Un solo ejemplo exhibió la magnitud de la masiva e indetenible migración al exterior de venezolanos que, a diario, escaparon en los últimos años de la profunda crisis social, económica, política e institucional en Venezuela. Unos 50.000 venezolanos migraron principalmente en 2017 y 2018 a Boa Vista, capital del estado brasileño de Roraima, limítrofe con Venezuela, en un número equivalente a 16.5% de la población de esa ciudad del norte de Brasil.

Como reflejo de un movimiento diario, la migración venezolana mundial subió de 700.000 personas a un millón y medio de 2015 a 2017, lo que correspondió a cerca de 5% de la población de Venezuela, de 31 millones de habitantes, reveló el 4 de mayo anterior la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). La cifra de inmigrantes venezolanos en América Latina y el Caribe creció de 89.000 a 900.000 mil personas de 2015 a 2017, con un aumento superior a 900%, precisó.

Los datos podrían ser todavía mayores y acercarse o sobrepasar 10% de la población, por la existencia de flujos sin control de miles de venezolanos que cruzaron las fronteras terrestres por vías irregulares a Colombia o Brasil, desde donde pasaron a Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica, México, Chile, Argentina y otros destinos en América y Europa.

Por la ventaja del nexo familiar, una numerosa población venezolana descendiente de españoles, portugueses e italianos también migró a España, Portugal e Italia.

Empujados por múltiples factores que en los últimos años agravaron la situación en Venezuela, como una aguda crisis de desabastecimiento generalizado de medicinas, alimentos y artículos de consumo básico, con hiperinflación, acelerada e incontrolable devaluación, inseguridad y descontento político, los venezolanos son los protagonistas de un intenso éxodo desde su país y de uno de los mayores fenómenos migratorios del siglo XXI en América.

Sin culpa. La migración “no es por culpa” del gobierno, alegó Diosdado Cabello, primer vicepresidente del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela, al exonerar al presidente, Nicolás Maduro, de cualquier responsabilidad por el flujo constante de venezolanos al exterior.

El lío estalló por una “campaña” para “destruir el autoestima del venezolano” y que convirtió “en zombi a una cantidad de gente y familias se han despedazado”, insistió Cabello, segundo jerarca en el régimen gobernante. «A los jóvenes en Colombia o Perú no los van a tratar bien, nosotros los invitamos a que se queden aquí”, pidió. “Vénganse para Venezuela esas familias, porque jamás van a estar mejor en ninguna otra parte del mundo que aquí en Venezuela”, clamó a la televisión de su país.

Maduro lanzó en abril de este año el plan “De vuelta a la patria”, con el que instó a sus compatriotas a retornar, y adujo repetidamente que las dificultades internas crecieron por una “guerra económica” que Estados Unidos y la derecha venezolana arreciaron en los últimos años contra su gobierno, que empezó en 2013.

Alertas. Frente al argumento oficialista, la venezolana Ligia Bolívar, del Centro de Derechos Humanos de la (no estatal) Universidad Católica Andrés Bello, de Caracas, replicó que “la crisis política y económica” en Venezuela “por una ausencia del Estado, impulsó la gran mayoría de estas salidas” migratorias.

El problema tampoco tendrá solución inmediata, aunque cambie el gobierno, pronosticó el 11 de mayo anterior en una cita con 30 organizaciones no estatales americanas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en República Dominicana para evaluar la crisis migratoria venezolana. A juicio del mexicano Francisco Quintana, director para América del Norte, el Caribe y la zona andina del (no estatal) Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, “la región no está del todo preparada para este proceso migratorio”. Ante la CIDH, anticipó que tras las elecciones presidenciales en Venezuela, “habrá otro pico fuerte de migración venezolana”.


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