El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, defendió su decisión de despedir inesperadamente al director del Buró Federal de Investigaciones, James Comey. Basó su decisión argumentando dudas acerca de la calidad de las labores que cumplía Comey.

“No estaba haciendo un buen trabajo. Muy simplemente, eso, no estaba haciendo un buen trabajo”, reiteró Trump.

Consultado sobre si el asunto de Comey afectó a la reunión que Trump mantuvo con el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, el mandatario de Estados Unidos respondió: “No, en absoluto”.

Trump ya considera posibles candidatos para reemplazar a Comey al frente del FBI, pero la Casa Blanca no ha aclarado si la investigación sobre Rusia seguirá abierta con el nuevo titular al frente.

En tal sentido, el vicepresidente Mike Pence señaló que la decisión de Trump había sido “la adecuada en el momento adecuado” y rechazó que esto tenga alguna relación con la investigación sobre la presunta relación entre Rusia y la campaña del mandatario. Pence remarcó que Trump no está bajo investigación.   La Casa Blanca no ha dado explicaciones sobre la reunión con Henry Kissinger, que fue asesor de seguridad nacional y secretario de Estado durante la Presidencia de Richard Nixon (1969-1974), que es precisamente el mandatario con el que más comparan los medios a Trump a raíz de su decisión de despedir a Comey. Nixon, en su oportunidad, despidió a la persona encargada de investigarlo, en su caso, por el escándalo del Watergate. 

Reacción. Días antes de ser despedido, James Comey solicitó un notable aumento de los fondos para la investigación de los supuestos nexos entre la campaña electoral y Rusia.

De acuerdo con The New York Times, Comey pidió estos recursos adicionales durante un encuentro con Rod J. Rosenstein, fiscal general adjunto de Estados Unidos, pero un portavoz del Departamento de Justicia lo negó rotundamente.

Trump ha mostrado que está dispuesto a ignorar, sin miramientos, los convencionalismos de Washington, aunque ello indica en el fuerte equilibrio de poderes de la democracia estadounidense.

El mandatario había prometido sacudir el mundo político de Washington. La ofensiva fue primero contra los jueces que bloqueaban sus órdenes ejecutivas, hasta que dio un paso con el despido de Comey.

Si bien estaba dentro de sus prerrogativas presidenciales, Trump rompió con un pacto no escrito al destituir al director del FBI antes de que concluyera su mandato de diez años. Esto ha sido interpretado como un intento de politizar la agencia y le ha valido el adjetivo de déspota por medios como la revista The New Yorker, que llamó al Congreso a frenar a Trump y, si los legisladores no actúan, alentó a que el pueblo salga a las calles para detener la amenaza del presidente.


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