En Venezuela faltan muchas cosas y de eso puede dar fe cualquier ama de  casa. Algunos podrían decir que abundan otras, como el hampa, la  inseguridad, la violencia. Pero pocos se dan cuenta de que esa ecuación se  resuelve con algo fundamental: educación, pero de la buena. Ese es un bien  que no debe faltar, porque cuando no está presente, proliferan los vicios en  la sociedad, y es eso precisamente lo que estamos padeciendo. Por eso, cuando la rectora de la Universidad Central de Venezuela, Cecilia  García Arocha, afirma que están dispuestos a conversar con la nueva Asamblea  Nacional para sensibilizarlos sobre el tema del presupuesto de las casas de  estudio, hay que apoyarla, porque la educación superior es una herramienta  primordial para salir del atolladero en que nos han metido en el transcurso  de 17 años de régimen chavista. Durante mucho tiempo las universidades han tratado de desarrollar sus  funciones de formación e investigación con recursos muy limitados. Demasiados han sido los recortes que han tenido que hacer los rectores de  las casas de estudio autónomas, en detrimento del país, porque lo que deja de hacer la universidad tiene repercusiones negativas casi inmediatas en la sociedad.Servicios cerrados han dado paso a escuelas completas que no han podido  comenzar clases desde octubre. Los estudiantes que con tanto esfuerzo y  empeño trabajan por obtener un título que los acredite como profesionales,  para poner sus conocimientos al servicio de los demás conciudadanos, se han  visto frustrados no solamente porque no tienen comedor, o porque la  biblioteca lleva años desactualizada, sino porque no pueden graduarse. Los  profesores que les han entregado su vida a las casas de estudio no ocultan  su tristeza en los pocos salones de clases abiertos; cuando se enfrentan con  sus pupilos no hacen más que reconocer que en muchos casos están impedidos  de enseñarles con las mejores herramientas porque no hay con qué pagarlas o  cómo mantenerlas. Los rectores tienen planes de reunirse con las autoridades del nuevo Poder  Legislativo que asume el 5 de enero. Pero es la propia rectora García Arocha  la que hace la aclaratoria: lo que pasa en las universidades no es  responsabilidad de la Asamblea Nacional, sino del Poder Ejecutivo, es decir,  del gobierno de Nicolás Maduro y más directamente del despacho de Educación  Superior. Escasean médicos, profesores, economistas, ingenieros, nutricionistas. Muchos se han ido apenas al graduarse porque ser profesional en este país es  muy difícil. Pero hay miles que están dispuestos a darlo todo por Venezuela si tan solo los dejaran recibir su título.  Lo único que haría falta es un presupuesto acorde con los nuevos tiempos, que tome en cuenta que las universidades venezolanas han sido siempre sinónimo de excelencia en muchas partes del mundo. Y prueba de ello es precisamente la cantidad de jóvenes que salen y son contratados casi de inmediato por grandes en empresas de Estados Unidos y de la Unión Europea, o de China o Japón.


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