En una intervención el día 5 de mayo de 2017, con motivo del evento Venezuela Producción Soberana, el general Padrino López, ministro de la Defensa, planteó un conjunto de ideas que vale la pena comentar. Entre ellas tres me llamaron la atención. En primer lugar, el problema del rentismo petrolero, que según el general Padrino se propone combatir la Agenda Económica Bolivariana; en segundo término, el aumento de la desigualdad como principal problema causante de conflictos y males del mundo, y, finalmente, la necesidad de un diálogo nacional en el cual el tema económico sea el fundamental.
El rentismo, derivado de la posesión de un recurso natural, no es necesariamente un mal. Países que viven de la renta del petróleo, como Qatar, Emiratos, Kuwait, entre otros, gozan hoy de un nivel de vida excepcionalmente elevado. Otros países que producen petróleo, como Noruega y México, desde mediados de los ochenta optaron y trabajaron por diversificar sus economías, a tal punto que en la nación azteca, de los 350.000  millones de dólares que ahora exporta, menos de 10% es petróleo siendo la gran mayoría manufacturas y bienes agrícolas.
Venezuela no solamente es una economía rentista en el sentido de la concentración de sus exportaciones en ese bien, sino que ese rentismo se ha acentuado en los últimos años, al punto tal que el resto de las exportaciones, tales como el acero, petroquímicos, vehículos, hierro y aluminio, literalmente desaparecieron. Actualmente, Venezuela es más dependiente del petróleo de lo que fue en los años sesenta, ello debido a una política que privilegió las importaciones mediante un esquema cambiario que penaliza la producción nacional. No creo que el gobierno de Maduro tenga un plan estructurado para diversificar la economía, y si lo tiene nadie lo conoce.
Con relación a la desigualdad, ese sí es un tema grueso y altamente complejo. Si fuese fácil ya se hubiese resuelto. Una cosa es la pobreza y otra la desigualdad. Por ejemplo, Chile, que salvo años específicos ha crecido durante más de treinta años seguidos, en 2014 tenía casi el mismo nivel de desigualdad que en 1990. Lo mismo sucede con Colombia y particularmente con Perú, donde el significativo crecimiento de la economía no se ha traducido en mejoras apreciables en la equidad. Estos países disminuyeron de forma importante la pobreza.
En un país puede aumentar la pobreza y, sin embargo, ser menos desigual. Ese tal vez sea el caso de Cuba, con un ingreso por habitante de los más bajos de América. En un libro de 2015, Derrotar la desigualdad, se trata este tema para el caso venezolano. La desigualdad está muy concentrada en África y América Latina, principalmente, donde ha habido avances pero falta mucho, sobre todo en materia tributaria y educación de calidad, donde pareciera estar la clave para solventar el problema, como lo han hecho los países escandinavos, Canadá, Alemania, Francia, Corea del Sur, por citar algunos.
Tiene razón el general Padrino cuando plantea que el tema económico debe ser la piedra angular para resolver los problemas del país. Ello pasa por descartar un modelo económico que entre 2014 y 2016 hizo posible que el país perdiera más de un tercio de su ingreso por habitante y que la pobreza superara 70% en 2016. Solamente en Venezuela la caída del precio del petróleo causó estragos. Con tasas de inflación que se acercan a 1.000% y con declive de la economía, es imposible superar la pobreza y aumentar el ingreso de los venezolanos. Con este esquema económico de cambios diferenciales, que propicia la corrupción y con el BCV imprimiendo dinero para financiar al gobierno, Venezuela va a seguir cayendo.
Ojalá que las reflexiones del general Padrino abran el camino para que se produzca un cambio en la conducción de los asuntos públicos.


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