Ronald Acuña acordó con los Bravos un contrato que le permitirá ganar al menos 100 millones de dólares en los próximos 8 años, con la posibilidad de que sean 134 en 10 temporadas. Esa fue la noticia que rompió el celofán beisbolero este martes. Y de inmediato, no podía ser de otra manera, analistas y aficionados se preguntaron: ¿es un buen negocio?

¿Hizo bien el joven patrullero en aceptar la propuesta de Atlanta? ¿No está sacrificando cientos de millones más?

La proliferación de pactos multimillonarios en las últimas semanas puede influir perjudicialmente en cualquier evaluación. Mike Trout rebasó los 400 millones de dólares, Bryce Harper y Manny Machado superaron los 300 millones de dólares, Nolan Arenado se acercó a esa última cifra en estos meses. ¿No es poca cosa, entonces, aceptar una fracción de aquello?

Lo primero es lo primero: el salario de Acuña en 2018 era de 560.000 dólares. A efectos de su derecho a negociar libremente, la temporada pasada no cuenta, porque fue subido a finales de abril, lo que le dio un torneo adicional de control sobre él a los indígenas.

Hasta 2021 tiene que aceptar lo que la gerencia le imponga. Supongamos que le pagaban 750.000 dólares por 2020 y otros 850.000 por 2021. No es mera especulación. Los clubes no dan grandes aumentos antes de llegar al arbitraje. El nativo de La Sabana tenía que aceptar lo que dijera la oficina. Así que por estas tres zafras iba a ganar, en el mejor de los casos, unos 2,2 millones de dólares.

El promedio del nuevo convenio es 12,5 millones de dólares anuales. Se trata de un aumento sustancial para Acuña, algo casi impensable. Recordemos que entre 2019 y 2021 no iba a recibir ni siquiera 1 millón por campeonato, sin chistar. Son las reglas de la MLB.

En sus siguientes 3 justas sería elegible para el arbitraje, de 2022 a 2024. Suponiendo que continuara con su crecimiento, quizás conseguiría multiplicar por 10 su ingreso en la primera oportunidad, todavía por debajo de la media que va a recibir ahora, y en 2023 ya estaría tocando los 12 millones de dólares. De nuevo, estas cifras no son números al vuelo, pues están apoyadas en la historia de las negociaciones de este tipo, con peloteros de esta edad.

Será en 2024 cuando por fin le toque cobrar por debajo de lo que el mercado le ofrecería, suponiendo que sigue su ascenso como jugador. Pero ojo, no sería sino hasta 2025 cuando por fin podría probar como agente libre la ley de la oferta y la demanda.

El contrato “compra” los 2 primeros años de Acuña como agente libre, hasta 2026. Pero claro, tiene 2 opciones por 17 millones de dólares cada una, hasta 2028. Ambas son derecho de los Bravos y el pelotero tendría que aceptarlas. Si para ese instante, como creemos, el varguense se ha consolidado como un 30-30, sus ingresos estarán muy por debajo del mercado.

Serán en total cinco temporadas, las últimas, en las que tendrá un salario inferior a lo que lograría si esperaba negociar hasta entonces. Pero no olvidemos que en las primeras cinco va a tener emolumentos muy por arriba de lo que le habría correspondido si no llegaba a este pacto. “Quid pro quo, Clarice”, le decía Hannibal Lecter en el filme El silencio de los inocentes a la policía, interpretada por Jodie Foster. Cada quien obtiene un beneficio. Aquí eso parece equilibrado.

Hay un detalle adicional que a menudo es olvidado por fanáticos impetuosos en sus juicios. ¿Y qué pasaría si Acuña se lesiona y deja de ser la súper estrella que hoy emociona a todos? ¿Y si resultara ser como su compatriota José Tábata, que aseguró su futuro con un contrato multianual y después de eso se extinguió?

Atlanta espera hacer un negocio pingüe a partir de 2024. Pero en el primer lustro, comenzando ahora, debe cruzar los dedos para contar con el pelotero que ganó el Novato del Año y no con una reedición de Tábata, que tan bien pintaba a los 21 años de nacido.

El convenio tiene otras aristas que no deben desecharse. Terminará, si muy tarde, cuando Acuña haya cumplido los 30 años de edad. Todavía podrá negociar otro megacontrato. Pero ya vimos lo que acaba de pasar con Trout, que estaba aún bajo control de Los Ángeles cuando Anaheim prefirió no correr riesgos y renegociar con él por más de 400 millones de dólares, evitando que algún día se sienta tentado a probar la libre agencia. ¿No creen posible que los indígenas, viendo acercarse la fecha límite, le ofrezcan algo semejante al toletero derecho? Si mantiene su paso actual, no lo duden.

Esta parece ser una relación ganar-ganar, con un nuevo capítulo todavía por escribir. Pero cada quien es libre de sacar su propia conclusión. ¿Usted qué opina?

Eso sí, no tenemos duda sobre cuál debe ser el parecer de Acuña. Esta semana seguro que hay fiesta en La Sabana.

@IgnacioSerrano | www.elemergente.com


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