Carlos Peña Pernalete, periodista venezolano, fue seleccionado finalista en el concurso literario “Cartas de Amor”, que organiza cada año la Biblioteca de Santiago en Chile, convirtiéndose en el único extranjero en recibir este reconocimiento.

El concurso de género epistolar se lleva a cabo desde hace diez años, busca promover el fomento de escritores y lectores en Chile. En la edición de 2018, el venezolano fue uno de los ganadores gracias a su obra titulada “Entre Dos Terruños”,  donde narra su experiencia de abandonar su país.

Francisca Solar, escritora de “El Hada de las Cadenas”, Karla Eliessecht, coordinadora del Plan Nacional de Lectura y Paulina Retamal, coordinadora general de la Corporación del Libro y la Lectura, destacadas personajes de la literatura y escritura chilena fueron quienes integraron  el jurado en este evento.

Carlos Peña Pernalete, durante la ceremonia de premiación,  expresó que intentó plasmar en 600 palabras todas las emociones que se experimentan al emigrar.

El galardonado enfatizó que en su texto le dio un especial agradecimiento a Chile por recibir con los brazos abiertos a tantos de sus compatriotas. “Mi idea era llevar un mensaje positivo y de unión entre dos pueblos hermanos, como lo son Chile y Venezuela”, concluyó el periodista.

Pernalete es uno de los más de 130 mil venezolanos que actualmente residen en Chile. En su país natal se desempeñó como redactor en varios medios impresos, fue productor del programa “Hoy x Hoy”, conducido por la periodista Marianella Salazar.

Su carta será publicada en un libro que será lanzada el año próximo, en donde se encontrarán plasmadas las de todos los ganadores de las últimas ediciones del concurso.

A continuación la carta con la que fue premiado:

 

“Entre dos terruños”

A ella tuve que decirle adiós en un mes de diciembre, mientras todos celebran la algarabía de la Navidad y el Año Nuevo, mi corazón en ese entonces supo por primera vez lo que era romperse en dos.

No, no se había acabado el amor, de hecho siempre creí que estaría a su lado hasta mi lecho de muerte, pero la vida a algunos nos lleva por senderos tan abstractos que no tienen explicación. Solo tuve que hacer camino al andar y recorrer 7.289,6 kilómetros de distancia.

Al igual que la primavera, renacieron mis sueños, mis ilusiones. El tiempo pasó y ahora puedo decir que hay un nuevo amor en mi vida. Una que me abrió sus puertas, me tendió la mano, me abrigó en el invierno y me devolvió las ganas de surgir.

Ese primer amor se llama Venezuela y algunas de estas líneas son para ti. Son a tus playas, a tus llanuras, a tus tepuyes, a los abrazos cálidos y genuinos de tu gente, a las sonrisas que se encuentran esparcidas desde oriente hasta occidente. Llevo conmigo tu espíritu alegre, trabajador y luchador.    

Venezuela siempre estás en mis versos, en mis pensamientos y en mis oraciones, porque quiero que vuelvas a ver la luz, porque a pesar de la lejanía me duele verte oprimida, vejada y de rodillas.

Hoy uno de tus tantos hijos que ha huido de tu desgracia, te escribe esta carta para decirte que estoy bien, que estoy feliz. Hoy tengo que hacerte una confesión y es que tengo un nuevo amor que se llama, Chile.

He aprendido mucho aquí y mi vida ha dado muchos giros durante este tiempo. He sustituido las arepas por las empanadas de pino; el joropo por la cueca; la pasión de los nueve innings de un juego de béisbol por la adrenalina que dura los 90 minutos de un partido de fútbol.

Ahora digo “Cabros” en vez de “Chamos”; “Polola” en vez de “Novia”, y “Carrete” en vez de «Rumba». Sí, tuve que agregar muchísimos modismos a mi dialecto. De hecho, hasta una nueva forma de vestir me tocó adoptar por las cuatro estaciones climáticas que existen en Chile y que en el trópico no hay, y siéndote sincero de las cuatro creo que al invierno no me acostumbraré jamás.     

Pasé de la literatura de Rómulo Gallegos a la de Gabriela Mistral; de la música de Simón Díaz a la de Violeta Parra; De beber ron a tomar vino o pisco; de las aguas templadas del Mar Caribe a las aguas frías del Pacífico.

Me sincero con estas palabras, y admito que sí, tengo dos amores, que quiero a dos patrias: Chile y Venezuela. No me tilden de infiel o apátrida por lo que digo y expreso en estas líneas, pero es que en realidad me considero un hombre afortunado que tiene dos hogares, dos terruños. Al final creo que esa es la suerte o la recompensa de los exiliados como yo.

Venezuela me despido por ahora, y no dudes en ningún momento que te llevo en mi corazón. Aquí no me siento extranjero, ni emigrante. Hoy en día me considero un hijo sudamericano y un ciudadano del mundo que partió hace mucho para cumplir sus sueños.

Con Información de Nota de Prensa.


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