Con la moderación y una política de no confrontación como estandarte, Daniel Scioli ha logrado sobreponerse durante los últimos 25 años a los vaivenes de la turbulenta política argentina, siempre con un objetivo en la mira: el sueño de llegar a la Presidencia. «Yo hablo con todos. Me gusta consultar a todos», suele sostener el candidato del oficialismo para la segunda vuelta del próximo 22 de noviembre. Aunque proviene del mundo del deporte, Scioli ha podido encontrar un lugar en las gestiones peronistas, que con sus matices y diferencias a veces irreconciliables han gobernado Argentina durante 18 de los últimos 20 años. Diputado entre 1997 y 2001, secretario de Deporte bajo la presidencia de Eduardo Duhalde en 2002, vicepresidente con Néstor Kirchner en 2003 y dos veces gobernador de la populosa provincia de Buenos Aires con Cristina Fernández, desde 2007, son los cargos que Scioli presenta en su currículum. En todos ellos ha evitado la confrontación abierta, aún cuando durante los últimos años fue objeto de duras críticas del oficialismo, en general, y de la propia presidenta argentina, en particular. Los embates kirchneristas, recelosos, recrudecieron cuando, en 2012, Scioli adelantó su intención de competir por la Presidencia. El sueño de su vida, ha confesado públicamente. El saliente gobernador de Buenos Aires no acusó recibo del clima político marcado por la crispación en los años kirchneristas y su imagen neutral ha permitido explicar en parte sus niveles de aceptación tras ocho años al frente de una provincia que mantiene altos índices de violencia, pobreza y corrupción. Fue esa alta imagen la que obligó al oficialismo a ceder en los ataques, guardar sus críticas y apoyar la postulación de Scioli bajo el eufemismo de que el candidato era «el proyecto» kirchnerista. Scioli se presenta ahora como el candidato del «desarrollo» de Argentina, con un pie en su propia idea de un cambio «gradual» en la economía y el otro en la promesa de mantener políticas kirchneristas para retener el apoyo de los partidarios de Fernández. Recientemente licenciado en Comercio, Scioli, de 58 años, granjeó su fama en el mundo del deporte, al que se ha mantenido ligado pese a la gestión política. Hijo de una familia de empresarios de origen italiano, Scioli fue un famoso piloto de lanchas en la década de los años 80, una actividad que lo llevó a las tapas de las revistas argentinas. En 1989 perdió el brazo derecho en un grave accidente con una lancha, pero lejos de rendirse, ganó después el campeonato mundial a bordo de «la Gran Argentina». Actualmente mantiene su pasión por el fútbol, que practica con el equipo profesional de fútbol sala de Villa La Ñata, una pequeña localidad bonaerense en la que el gobernador tiene su residencia privada. En el juego, Scioli muestra su carácter fuerte y su «voluntad inquebrantable», pese a que el manejo del balón no sea su principal habilidad. La misma obsesión le caracteriza, dicen sus colaboradores, en su campaña, en la que supervisa cada detalle, elige las fotografías oficiales que se publican de sus actividades y sigue con atención a los medios de comunicación y las redes sociales. Esa tenacidad también le ayudó a recuperar a su mujer, la exmodelo y empresaria Karina Rabolini, quien se ha convertido en una de sus más valiosas colaboradoras en la campaña. Más de uno en Argentina ha comparado a Rabolini con la templada Claire Underwood de la exitosa serie estadounidense House of Cards, por su papel de vocera incondicional en la carrera de su pareja hacia la Presidencia. Scioli y Rabolini se casaron en 1991, se separaron siete años después y volvieron a unirse en 2003, cuando se lanzó a la vicepresidencia con Kirchner. No tienen hijos en común, aunque el gobernador tiene una hija, Lorena, a quien reconoció cuando la joven tenía 17 años, tras una demanda por paternidad. En el entorno sciolista también tiene un especial protagonismo el hermano del gobernador, «Pepe», quien le acompaña desde el inicio de su carrera política y ha sido uno de sus principales apoyos. 


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