Un texto de Aquiles Nazoa inspiró a Alberto Grau, pues lo vio como una metáfora de vida que quiso convertir en música. En Fábula de la avispa ahogada el insecto es tan malhumorado que en una alharaca cae por accidente en un vaso con agua. En vez de buscar la manera de salir, la rabia lo hace sucumbir.

A partir de ese texto compuso La avispa brava, que el próximo sábado estrenará en el Carnegie Hall de Nueva York. “Es la primera vez que voy a entrar en la sala. Todas las veces que fui a esa ciudad pasaba por el frente, pero nunca asistí a alguna de sus funciones porque las entradas son muy caras”, indica el compositor en su estudio, un lugar tal cual como el que se puede esperar de una persona con su oficio y trayectoria. Partituras por doquier, encuadernadas y ordenadas en un costado, libros, un piano, un cómodo escritorio y una más placentera poltrona frente a la televisión, artilugio que Grau reconoce como una distracción latente.

La dirección de La avispa brava estará a cargo de María Guinand, esposa de Grau y directora de la Schola Cantorum de Venezuela, que el compositor fundó hace 50 años.

En esa sala de conciertos también se escuchará La doncella, otra de las tantas de Grau, pero a cargo de Cristian Grases, venezolano radicado en Estados Unidos que entre los años 1996 y 2002 condujo la Cantoría Juvenil de la Schola Cantorum.

“Todo esto surgió gracias a Cristian, un ex discípulo nuestro que en 2016 se presentó en el Carnegie Hall, cuya organización le ofreció un concierto para este año con obras latinoamericanas. Él sugirió mi famoso ballet coral La doncella y sabía que yo estaba componiendo otra”, cuenta el músico.

Claudio Nazoa, hijo del autor de la fábula, le preguntó a Grau por qué había cambiado el título para su obra coral. Y él le explicó: “Al ser una composición para niños, me parece que su título es muy triste y trágico. De hecho, si se interpreta bien el texto, se habla de los resultados de un ser que siempre está malhumorado y pierde el raciocinio”.

¿Y por qué lo eligió? “Porque es autobiográfica. A veces tengo mal carácter. Cuando me arrepiento, no hay remedio. Ya dije lo que tenía que decir. Además, Aquiles Nazoa fue genial en sus fábulas. En muchas de ellas emplea la palabra muerte. Nosotros creemos que los niños son cristalinos y nunca se les ocurre, pero desde pequeño uno empieza a pensar en ella. También tiene que ver mucho con mi educación. Soy hijo de republicanos españoles. Llegamos a Francia cuando era muy pequeño y en ese país las emplean mucho para enseñar. También poetas como Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego las aprovecharon con ese propósito. Se trata de una manera de comportarse, de educar a la gente sobre la honestidad. Todo eso se transmitía entre generaciones, no de una manera intelectual”.

La música de La doncella será interpretada por músicos adultos que viven en Estados Unidos, mientras que en La avispa brava tendrán cabida coros de niños a cargo de ex alumnos de Grau y Guinand.

En Venezuela. Grau quiere estrenar la obra en Venezuela, pero tal vez sea el próximo año. Ha habido retrasos, dice. “Somos una institución de 50 años que atraviesa su peor época. Los ensayos se demoran porque a veces la gente no va. No porque no quiera, sino porque teme salir de noche y los padres recogen a los niños más temprano”.

Él mismo quiere ir en los próximos días a ensayar a la avenida Panteón, donde está la sede de la Fundación Schola Cantorum, pero no sabe “si la lluvia de bombas lacrimógenas” se lo permita.

Hace unas semanas, un grupo de coralistas, directores, profesores y compositores, agrupados en el llamado Movimiento Coral Venezolano, publicaron un manifiesto a favor de la democracia y el cese de la represión, así como en rechazo de la asamblea nacional constituyente. María Guinand lo firmó, pero él no.

“La fuerza no debe solo ir en contra, sino orientarse hacia aquello que es prioritario para el progreso del país. Hacer una especie de decálogo. Me siento como el queso del sándwich, soy como un partido único. Tengo amigos chavistas con los que no voy a terminar la relación por lo que piensan. Tampoco avalo eso de tirar piedras en contra de unas tanquetas. Al final, en Venezuela vamos a tener que vivir todos. Quiero que siga habiendo chavistas, pero que estén dispuestos a perder elecciones, como ocurría con Acción Democrática y Copei. Que tengan la honestidad de reconocer que perdieron”.

El músico nacido en noviembre de 1937 afirma que no ha podido componer últimamente. “Me invade la tristeza. La angustia por lo que ocurre en el país me ha vuelto adicto a las noticias. No solo lo que ocurre acá, sino lo de ISIS y esas otras tragedias que pueden ser peores que las nuestras. No me siento con ganas de crear”.

Grau se levanta enérgico de la mecedora y toma de la biblioteca un ejemplar de Chamario, editado por Ekaré. Es el libro de poesía infantil escrito por Eugenio Montejo con el seudónimo de Eduardo Polo y que, al igual que el texto de Aquiles Nazoa, le inspiró una serie de piezas. “Hay muchos poemas que se han desaprovechado. Es necesario que se rescaten”, expresa mientras muestra emocionado las partituras que creó a partir de estas lecturas.

—¿Teme que su obra quede en el olvido?

—Ese temor lo tiene todo el mundo, desde los tiempos del canto gregoriano. Es la angustia de todo compositor, escritor o intelectual. Ahora, con las ventajas que tenemos, cuando termino una obra inmediatamente tengo 20 copias.

—Forma parte de esas generaciones ilustres que estudiaron en el Liceo Fermín Toro.

—Sí, pero fue muy breve mi estadía ahí. Era la época de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. A los pocos meses comenzaron los disturbios y la represión en contra de los estudiantes. Cuando llegué con mi familia, que escapaba de la Guerra Civil Española, pensamos que acá había una democracia. Resulta que no y me sentí muy mal por lo que ocurría en el liceo. Le dije a mi papá que no quería seguir estudiando bachillerato y que quería ser músico. Así llegué a la Escuela Preparatoria de Música, que dirigía Juan Bautista Plaza, quien fue mi maestro.


“Me importa un rábano” 

El compositor Alberto Grau, fundador de la Schola Cantorum de Venezuela, recientemente encontró un CD con material de Juan Bautista Plaza, quien fue su maestro. El material incluye conferencias y otros documentos. “Hay estudiantes venezolanos de música que no saben quién fue. Ni siquiera conocen a Vicente Emilio Sojo. En nuestra educación falta el respeto por ese pasado histórico que es tan importante como el héroe de la Independencia. Es ridículo que nos tengan que inculcar a determinado personaje porque perteneció exclusivamente a una tendencia política. Soy catalán de nacimiento y me siento orgulloso de las piezas que mi papá o mi mamá me cantaban cuando era niño, o de los poetas en los que se inspiraron esos músicos. Me importa un rábano la ideología de esas personas. Cada país, por más pobre que sea, tiene que cultivar sus tradiciones. De lo contrario es como si hubiera nacido 20 años atrás y lo que ocurrió antes no nos corresponde. Eso es ridículo”.

Cuando esté de regreso en Venezuela le gustaría reestrenar piezas que no le agradaron una vez que las escuchó.


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