Este año, quienes defienden el proyecto comunitario como manifestación de la cultura democrática y liberal europea, promoviendo su apertura cosmopolita y, al mismo tiempo, su cohesión interna, comparten una convicción con los conservadores nacionalistas en las antípodas, que atizan el miedo a que el Viejo Continente sea invadido por gentes, religiones y costumbres extrañas: ambos grupos creen que la elección de los miembros de la Eurocámara, entre el 23 y el 26 de mayo, será crucial para el avance de sus respectivas agendas.

Los primeros quieren mayor integración comunitaria y temen que los segundos saboteen ese proceso si obtienen suficientes escaños en Estrasburgo y Bruselas. Las encuestas apuntan a que el populismo euroescéptico podría conseguir 20% de las curules. Y eso hace sonar la alarma.

Eso hace, también, que la cooperación entre democristianos, socialdemócratas, liberales y verdes sea más probable en el Parlamento Europeo a corto plazo. En un debate protagonizado recientemente por el democristiano Manfred Weber y el socialdemócrata Frans Timmermans, ambos aspirantes a la presidencia de la Comisión Europea, saltó a la vista lo poco que los diferenciaba.

Llegado el momento de discutir sobre empleo, migración, clima, comercio y política exterior –los grandes tópicos que acapararán la atención de la Unión Europea–, es muy posible que los extremistas de derecha obliguen a los partidos de centro a buscar posiciones comunes. Eso opina Janis Emmanouilidis, del think tank Centro para las Políticas Europeas, con sede en Bruselas. Emmanouilidis aconseja, eso sí, no esperar abruptos golpes de timón un día después de los comicios.

Capacidad de resistencia

«No seremos testigos de una toma hostil de la Unión Europea. No debemos exagerar al imaginar escenarios negativos. En los últimos años, la Unión Europea ha exhibido una enorme capacidad de resistencia. Eso no es algo que ella perderá de golpe”, dice el analista. A sus ojos, es importante que el nuevo Parlamento se prepare para posibles crisis en las relaciones de la Unión Europea con Estados Unidos, Rusia y China, y en el ámbito financiero.

Karel Lannoo, investigador del Centro para el Estudio de la Política Europea, también ubicado en Bruselas, coincide con Emmanouilidis. A su juicio, hará falta mayor integración para impulsar el desarrollo socioeconómico en el sur y reducir sus diferencias con el norte en términos de calidad de vida. Sólo así podrán ser eliminados los factores que propiciaron el apogeo del populismo de derecha en primer lugar, acota.

«Lo más importante es fortalecer el mercado interno de la Unión Europea y poder negociar más fuera del territorio comunitario. Internamente debemos discutir más sobre política energética, economía digital y una mayor libertad de circulación para las personas. El principal desafío externo es el presidente de Estados Unidos, Donald Trump: desde que él está en el poder, el libre comercio está bajo ataque. Es probable que haya más y más aranceles”, arguye Lannoo.


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