Nicolás Maduro no se cansa de jugar con fuego. Su política de mantenimiento en el poder ha sido aún más arriesgada que la de su antecesor; se reúne con dictadores, hace negocios a espaldas de la ciudadanía y acaba con lo poco que le restaba de dignidad. 

Maduro sabe que está rodeado en el continente. La victoria en América Latina de líderes políticos democráticos lo ha dejado sin aliados ni personas que se venden por 30 monedas de plata, como pasó en los últimos 20 años atrás. 

Todo este escenario, aunado a la ruina de la gallina de los huevos de oro, Pdvsa, ha arrojado a Maduro a reinventar su estrategia de alianzas internacionales. 

En el marco de esto, se arrodilla frente a sus nuevos jefes políticos: Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan. 

Maduro es un peón en la estrategia política de los rusos y de los turcos, y simplemente una pieza en el tablero económico de los chinos que han demostrado, en política económica internacional, ser más capitalistas que los norteamericanos o los alemanes. 

Se sabe acorralado por eso pretende venderle al país a los rusos y a los turcos. ¿Cuál es su objetivo? Hipotecar las riquezas minerales no agotadas como el oro y el diamante, hacer rico a los rusos y a los turcos, mientras la sociedad venezolana sigue padeciendo los sinsabores de un régimen podrido y corrupto. 

Este juego peligroso que lleva adelante Maduro no sólo se limita al tema de la geopolítica mundial y de los convenios económicos, sino que se extiende a otros niveles. 

Así como este régimen se ha vinculado con el narcotráfico, y para muestra el botón de los sobrinos de Maduro capturados infraganti en pleno comercio de estupefacientes, ahora hace lo propio con regímenes acusados de terrorismo.

Ya desde los Estados Unidos se alertó sobre la posibilidad que el oro venezolano esté terminando ilegalmente en Irán, empleando a Turquía como un puente. ¡Arriesgado movimiento!

Si los estadounidenses terminan de incorporar a Venezuela en la lista de los países que auspician el terrorismo, el giro que tomará la realidad internacional será dramático y muy negativo para Nicolás Maduro. 

Se debe recordar que la cuerda siempre se revienta por lo más delgado, y en este caso el eslabón débil es Maduro. ¿Le sucederá algo a Putin? Obvio que no, ¿Este movimiento perjudicará a Recep Tayyip Erdogan? Mucho menos. 

El que se encuentra en un tilín es Maduro. No termina de entender que es un ratón en medio de una pelea de gatos, y su final no será nada halagador. 

Y, ¿Por qué realiza este movimiento? Lo hace movido por el miedo y la desesperación. Ya no tiene poder de convocatoria puertas adentro en el país, y carece de los amigos que tenía antes en la Organización de Estados Americanos (OEA) y en la Organización de Naciones Unidas (ONU). 

¿Será que Maduro no se ve en el espejo de Sadam Husein o Muamar Gadafi? Ellos también jugaron con fuego y salieron chamuscados. 

Lo cierto es que Maduro responde como una fiera amenazada, se atrinchera al lado de los líderes más peligrosos del mundo, solo falta que se vaya para Pionyang y se tome una selfie con Kim Jong-un para que termine de encolerizar al mundo occidental y democrático.


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