En su obra La decadencia de Occidente, Spengler propuso la teoría de que todas las culturas tienen una forma idéntica de desarrollarse, y nos presenta un escenario en el cual, en un momento dado, nacen los dioses de todas las culturas, en un brote espontáneo, intuitivo y mítico; y de este modo evolucionan todas las culturas hacia estadios de florecimiento. Pensaba que las culturas, como las plantas y los animales de una especie común, transcurren por etapas semejantes, y cada etapa se desarrolla en fases progresivas.

Oswald Spengler elaboró una concepción pluralista y organicista de la Historia. Según su visión, las culturas experimentan una necesidad morfológica que conlleva nacimiento, esplendor y decadencia antes de la muerte. Occidente está a punto de morir, ya es el cadáver de una cultura, es decir de una civilización. El declive militar de los occidentales ante los nuevos bárbaros, y el sometimiento de lo político a lo económico-financiero marcan nuestra era. Una era unilateral, en la que el alma fáustica de nuestra cultura discurrió exclusivamente por los canales de la infinitud técnica y de la producción y acumulación insaciable de plusvalía.

Las culturas las denominó de dos clases. Una, las culturas apolíneas: el sensualismo de la estatua griega del hombre desnudo, cuyo contorno define y cierra los cuerpos en el espacio, el culto de los dioses olímpicos, la fatalidad (Ananké). Y las otras,  las culturas fáusticas, de origen germánico pero que dan personalidad a la cultura occidental, representadas en el arte de la fuga, de Juan Sebastián Bach, la aguja gótica lanzada al infinito, el ilimitado ámbito espacial que sugiere la mirada de La Gioconda hacia el espectador y el horizonte difuso en el fondo, algo espiritual separado del presente sensible. ¿Es sostenible esa disyunción entre las culturas nórdicas y las mediterráneas que propone Spengler? Mariano Picón Salas anunció a su modo poético la conjunción de las culturas en la vieja Europa, cuando dijo que el mito de Goethe en el segundo Fausto encarnaba simbólicamente esa unión de espíritu, representada en el matrimonio de Fausto y Helena: “La voluntad y la pasión germánicas integradas y armonizadas en las antiguas y bellas formas meridionales”.

Hoy día ha resurgido el pensamiento de Spengler en aquella obra,  publicada entre 1918 y 1922, y podemos decir que la cultura occidental está en decadencia. El arte ha perdido su contenido simbólico y es solo lujo, capricho, imitación. Al igual que en las culturas desaparecidas, el predominio del dinero y la riqueza material anuncia otras catástrofes sangrientas.

Como ejemplo podemos señalar a la prensa escrita, un producto del alma fáustica, manejada por los grandes capitales, que ha traído el alejamiento del libro de papel sobre el cual se escribió El Quijote.

*

La concepción histórica de Spengler contribuyó a preparar la receptividad del pueblo alemán hacia la degeneración del nazismo. Esta aparición de una doctrina perversa ha atraído la amenaza de una catástrofe nuclear como la que pregonan los gobiernos dictatoriales. Pero debemos recordar que en el decenio de los años sesenta ocurrió un hecho que escindió la historia de la humanidad en un antes y un después: el hombre, por primera vez, vio a la tierra desde el espacio exterior.

El minucioso historiador alemán escribió en su citada obra acerca de la nórdica “nostalgia por los bosques; la misteriosa compasión, el inefable sentido de abandono”, y comparó al hombre “fáustico” –que era su ideal occidental– con los hombres clásicos de la Antigüedad, escribiendo que “el susurro de los bosques, un encanto que ningún poeta clásico jamás sintió, continúa con sus secretas preguntas: ¿De dónde?, ¿Hacia dónde?”.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!