“Nicaragua, en dos meses, se ha vuelto un infierno”, aseguró Danilo Martínez, delegado para Masaya de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos, ONG que ha hecho seguimiento a la crisis desatada por las protestas en contra del presidente Daniel Ortega.

Un total de 351 personas han muerto de forma violenta desde el 18 de abril hasta el miércoles 11 de julio, según la ANPDH. De los asesinados, 289 perecieron a causa de armas de fuego y, de ellos, 80 recibieron tiros en la cabeza.

“Las fuerzas paramilitares del gobierno, que están compuestas por fanáticos del partido Frente Sandinista, se han dado a la tarea de ir sacando a la gente de donde se encuentre para asesinarla”, aseguró Martínez.

El defensor de los derechos humanos indicó que los manifestantes se debaten entre continuar con la resistencia pacífica o defenderse ante las agresiones: “Esto apenas está iniciando; no creo que vaya a terminar en estos momentos”.

—¿Es más grave que lo que sucedió el año pasado en Venezuela?

—La situación se ha deteriorado muy rápido. En Venezuela mataron a 150 personas en 5 meses, mientras que aquí ya frisamos los 400 asesinatos en apenas 85 días. A ese ritmo, antes de finalizar el año, habrá 2.000 ejecutados. Hablamos de gente que la arrodillaron y le pegaron un tiro en la cabeza.

—¿Llegó el pueblo a su límite de tolerancia?

—Yo tengo temor de lo que va a pasar cuando la ira  del pueblo explote, porque ya ha vivido guerras; ya sabe cómo es esto. Se equivoca el gobernante si piensa que en Nicaragua va a ocurrir igual que con el pueblo venezolano, que ha tenido paciencia. Este es un pueblo que tradicionalmente no ha cambiado ningún gobierno por diálogo. Nosotros, como organización de derechos humanos, lo preferimos, pero las referencias históricas nos indican que los gobiernos han salido de forma violenta o a través de guerras o de alzamientos. Hoy tenemos la oportunidad de oro de hacer un cambio de manera pacífica, pero el espíritu del demonio, que está encarnado en quienes tienen las armas, parece que nos va conduciendo a las hogueras de la guerra.

—¿Hay evidencia de participación extranjera en los grupos progubernamentales?

—Hay audios de conversaciones de militares y encapuchados en las que se escuchan términos que nosotros no utilizamos. No precisamos las nacionalidades, pero son formas de expresión que no pertenecen a nuestra idiosincrasia.

—¿Y el Ejército nicaragüense?

—El Ejército está cuestionado. Ha sacado dos comunicados en los que dice que no va a intervenir y que solo resguarda los puntos neurálgicos de la nación. Creemos que hay complicidad por su silencio. Los delitos no solo se cometen por comisión, sino también por omisión. No es posible que el Ejército contemple cómo masacran a su pueblo y no diga nada. Nosotros los hemos exhortado, en primer lugar, a que investiguen para que aclaren dónde aparecen las armas, y en segundo lugar para que desarmen y capturen a esos paramilitares. La mayor parte de la gente opina que el Ejército está alineado con el Frente Sandinista, comprometido con una bandera partidista y no con la patria.

—¿Cuál es la salida al conflicto?

—El gobierno debe entender que es mejor un buen arreglo que un buen pleito. Ojalá que el mismo Frente Sandinista como partido se dé cuenta de que Ortega se está jugando el todo por el todo, porque ya rechazó el adelanto de las elecciones y tal parece que también rechazó un preacuerdo que tenía con la OEA y un sector de los gringos. El partido puede pagar un alto precio e incluso ser proscrito.

—¿Está el Frente Sandinista incurso en delitos de lesa humanidad?

—Está comprobado que sus militantes se han convertido en asesinos encapuchados y las casas del partido se han convertido en centros de tortura; al menos así lo hemos comprobado en las casas departamentales de San Marcos y León, donde llevan a los detenidos, los muelen a golpes y ya, cuando están moribundos, es cuando se los entregan a la policía.

—¿Habrá un punto de inflexión?

—Creo que el punto de inflexión va a ser cuando el pueblo se harte de todo esto. Hago un llamado al gobierno porque ya es hora de parar esta masacre, de que se le restituyan los derechos humanos al pueblo. Yo creo que Nicaragua merece la paz, una oportunidad para mejorar su situación y todavía estamos a tiempo de evitar una mayor fractura en el tejido social.

—¿Y la oposición nicaragüense?

—La oposición tradicional no picha ni cacha. Están surgiendo nuevos liderazgos del propio pueblo.

—¿Quién convoca las protestas?

—Hay expresiones políticas que están tratando de ganar terreno y dirigir el movimiento. Esto es natural. Están trabajando junto con los que protestan, pero el movimiento de explosión social nació de forma horizontal, sin liderazgos verticales.


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