Una inquietud frecuente es la de quienes no ven mayor equidad en las negociaciones, muy amistosas, entre Estados Unidos y Cuba. Es decir, que no atisban a dar con lo que la pequeña y sufrida isla le está canjeando al robusto vecino del norte, a cambio de un incesante cúmulo de medidas al parecer destinadas a convertir a Cuba en un paraíso de inversionistas extranjeros, sobre todo gringos, evidentemente. En especial después de medio siglo de Guerra Fría, y un par de veces bastante caliente, una de ellas que puso a temblar a un planeta con pesadillas sobre una posible conflagración atómica. Para no hablar de guerrilleros, balseros, insultos incesantes, feroz dictadura del proletariado, bloqueo económico y hasta supuestos magnicidios y otras truculencias.Las inquietudes sin duda son más intensas en sectores opositores cubanos que han padecido las extremas carencias materiales y las políticas despóticas que reinan en su país. Aunque no es menos cierto que algunas liberalidades, no necesariamente políticas, ha concedido el régimen castrista, desde oír a Celia Cruz por la radio o poder viajar sin ser un burócrata fiel. Incluso con los derechos humanos de la resistencia algo se ha concedido, entre otras vías por el de la santa madre iglesia. Pero la estructura política parece no moverse, la concentración de poder y la ausencia de un Estado de Derecho, la dictadura pues. Por último habría que agregar que este complejo operativo diplomático se realiza con el aplauso de gran parte del mundo, desde el Vaticano a los países de Europa que se precipitan a ver quién llega primero a ese mercado desértico y apetecible.Obama no ha dado demasiadas explicaciones, salvo que la nueva política es buena simplemente por nueva ya que la vieja no logró sus cometidos. Lo cual está muy a tono con ese estilo diplomático de no inmiscuirse demasiado en los asuntos del resto del continente, por ejemplo, ignorar a un Chávez hablachento y poco peligroso y así ganarse simpatías regionales, según él mismo ha explicado. En el caso de Cuba, pieza de caza mayor de la nueva estrategia, la conciencia de que el espectacular viraje va a tener efectos muy importantes en la vida cubana que está estableciendo un régimen económico mixto, a la manera china, y que seguramente en breve tiempo va a crecer y generar mejoras y nuevos apetitos en los sufridos isleños que a la larga, o a la corta, producirán los cambios societarios deseados. A la corta, dijimos, porque esta entente se produce cuando ha desaparecido el comunismo de la faz de la Tierra, salvo la monarquía coreana. Y los hermanos Castro, por las crueles leyes del tiempo, parecen despedirse de la escena de una política de marcados rasgos caudillistas.Pero seguramente más importante que lo que suceda en la isla es lo que ha de pasar cuando los ?comunistas? latinoamericanos, quedan, y los populistas con veleidades izquierdistas, abundan, vean  perder su última referencia, la indomable citadela de Fidel. Ahora pletórica de ansias capitalistas. Uno diría, sonoramente, que este es el último y definitivo logro de los yanquis con esta negociación: el fin de la revolución roja, o de sus vestigios. Un epílogo necesario para la vuelta de la historia que culminó en 1989.Por azar, ¿por azar?, coincide con una especie de caída generalizada del populismo izquierdoso latinoamericano: Macri; la amante codiciosa de Evo; Lula detenido por presunto peculado, nada menos que el Hijo de Brasil; el mutis silencioso de Correa. Y, capítulo aparte, para nosotros, Maduro tambaleante. Al que se le aplican sanciones algo hiperbólicas y ahora por boca del propio Obama se sugiere que no es muy legítimo, en todo caso que no lo ve en el proyecto de saneamiento de Venezuela.No ha habido política norteamericana en las últimas décadas más exitosa que la del primer presidente afroamericano del Imperio. Todo lo objetado por los inquietos y ofendidos por ver, con todo y Castros, la bandera americana ondeando en tierra cubana o a Obama paseándose por la maravillosa Habana vieja son costos necesarios para logros tan tangibles, daños colaterales si se quiere.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!