16), Biblioteca Americana o miscelánea de literatura, artes y ciencias (17), Escritos de Simón Rodríguez (18), entre muchas otras, mencionadas también por Inés Quintero en el ensayo precedente. Y por supuesto, las explanaciones a las Obras completas de Andrés Bello, sin duda uno de sus monumentos críticos (19).

De tal manera que el influjo de Pedro Grases en el proceso de la crítica y la historiografía literarias del siglo XX venezolano es indiscutible, al extremo de considerarlo una institución en estas disciplinas. Luego de su ejemplarizante paso por nuestra literatura, el análisis de textos abandonó más de un siglo de diletantismos y vaguedades. En adelante, asumir el estudio de cualquier material escrito (incluyendo los no ficcionales o poéticos) requiere de una pericia que solo da una estricta formación y, sobremanera, el apasionado talante –y el talento– de quien busca la verdad a través de las palabras que fraguan la cultura.

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Notas

(1) Nelson Osorio Tejeda, “Grases, Pedro”, en Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina, tomo II, Caracas, Biblioteca Ayacucho, Monte Ávila Editores, Consejo Nacional de la Cultura, 1996, p. 2076.

(2) Antonio Scocozza, “Pedro Grases: una vida y un método para la historia de la cultura hispanoamericana”, prólogo a Pedro Grases, Obras 20. El viaje se termina, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1998, pp. XXIV-XXV.

(3) Fue recibido con beneplácito en el Grupo Viernes.

(4) Domingo Miliani, “Crítica e investigación literarias en Venezuela. Experiencia y testimonio”, en El mal de pensar y otros ensayos (Rafael A. Rivas D., comp.), Mérida, Publicaciones del Vicerrectorado Académico, Universidad de Los Andes, 2006, pp. 165-166. Valga también esta apreciación de Nelson Osorio Tejeda: “Una de las características que dan el sello de la vasta producción intelectual de Pedro Grases es su riguroso afán por establecer las fuentes documentales de su estudio. Esta preocupación lo ha llevado a revisar archivos públicos y privados, tanto en Venezuela como en los más diversos países, para encontrar, rescatar, editar y poner en circulación materiales que permiten documentar y establecer con rigor los pasos que ha seguido el proceso formativo del pensamiento y la cultura nacional”. Nelson Osorio Tejeda, obra citada, p. 2076.

(5) Recogido en Pedro Grases, Obras 1. Estudios sobre Andrés Bello. I. Investigaciones monográficas, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1981, pp. 11-37 (publicado por vez primera en 1943).

(6) En Pedro Grases, Obras 1. Estudios sobre Andrés Bello. I. Investigaciones monográficas, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1981, pp. 334-459 (publicado por vez primera, de manera parcial, en 1941; el texto completo y definitivo es de 1953).

(7) Pedro Grases, Obras 2. Estudios sobre Andrés Bello. II. Temas biográficos, de crítica y bibliografía, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1981, pp. 179-185, 186-203, 225-231, 243-248, 279-284.

(8) Pedro Grases, Obras 4. Estudios bolivarianos, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1981, pp. 367-386.

(9) Pedro Grases, Obras 6. Instituciones y nombres del siglo XIX, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1981, pp. 400-418.

(10) Pedro Grases, Obras 7. Maestros y amigos, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1981, pp. 136-139.

(11) Pedro Grases, Obras 7. Maestros y amigos, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1981, pp. 191-218.

(12) Pedro Grases, Obras 7. Maestros y amigos, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1981, pp. 494-502.

(13) Pedro Grases, Obras 13. Reflexiones y ensayos, Barcelona-España, Editorial Seix Barral, 1983, pp. 283-291.

(14) Simón Bolívar, Escritos del Libertador, Estudio bibliográfico: Pedro Grases, Caracas, Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1964-1967, 19 vols.

(15) Juan Vicente González, Juan Vicente González, Estudio preliminar y apéndice bibliográfico: Pedro Grases, Caracas, Academia Venezolana de la Lengua, 1962.

(16) Francisco de Miranda, Los libros de Miranda, advertencia bibliográfica: Pedro Grases, Caracas, Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1966.

(17) Presidencia de la República, Biblioteca Americana o miscelánea de literatura, artes y ciencias, Prólogo e índices: Pedro Grases, Caracas, Presidencia de la República, 1972.

(18) Simón Rodríguez, Escritos de Simón Rodríguez, Compilación y estudio bibliográfico: Pedro Grases, Caracas, Sociedad Bolivariana de Caracas, 1954-1958. 3 vols.

(19) Véase, por ejemplo, su prólogo a Andrés Bello, Obra literaria, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979, pp. IX-LIX.

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Los autores que participan en la publicación son Tomás Straka, Rogelio Altez, Inés Quintero, Carlos Sandoval, Miguel González Guerra, Catalina Banko, Ocarina Castillo D’Imperio, Alejandro E. Cáceres, Hannia Gómez, Edgardo Mondolfi Gudat y Pedro David Correa.


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