La crisis política que vive Brasil, el desmadre económico de Venezuela, el ajuste en Ecuador, el rechazo a un nuevo mandato de Evo Morales en Bolivia y el triunfo de Macri en la Argentina parecen indicar el agotamiento de un modelo de desarrollo y de construcción política. ¿Cierto? Veamos.La explicación materialista pura diría que las coaliciones del tipo nacional y popular fueron un brote afectivo que surgió de un neoliberalismo moribundo y que funcionaron a partir del incremento pronunciado en los precios de los hidrocarburos, los alimentos y los minerales. Siendo así, era una cuestión de tiempo hasta que el modelo colapsara por causas exógenas. Otra explicación, más sensible a las transformaciones sociales, dirá que, a pesar del contexto negativo, muchas de las banderas llegaron para quedarse. Las condiciones materiales las hicieron más visibles, señalará, pero se trata de banderas que resultaron de una profundización de la democracia y una ampliación de los derechos como nunca ocurrió en la región.La pregunta entonces es saber si estamos ante una época de cambios o un cambio de época, en donde un modelo deja lugar a otro. De ser así, no habría nada nuevo. Históricamente, en América Latina han existido dos tipos de coaliciones. La profesora Etel Solingen las denominó ?nacional-estatista?, una, e ?internacionalista?, la otra. Típicamente, la primera privilegió al Estado, se opuso a las hegemonías globales y construyó alianzas con los trabajadores, los industriales y los intelectuales identificados con una amplia familia de tradiciones latinoamericanistas, nacionalistas y socialistas. La otra, la internacionalista, privilegió el mercado, buscó la bendición del Norte y construyó alianzas con el campo, los servicios y el capital financiero.La primera tradición nos ofreció un rico repertorio de identidades desde donde buscar el desarrollo con autonomía. Pero su sesgo típico fue descontar el futuro a tasas altas a cambio de un presente rápidamente prodigioso. La segunda tradición nos ofreció ingresar en una modernidad anclada en otros lugares y con modelos muy inspiradores para imitar. Pero su sesgo fue exigir sacrificios en el corto y mediano plazo a cambio de un futuro mejor, que rara vez llegó.Sería fácil argumentar que es necesario intentar ir por el camino del medio, un camino que conjugue Estado y mercado, región y mundo, Norte y Sur, corto y largo plazo. Pero las necesidades no generan oportunidades. Lo que veremos durante 2016 es a los Estados de la región buscando nuevos equilibrios entre derechos sociales y eficiencia económica. Tamaño desafío.


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