La fiscal, María Luz Rivas Diez, que lideró el «caso Antonini» afrontó todo tipo de contratiempos y aún así probó que lo ocurrido en agosto de 2007 fue mucho más que una sola valija. Expusó como funcionaba la diplomacia paralela – de negocios y dinero negro- entre los gobiernos de Argentina y Venezuela. 

«Fueron muchos años de ponerle mucho esfuerzo. Hice lo que pude con un personal de hierro en la fiscalía, que aguantó todo, ante un episodio que evidentemente era ilícito, tanto lavado como contrabando», indicó Rivas Diez, quien trazó un balance de lo aprendido desde el rol del funcionario Claudio Uberti hasta las fallas sistématicas del Poder Judicial. 

La fiscal explicó que se probó que Uberti era el embajador encubierto en Venezuela por encima del diplomático a cargo de la embajada en Caracas y fue convocado a Buenos Aires cuando advirtió sobre los actos de corrupción en un documento que envió la Cancillería. 

Una valija con 790.550 dólares que estaba destinada para el gobierno argentino era una remesa del gobierno venezolano. «Probablemente hubo otras valijas con dinero en ese avión, que llegó a un aeropuerto donde no hubo controles ni cámaras de seguridad. Pudimos demostrar también como se armó todo para ocultar ese dinero con cobertura política». 

Agregó que sacó a la luz como se realizó la operación y mostrar que estaba metido el gobierno de Venezuela. «Eso desencadenó que enviaran a unos jóvenes a Miami para pedirle a Antonini que dijera que la valija era suya, lo que terminó en el juicio en Estados Unidos». 

«Los testigos mintieron, hablaron poco. Tenían miedo, el piloto del avión, por ejemplo, pudo decir más. Todo fue muy ingrato, incluso el cambio de jueces», expresó Rivas Diez. 


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