Valga esta nota para hablar de un estilo de vino blanco llamado en Chile y Argentina “Reserva”, en su mayoría elaborados a partir del vidueño Chardonnay a imagen y semejanza del Borgoña.

“Reserva” aquí no implica reglas definidas rigurosamente cumplidas por las bodegas –como ocurre en España, por ejemplo- sino más bien cuidados especiales a la hora de cosechar y vinificar, de la selección de las mejores uvas y los mejores viñedos, o la crianza del vino en tanques de acero o en roble, etcétera. El vino, como se sabe, nace en el viñedo, y es ahí donde se le pone mayor atención al proceso.

Estos “reservas”, casi siempre Chardonnay –aunque hay algunos como el complejísimo Terrunyo Sauvignon Blanc de Concha y Toro, o el increíble Arboleda Sauvignon Blanc, de Viña Seña–, por su lograda estructura, acidez filosa y cuerpo potente y musculoso, nacen robustos y briosos, y contrariamente a lo que muchos piensan, el tiempo en botella los afina y redondea para mejor. Estos vinos pueden mejorar con el paso de algunos años, y su riqueza y complejidad pueden llegar a ser realmente conmovedoras.

Salen al mercado uno o dos años después de la cosecha y luego de la crianza en roble (francés, americano, o ambos), son afinados por un tiempo más en botella, en la bodega, antes venderse, lo que los hace estar casi listos, idealmente, para su óptimo disfrute.

Vinos chilenos como Amelia Chardonnay, Marqués de Casa Concha Ch., Casa Lapostolle Ch., los Santa Carolina Barrica Selection Ch y el Reserva de Familia Ch., Tabalí Reserva Especial Ch.; o argentinos como el Salentein Reserve Chardonnay, Doña Paula Estate Ch., Catena Alta Ch. 2005, o el Rutini Ch. 2007, son buenos ejemplos de lo que han aprendido y avanzado estos países cuando a la confección de blancos ambiciosos nos referimos.

Si el aficionado esclarecido llega a tropezarse con alguno de estos frascos por ahí, maduros y firmes como una seductora treintañera, que no lo perdone, sin duda todos están en su momento. ¡Salud!


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