Japón realizó un homenaje este domingo en el momento preciso en que el 11 de marzo de 2011 se produjo un violento terremoto, seguido de un mortal tsunami y una catástrofe nuclear en la planta de Fukushima que dejó cerca de 20.000 muertos o desaparecidos.

Como cada año, se celebró una ceremonia oficial en Tokio, en presencia del primer ministro Shinzo Abe, del príncipe Akishino, hijo menor del emperador Akihito, y de su esposa Kiko, ambos como representantes de la pareja imperial, y de supervivientes de la tragedia.

En las regiones siniestradas del noreste del archipiélago, los residentes también observaron un minuto de silencio, según las imágenes difundidas por los canales de televisión.

«Expreso mis condolencias a quienes han perdido a sus familiares y a sus amigos queridos», declaró Abe antes de dejar la palabra a los habitantes.

Entre ellos, una mujer de 70 años originaria de la región de Fukushima, Hideko Igarashi, llamó en un emotivo discurso «a no olvidar nunca lo que aprendimos del desastre».

«Me agarré a un árbol pero fui arrastrada por la ola. A mi marido se lo llevó lejos de mí, gritó ‘Hideko’ tres veces», explicó. «Lamento no haberle dicho que huyera antes».

Un total de 18.434 personas murieron o desaparecieron en el terremoto de magnitud 9 y el posterior tsunami que devastó al país hace siete años.

Además, más de 3.600 personas, en su mayoría de Fukushima, fallecieron como consecuencia de la catástrofe, por enfermedades o suicidio.

Actualmente, el accidente de la central nuclear de Fukushima es el más grave de la historia desde el de Chernóbil, en la Unión Soviética en 1986, pese a que oficialmente no causó muertes directas. Deja aún tras de sí más de 73.000 desplazados, que debieron abandonar sus hogares debido a la radiación.


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