Un chorro a 750 libras de presión a corta distancia deja poco margen para el recuerdo. El relato de Carlos Paparoni del ataque que sufrió el 29 mayo en la autopista Francisco Fajardo tiene esa laguna, la que dejó la ballena de la GNB. “Un muchacho se estaba acercando a la tanqueta para colocarle una bandera y vi que el chofer estaba acelerando, que lo podía atropellar, me acerqué para pedirle que se viniera y en ese momento perdí de vista el chorro y apenas me tocó no supe más. Me desperté en la clínica”, cuenta el diputado de 28 años de edad, con un cabestrillo en el brazo derecho, inmovilizado por una laceración muscular, y los puntos de una herida de metra en la pantorrilla derecha que recibió en otro incidente. 

El merideño, representante del circuito de Santa Cruz de Mora, en el que 70% de las vías son de tierra, reconoce su papel en lo que llama la política de asfalto; pero se asume como una víctima más de la represión del Estado. “La violencia ha sido generalizada. Nosotros no estamos haciendo nada diferente a lo que están haciendo miles de personas en la calle, a quienes no podemos pedirles que sigan en la calle si nosotros no predicamos con el ejemplo”.

Primero vino el ataque con la ballena, luego un metrazo que provino del piquete y después empujones y golpes cuando intentó evitar que un grupo de militares robaran a periodistas en Altamira esta semana. Junto con Requesens, son los diputados más lesiones acumulan en más de dos meses de protestas.

Paparoni fue consejero universitario en la Universidad de los Andes, en donde se graduó de politólogo luego de estudiar unos semestres de Ingeniería. En las protestas de 2007 conoció a varios de los que hoy son sus compañeros de partido, de trabajo y de marchas: “Para nosotros es más fácil, porque llevamos 10 años en esto, pues venimos del movimiento estudiantil, por nuestras condiciones físicas y por nuestra irreverencia”.

Cuando llegó el chavismo al poder el diputado solo tenía 10 años de edad. “Me da risa cuando el alcalde Jorge Rodríguez habla de los tiempos de la Disip. Yo lo único que he conocido es este gobierno y mis referencias son el Sebin, la tumba y las torturas”.

El video de Paparoni arrollado por el chorro de la ballena se hizo viral. Ha recibido llamadas de parlamentarios de España, México, Perú y Costa Rica, quienes le han expresado su solidaridad y le han planteado una preocupación regional. “El costarricense espera que la situación en Venezuela mejore porque no vaya a ser que esta forma de hacer política de nosotros se contagie en la región y a ellos les toque estar en la calle así”.

A más de 70 días de protestas continuas, con los miembros de su equipo de trabajo quemados por el sol y algunos durmiéndose en los bancos de los pasillos del Parlamento, el dirigente de Primero Justicia insiste en la significación de este momento para despachar el cansancio: “Estamos en un punto de quiebre, donde todos tienen que dar su cuota de sacrificio. La gente entendió que vienen días difíciles, que no podemos rendirnos porque eso significa traicionar el futuro. Yo soy profesional, productor agropecuario y diputado y si tuviera una novia con la que quisiera irme a vivir, no tengo ni para comprar la nevera. Vivir sin oportunidades me da más miedo que la represión”.

Lo más duro para él ha sido lidiar con el sufrimiento de su papá, con quien comparte curul en la Asamblea, aunque pertenecen a distintos partidos políticos. “El día que me pasó lo de la ballena mi papá lloraba en el aeropuerto, porque no lo dejaban montarse en el avión para venirse de Mérida”.

Entre las marchas y las sesiones no hay espacio para mucho más. El parlamentario no ha guardado el reposo médico indicado. Insiste en que lo que le pasó no es nada grave. “Es como una lesión deportiva”, bromea. Para el diputado aunque el partido sigue 0 a 0, el balón está del lado de la oposición.


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