Después del cierre de fronteras, de los estados de excepción, de emergencia económica y la amenaza de un estado de conmoción interna, al gobierno sólo le queda sincerarse y decretar un estado de pánico. De esta manera formalizaría lo que ya es evidente en las declaraciones y caras de sus personajes al igual que en medidas tan descabelladas como prohibir las manifestaciones en las cercanías de las oficinas del CNE.Es de sobra conocido que entre las reacciones que provoca el miedo se encuentran la amenaza y la agresión. Resulta también obvio que cuando quien amenaza sabe que no puede cumplir con lo que dice aumenta el miedo y puede llegar a convertirse en pánico. Tal es el caso de los máximos dirigentes del partido gobernante, comenzando por quien los preside. Sus acciones y expresiones cada vez más agresivas, transformadas en insultos por falta de lenguaje, denotan una debilidad que daría lástima si no estuvieran en juego el bienestar y la paz de Venezuela y los venezolanos.El acelerado y visible deterioro de la situación económica y social desde hace por lo menos tres años y la innegable pérdida de popularidad del llamado proceso han llevado a que las bravatas que le dieron fama al llamado comandante eterno se hayan transformado en gritos plañideros repetidos hasta el cansancio.Un caso relativamente reciente y emblemático fue la proclamación por parte del presidente de la república de que sus partidarios obtendrían mayoría en la Asamblea Nacional ?como sea?. Es decir, por la buenas o las malas. Al final perdieron. Después han inventado varias trampas para, tratando de aprovechar un descuido, intentar anular esa derrota. El pasado fin de semana hasta simularon movilizar a la Fuerza Armada con el objeto de alertar a los Estados Unidos, otras potencias internacionales y la supuestamente indefensa ciudadanía venezolana sobre su gran poder de fuego. La noticia sólo la destacó el general Padrino López. Para el resto fue una escena bufa más de la guerra imperialista y económica que solamente existe en la cabeza de los asustados.Las amenazas incumplidas y los insultos al voleo son la mejor muestra de la debilidad de este gobierno. Las insólitas maniobras para evitar o retrasar el referendo revocatorio representan de manera concreta la inseguridad que los recorre. La arbitrariedad y el acudir a poderes tan desprestigiados como el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral pueden considerarse otra modalidad de su impotencia.Porque desde que quedó registrado por medio de los votos el descontento popular que viene fermentando desde hace años hacia la inepcia, el culto a la personalidad y el autoritarismo del llamado proceso, nadie cree que el poder o la fuerza de que hace alarde el gobierno sea algo más que un cascarón vacío y transitorio. Eso es lo que provoca el miedo, y hasta el pánico de unos autoproclamados ?revolucionarios? sin otra opción o título que recurrir para defenderse a los ?colectivos? de malandros motorizados.El estado de pánico suele provocar dos reacciones opuestas entre sí: la huida y la paralización. En el actual gobierno hasta ahora ha predominado la paralización. No ha hecho nada para intentar solucionar los problemas que afectan al país y se ha dedicado a la labor narcisista de catalogar a quienes considera adversarios de Maduro. La paralización ha alcanzado hasta a la represión. No ha tenido la fuerza y la saña que mostró en 2004. Su límite han sido los gases lacrimógenos. Se ha reprimido por medio de decretos. Otra muestra de miedo. O de la renuencia de los que saben reprimir a utilizar la fuerza y la violencia, lo que incrementa el miedo.Por ahora se ha rechazado la solución de huir, pero quedará abierta esa salida cuando sea decretado el estado de pánico.               


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