Han sido difundidas, recientemente, al menos tres encuestas sobre la situación nacional y lo que podría, en virtud de su pésimo desempeño, esperar al oficialismo en las elecciones parlamentarias. De entrada, y para celebrar lo que ahora llaman Día de la Resistencia Indígena, las encuestadoras Venebarómetro, Keller y Hercon vaciaron sus  baldes de agua fría sobre quienes, desde el gobierno, recuerdan con nostálgico escozor lo que llamaron «victoria perfecta», cuando el sempiterno se midió -en una confrontación ventajista y con los recursos del poder a su favor, incluyendo un empujoncito del árbitro electoral- a Henrique Capriles, en  circunstancias que distan muchísimo de parecerse a las actuales, en las que 87,9% de la población considera que la situación económica es mala y su subproducto, la cola, para quizás conseguir lo que se necesita, es indignante. En arrogante postura de guapo barriobajero, alimentando sospechas de estar animando un fraude mayúsculo, el inefable capitán del capitolio proclama a los cuatro vientos, en una de esas juramentaciones que parecen actos culturales de una sociedad pueblerina, que «vamos a ganar para profundizar la revolución bolivariana y seguir aprobando las leyes que hagan falta al presidente Maduro y al pueblo». Las banderillas que las encuestas clavaron con contundentes números en el torito que se cree bravío y de raza valiente, enamorado no de la luna sino del poder, son demoledoras cifras que colocan en sideral lejanía la posibilidad de una victoria del PSUV en los comicios de diciembre, con o sin «Plan B», con o sin electro domesticación china, con o sin extorsiones a los empleados públicos, le han hecho mugir de rabia y, como suele suceder cuando se impone el berrinche, la sensatez se va muy largo a donde conviene no mencionar. Es entonces cuando tenemos que lidiar con embestidas de esta guisa: «La oposición no tiene el liderazgo ni la gallardía para enfrentarse con la tolda roja en las próximas elecciones… Son muy valientes cuando tienen una cámara encima, pero cuando de verdad tiene que combatir, se orinan encima… ganaremos todos los diputados y diputadas que hay en juego». Hemos aprendido que en política, sobre todo en época de elecciones, se miente más que en temporada de pesca o de caza. Por eso no asombra el tamaño de los despropósitos vociferados por el liderazgo rojito. Alarma, sí, su insistencia en descalificar las encuestas, preparando el terreno del «yo lo dije». Preocupa también el desdén de Trucosay Lucena en relación con esas investigaciones que coinciden, con índices en algunos casos cercanos a 90%,  en calificar de desastroso al gobierno de Maduro y mostrar una clara  y rotunda inclinación electoral en favor de la oposición democrática. Con la Lucena en lisa, el camino del arrebatón electoral, ya referido en este espacio (Rumbo a Jalisco, 10/10/15), parece ser  trazado, con anticipación y descaro, por los agrimensores del voto rojo. Hay que torearlos, desde ya, con el capote de la participación.


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