Con la popular expresión maorí «kia kaha» («sé fuerte»), danzas ceremoniales y abrazos de líderes cristianos y musulmanes, los residentes de la ciudad neozelandesa de Christchurch intentan reanudar su vida tras la matanza de 50 personas en 2 mezquitas el pasado viernes.

Este lunes en la mañana Christchurch tenía todavía sabor a luto, a pesar de que las calles se llenaban de vehículos con un tráfico moderado, al menos para una ciudad de 388.400 habitantes y de amplias calles que no conocen grandes embotellamientos ni habían visto hasta ahora tanta presencia policial. «Parecía sombría. Había mucha tardanza en todo, pero todos parecían comportarse con más amabilidad de la habitual», dice Michael Heard, un canadiense, al describir el ambiente de la localidad en la Isla Sur que él llama su hogar.

«Kia kaha, kia kaha, kia kaha» era el mensaje que se repetía en las tarjetas colocadas junto a las flores en los numerosos lugares de homenaje a las víctimas en el parque Hagley, adonde se acercaron miles de personas con mensajes de pésame y esperanza. Heard fue uno de los espontáneos que se acercó al lugar situado junto a la mezquita Al Noor, donde 42 personas murieron tiroteadas por el australiano Brenton Tarrant, un supremacista blanco acusado de la masacre y que también asesinó presuntamente a otras 7 personas en la mezquita de Linwood. 

Ante tanta brutalidad y odio, Christchurch, en palabras de Heard, ha reaccionado con «abrumadoras muestras de solidaridad de la verdadera Nueva Zelanda». Al parque Hagley también se acercaron los alumnos del liceo Cashmere para llorar a dos de sus compañeros, Sayyad Milne y Hamza Mustafa, muertos a manos del extremista australiano.

A excepción del colegio Hagley, que sirve como centro de ayuda para las víctimas, los estudiantes de primaria y secundaria retornaron a sus clases en la ciudad bajo la mirada atenta de los docentes, preparados ya para atender el trauma de los menores. Un grupo de jóvenes interpretaron un «haka«, la danza ceremonial que ha sido dada a conocer en el mundo por su equipo nacional de rugby, en Al Noor, que en árabe significa «luz» y donde también colocaron velas y cadenetas de papel.

Desde Auckland, los alumnos del colegio Orewa formaron con sus cuerpos la expresión «kia kaha» junto a un inmenso corazón en la grama del campus y lo divulgaron en un vídeo en las redes sociales, las mismas que el autor usó para divulgar en directo un video de la masacre. Otras muestras de solidaridad han sido los abrazos entre líderes musulmanes y cristianos coptos y las bendiciones por parte de dirigentes de fe islámica y maoríes en las mezquitas Al Noor y Linwood. Ambos centros permanecen cerrados desde la irrupción con un arma semiautomática de Tarrant, quien disparó a quemarropa contra los musulmanes que se habían congregado en esos lugares para la oración del viernes.

Los musulmanes esperan que estos dos templos reabran antes de que termine la semana, pero las autoridades neozelandesas quieren terminar sus investigaciones, ayudados por el FBI y sus pares australianos, para aclarar los hechos. Según la fe musulmana, los entierros deberían realizarse en las siguientes 24 horas al deceso, pero en este caso los sepelios podrían llevarse a cabo el miércoles o más tarde debido a las autopsias.

En el cementerio Memorial Park, en Linwood, un barrio más humilde de la zona residencial que rodea al parque Hagley, prensa de todo el mundo hace guardia a la espera de que se realicen los primeros entierros, cerca del personal de seguridad y la policía. «La gente en el terreno me ha dicho que los primeros entierros pueden darse mañana, el miércoles, pero con más seguridad el jueves, probablemente en grupo. No hay nada concreto», indicó el líder islámico Anwar Sahib.

El vicepresidente de Turquía, Fuat Oktay, y el titular de Exteriores de este país, Mevlut Cavusoglu, se encuentran ya en Nueva Zelanda para rendir homenaje a las víctimas, que incluyen a turcos, sirios, somalíes, bangladesíes, malasios y afganos, entre otros. Mohammed Ashif, un sobreviviente de Linwood que perdió a un ser querido, sigue repitiendo «no es un buen momento» a la incómoda llamada de la prensa, mientras que Manyank, un conductor de Uber, comenta que ha perdido a dos conocidos y con la voz entrecortada solo dice: «Muy triste, muy triste…no sé cuándo los van a enterrar», sin querer hablar más.


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