Con contadas excepciones, la mayoría de los opinadores se agota en repetir hasta el infinito lo que todo el mundo sabe. Políticos, economistas, dirigentes sociales y empresariales y hasta artistas y deportistas nos cuentan una realidad sobre diagnosticada. El país está mal y camina hacia peor. El gobierno es malo, pésimo y no tiene remedio. Maduro no sirve. Es la vergüenza mayor que jamás habíamos tenido que soportar como cabeza del Estado venezolano. Debería contribuir a la solución renunciando y llamando a integrar un gobierno de transición para recuperar la normalidad. Pero no lo hace, ni lo hará voluntariamente. Hay que destituirlo o revocarlo, por las buenas o utilizando todos los recursos existentes para lograrlo, sin evadir la subida de tono que lleva la actual confrontación.Está en juego el presente y el futuro de nuestros hijos y nietos. ?Vacilar es perdernos?, debemos repetir con el Libertador en esta hora con ánimo y criterios libertarios. El régimen se desmorona y profundizará el uso de la violencia física e institucional para dificultar su inevitable caída. Para liquidarlo hace falta más calle y junto a ella o, mejor dicho, al frente de ella se necesitan ciudadanos justos e íntegros, que por el solo hecho de estar le den trascendencia y seriedad a la lucha final por un desenlace favorable.Más que discutir llegó la hora de actuar. La fractura constitucional provocada por el régimen demanda con exclusividad la atención de los verdaderos demócratas civiles y militares. Recordemos que en situaciones como la nuestra, la ?imparcialidad? es, frecuentemente, el disfraz tramposo de los oportunistas. Asimismo, recomendamos a cierta dirigencia de los nóveles partidos no plegarse a la retórica populista por simple demagogia o por no aparecer como ?liberales? derechistas. Prepararnos para lo que está por venir excluye todo cálculo oportunista de personas o de grupos.Voy a tomar unas palabras y conceptos que alguna vez leí de Ed. Feulner, y nos preguntarnos si estaremos en capacidad de crear un régimen dirigido por un gobierno pequeño pero fuerte, menos intervencionista, que nos proteja de los peligros internos y externos que amenazan nuestras libertades civiles, que promueva el rol de las leyes y estimule el mercado y la libertad económica para prosperar. La respuesta es positiva, pero no sucederá a menos que trabajemos para lograrlo. La mejor política social que puede existir es una economía que funcione.Asumir los riesgos es una obligación. Debemos condenar a quien promueve una confrontación que se puede evitar, pero también a quien se aparta cuando es inevitable. [email protected]@osalpaz


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