Las ideas que escribiré a continuación provienen de una persona que disfrutaba (y todavía lo hace en la medida de lo posible) de una Caracas que respiraba cultura. No seré exhaustiva, solo comentaré recuerdos, momentos de mi vida y mi experiencia. Otros, más comprometidos con la movida cultural, podrán hacer mayores aportes que el mío. Pero igual escribo porque sé que una inmensa mayoría de caraqueños empatizará con estas líneas.

Caracas siempre se distinguió por ser una ciudad que respiraba cultura. No es una exageración cuando hago esta afirmación. A título de ejemplo, a principio de los años 80 estuvieron en Caracas Jorge Luis Borges y Friedrich A. Hayek, ambos entrevistados por Carlos Rangel y Sofía Ímber. Cedice Libertad cada 5 años, en el marco de sus aniversarios desde que se fundó hace casi 35 años, logra traer a Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010. Estos son solo algunos ejemplos, los que me tocan directamente por lo menos.

A pesar de la tragedia socialista que se instauró hace casi 20 años, los caraqueños podíamos disfrutar de una amplia variedad de librerías relativamente bien surtidas. Hoy el panorama es desolador.

Varios fueron los hitos que marcaron este 2018. Este año cerró la sede de Lugar Común en Altamira. Por problemas distintos a la situación económica, esta sede cerró. Se hubiese esperado que el cierre no afectara al resto de las sucursales. Pero para final de año ya la “marca” Lugar Común deja de usarse, así que en el Centro Comercial Paseo Las Mercedes y en la calle Jalisco con California de las Mercedes nos reencontramos con el nombre de Alejandría. De igual modo en la Torre Polar regresa el nombre de Ludens, con Javier Marichal a cargo.

Esta librería significó mucho para mí. En esta sede di mi primera charla sobre Liberalismo y Literatura con el amigo, escritor y librero Ricardo Ramírez Requena (hoy a cargo de la gran iniciativa que es La Poeteca). Luego de esa hermosa actividad, vinieron otras más con intelectuales nacionales como Gisela Kozak e internacionales como Martin Krause. Las puertas de Lugar Común siempre estuvieron abiertas para Cedice Libertad y estas líneas son una muestra de agradecimiento.

Este año cerró Suma de Sabana Grande. Confieso que la frecuentaba más en mis años de estudiante de Derecho de la Universidad Central de Venezuela y la verdad en esa época solo acompañaba a un estudiante de filosofía de la misma universidad que siempre encontraba allí las mejores ediciones y traducciones de clásicos. Esa librería me recordaba a mi abuela y a mi papá, que siempre vivían rodeados de libros.

Por su parte, Noctua sigue cerrada. Desde el año pasado con la inundación del centro comercial sigue con su anuncio “cerrada por tiempo indefinido”. La última vez que la visité fue el año pasado durante un “trancazo” de las manifestaciones de abril-agosto. La frecuenté mucho entre 2005 y 2010, época en que estudiaba italiano en el Instituto Italiano de Cultura, terminaba la especialización y comenzaba el doctorado.

Los libros de filosofía que usé para mi tesis los compré en esta librería. Los Boersner, como buenos libreros, eran ambiciosos con los libros que traían. Editorial Gredos y Paidós son las que más recuerdo.

Noctua fue el último bastión cultural de Centro Plaza. Allí estaban otras dos librerías emblemáticas que cerraron muy tempranamente. Estaba también su cine que exhibía películas de los festivales internacionales y del cine independiente. La sede del Instituto Italiano de Cultura tampoco está ya allí.

No obstante lo anterior, y reconocer que este puede ser uno de los años más duros para las librerías, me gusta recordar y especialmente practicar la recomendación que en estos días Javier Marichal compartió en redes: “Las librerías forman comunidades, espacios donde los lectores se encuentran. Después de nacer o morir nada más personal y solitario que el acto de leer, pero compartir lo leído es otra cosa. Y antes de internet lo socializábamos sobre todo en las librerías, donde el librero es médium, conector de espíritus, el de libros y lectores. Al faltar estos es lujo vano el oficio. Sentir lo perdido nos hace humanos, cierto. Pero entender las causas de estas pérdidas nos compromete en lo personal a evitar otras. Por eso invito a proteger con nuestra presencia cotidiana las que permanecen abiertas”.

Ciertamente las librerías son sinónimo de ciudad y socialización. En mi caso particular, desde hace cuatro años y medio, supuso un nuevo refugio para reconstruir mi biblioteca perdida. Tuve un proceso personal difícil, pero entre tantas otras cosas, las librerías resultaron parte de mis rutinas los fines de semana para reconstruir mi biblioteca, en realidad, mi mundo.

Por ejemplo, una de las pocas librerías que mencionan en los tours de librerías por esta todavía hermosa ciudad es la del Centro Comercial Vizcaya. Es mi parada obligada los fines de semana (ahora solo los sábados gracias a las regulaciones laborales y a la inseguridad). Confieso que pensé que cerraría el año pasado debido a las colas en una de las sucursales de una famosa cadena de supermercados que dificultaba las visitas al centro comercial.

Es una librería propiedad de una pareja de esposos mayores. Sus dueños tienen un gran amor al trabajo de toda una vida. Son verdaderos libreros. Conocen lo que venden y te recomiendan. Aquí compré, además de los clásicos de la literatura universal, mis libros de Paul Auster y Sándor Márai.

Otra librería infaltable en estas líneas es Estudios, en La Castellana, atendida por un gran amigo y conocedor de su oficio, Jesús Santana. En esta librería rearmé la colección de Albert Camus, de J.M. Coetzee y de Jorge Luis Borges, entre tantos otros. Además, gracias a un enorme esfuerzo, este año adquirí Cómo hablar con un progre de Gloria Álvarez, el tercer tomo de Los enemigos del comercio de Antonio Escohotado y La llamada de la tribu de Mario Vargas Llosa, entre otros. Estos últimos no son novedades solo aquí sino también en otros países.

La librería de Cedice Libertad, atendida por la señora Auristela bajo la experta gerencia de Rocio Guijarro (Gerente de Cedice Libertad), es la que me dio mi biblioteca liberal, desde Adam Smith, pasando por Mises, Hayek, Rand, Rothbard, y terminando con autores de este siglo como Tucker, Boettke, Huerta de Soto, Ravier, Rojas, etc. Obviamente no soy exhaustiva, pero me interesa destacar que esta librería se especializa en traer las novedades de Unión Editorial.

No solo por ser Cedice Libertad mi segunda casa le tengo un enorme cariño a esta librería, sino por la mística con la que trabajan en difundir desde hace más de 30 años ideas de libertad en un contexto totalmente adverso.

Otras librerías con pretensiones un poco más modestas: Librería Los Pinos del Centro Comercial de La Boyera, la librería de mi infancia (es todo un reto mantenerse y más en este país todo este tiempo) y donde mi abuela (siendo hija de padres profesionales fue la que me crió) compró la primera novela, que leí a los 8 años: Doña Bárbara de Rómulo Gallegos. Más librería de útiles escolares al principio, hoy se pueden ver novedades nacionales como los libros de la editorial Madera Fina (otro importante esfuerzo en medio de esta economía estatizada). Librería Nueva Chacao, con muy buena oferta principalmente de libros nacionales. Era para un público más general lo que no le restaba la posibilidad de conseguir muy buenos libros. Hace diez años solía tener en la entrada un husky cachorro igualito a mi husky siberiano, Ralph. Hoy, aunque no es ni la sombra de lo que era, sigue aguantando.

Aunque sea difícil, no abandonemos los espacios que nos son propios. Por mi parte, trato de visitar con la mayor frecuencia posible las librerías que todavía resisten.

Además de las mencionadas, aquí una lista de las que quedan. Me disculpo de antemano por la omisión en la que pueda incurrir: Historia, en el centro; La Pulpería del Libro en Chacaíto; Kalathos, en Los Galpones de Los Chorros; Muchos Libros (antes VDL Books) en Galerías Sebucán y Los Naranjos; El Buscón, en Paseo Las Mercedes; Sopa de Letras en la Hacienda La Trinidad; la del Banco del Libro; Summa, del Centro Comercial Concresa; Tecni-Ciencia Libros en el Centro Comercial Sambil…

Cuando toco estos temas, ya dolorosamente recurrentes, siempre cito a Arturo Pérez-Reverte, quien nos recuerda que: “Ni siquiera el hábito de ver destruirse cosas de forma violenta, derrumbarse mundos enteros en guerras y catástrofes, que ayuda mucho, endurece lo suficiente. Vacuna, quizá, frente a la sorpresa y permite mirarlo con lucidez más o menos serena, pero el dolor de la pérdida, o las continuas pérdidas, sigue siendo intenso” (Cantina Salón Madrid, https://www.zendalibros.com/cantina-salon-madrid/). No queda más que usar este dolor para tomar impulso, seguir y dejar atrás aquello que te atrasa.


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